En un sector musical que cada vez se parece más a una fiesta de disfraces, conciertos como el que ayer Andrés Calamaro dio en Gijón sirven para poner de manifiesto lo verdaderamente importante en esto del arte: la obra. Sin necesidad de pirotecnias ni pantallas gigantes, el bonaerense desplegó un concierto de rock sin excusas, entregado a una colección de canciones superlativas y a una banda de músicos precisos en el acompañamiento. Poco más necesita alguien que atesora en su cancionero algunas de las joyas más preciadas del rock en castellano, una suerte de cantante en peligro de extinción; atemporal y respetado.
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Salió Calamaro pasadas las 22.30 horas como sale un torero de grandes plazas: concentrado y apelando a una noche tranquila. Enfundado en las gafas de siempre, saludó al tendido y se acomodó en el micrófono. Fueron los únicos momentos en los que la duda sobrevoló al argentino, quien, una vez lanzados los primeros compases de 'Bohemio', mutó en el artista totémico que tan bien representa. A esa canción la siguieron otras como 'Cuando no estás' o 'Crímenes perfectos'. Sabedor del peso de su repertorio, el de Buenos Aires aterrizó ante las miles de almas que llenaron el recinto de Metropoli sin intención de guardarse balas.
El Calamaro que ayer presenció Gijón poco tiene ya que ver con el de 2019; mucho menos con el que editara discos como 'Alta Fidelidad' u 'Honestidad Brutal'. Es la misma persona, pero son artistas diferentes. Quien se esperara un tipo peleado con la edad y necesitado de imitar la rebeldía de otras épocas se encontró anoche a un hombre maduro, enamorado de su oficio y con 'la diez' intacta. Los hubo que se fueron entregados a los trucos del intérprete y los hubo que llegaron a sus casas con el sabor amargo de no haber visto lo que esperaban. Ningún síntoma más cercano al éxito que seguir sin despertar indiferencia.
En otra noche grande para el festival Metropoli, que había arrancado con el concierto de Sexy Zebras, banda enérgica y desacomplejada que hizo vibrar a varios centenares de asistentes, Andrés Calamaro volvió a enseñar el brillo de su obra, pétrea ante un paso del tiempo que es la mejor de las señales. En época de streamers y youtubers, un argentino de Madrid trasmitió anoche más que todos.
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