PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Sábado, 1 de agosto 2020, 02:42
Ara Malikian lleva años llenando estadios, polideportivos, plazas de toros o teatros por la misma razón que las grandes estrellas del pop y del rock: lo que ofrece es un gran espectáculo, y él mismo lo es. Tiene además todos los ases para triunfar: ... virtuosismo, dominio escénico y carisma. Solo con su instrumento podría derribar todas las murallas de Jericó que se le pusiesen por delante y arropado por su potente banda habitual o por una formación sinfónica ya es la megabomba. Lo peta por algo.
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El maldito virus ha condicionado el formato de su gira, como el de todos los músicos en ruta este verano, hasta el punto de que la complicación de la situación en Gijón en los últimos días, con algunos brotes ligados al ocio nocturno, han llevado a Metrópoli City, el festival que anoche le presentaba en Gijón, a extremar las ya de por sí excepcionales medidas de seguridad: anoche se tomó la temperatura a los asistentes al recital y se limitó el número de invitaciones para tratar de que el aforo, que rozó el lleno de 800 permitido por las autoridades sanitarias, no se desmadrase.
Avezado a romper barreras, Malikian abrió el concierto con su violín y su mascrilla puesta desde la misma arena, paseándose entre las filas del público, con '1915', el tema en recuerdo al genocidio de su pueblo, que ligó con 'Con mucha nata'. Acompañado al piano por su cómplice Iván 'Melón' Lewis, que ayer cumplía años, dio las gracias al público por asistir y a la organización por las medidas que había tomado «para que todos nos vayamos sanos al final del concierto. La única infección que nos llevaremos a casa es la de la música y el arte», prometió.
Volvió a las cuerdas para ofrecer el vertiginoso tema de título impronunciable que lleva el nombre de la ciudad del gran Beirut donde nació, 'Bourj Hammuod', para después llevar al público por los caminos de la delicda 'Orfeo y Eurídice', de la ópera homónima de Gluck. La noche se iba animando, el artista no cejaba en su empeño de derrochar vitalidad, hasta llevar al público a ese estado que no todos los músicos consiguen inocular. Aplausos y bravos para una noche de verano en la que Malikian, de haber sido matador, habría salido por la puerta grande de El Bibio.
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