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P. A. MARÍN ESTRADA
DATA.
Lunes, 13 de agosto 2018, 00:39
A Javier Egocheaga, Javi Savoy (Gijon, 1964), le cambió la vida una casete hallada en el coche de su padre: «Era el 'From Elvis in Memphis' y nunca había oído hablar del Rey. En esa época no se solía encontrar eso en el coche ... de la familia: lo normal era que tuviesen música regional, popular española o sudamericana; algo de pop: Mari Trini, Camilo Sexto... Con esa cinta, que seguramente mi padre compró por equivocación, me voló la cabeza». Lo cuenta con pasión, la misma con la que, confiesa, «traté de hacer siempre las cosas». Y en ellas incluye su profesión inicial, la de peluquero («un oficio que adoro. Todavía me para gente en la calle a decirme si les corto el pelo»), su vocación musical como frontman de Los Paramétricos («amateur, ¡ya me hubiese gustado cantar curioso!») y sobre todo el local que abrió hace casi treinta años -el próximo los cumplirá- y que desde entonces no ha dejado de animar las noches gijonesas a ritmo de viejo rock'n'roll. La mina que descubrió en aquella bienhallada casete y que señalaría el rumbo de sus días.
Ahora, sentado en la terraza de su club de la calle Covadonga -el nuevo hermano del viejo Savoy de la calle Dindurra-, con una Margarita en la mano, recuerda perfectamente la canción que abría ese disco: 'Wearin' that loved on look', y la tararea, humedeciendo los labios en la copa. «En casa no tenía casete y me iba a escucharla al coche de mi padre hasta que le gastaba la batería. Fue el año en el que murió. ¡Lo descubro y se muere! Lo tuve clarísimo: ¡Madre, qué grande es este tío!». Luego descubriría a otros grandes: Little Richard, Chuck Berry, nombres que poco decían a los chavales del barrio con los que se reunía en una esquina de Contrueces a oír música: «Ponían a Deep Purple o Led Zeepelin, los más vanguardistas a Lou Reed o Los Ramones. Yo llevaba mis casetes y me decían que eso estaba obsoleto. 'Vale, pero es cojonudo y todo viene de ahí, no lo trajo una nave espacial', les contestaba. Acabaron convenciéndose», relata.
Convencer no parece un verbo acorde con su personalidad afable y prudente, aunque el Savoy sí tiene mucho de templo y él, sino de predicador, sí de propagador de una verdad que en su caso adopta la forma de la música: «Sin ella no podría vivir. No me lo imagino. En mi casa siempre suena música. El silencio es necesario a veces, pero incluso podríamos llenarlo con una canción. Hay una para cada momento de la vida», asegura. Él sabría elegirlas sin mucha duda: «¿Para una mañana de resaca? Algo de Dean Martin, con ese punto golfo de estar sintiendo: '¡Qué vino más rico, qué chica más guapa!' ¿Para un día tristón? Cualquier de esas canciones maravillosas de Louis Armstrong o Ella Fitzgerald. ¿Para una puesta de sol? Miles...».
Cualquiera de ellas serviría para poner banda sonora a este mediodía de verano en el que Javi Savoy nos recibe con camisa estampada, sombrero de ala ancha y un perfectísimamente recortado bigote. «El verano es mi época favorita. Soy playu de los de bajar a bañarme aunque esté nublado o lloviznando. Antes de comer y al atardecer me baño siempre. Me encanta meterme en el mar. Es como un reseteo del día». Los suyos son largos en ocasiones: «Ayer cerramos a las seis. Pero en verano abres los ojos, ves el día que hace y te dices: '¡Chico, arriba, no vas a perdértelo!'».
«En la vida hay problemas, pero yo me siento afortunado», dice al hablar de su trabajo y también de su familia: «Encontré una mujer excelente y tenemos una hija que adora nuestro mundo», celebra con mirada de orgullo. «¿Que a quién me hubiese gustado ponerle una copa? Hombre, cerrar el bar con Robert Mitchum hubiese estado muy bien, ¿no?».
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