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Alberto Piquero
Lunes, 4 de abril 2016, 00:45
Distinguida como Mejor Producción de Ópera Española o Zarzuela en los X Premios Campoamor, 'El terrible Pérez', humorada trágico-cómica-lírica en un acto, fue estrenada en 1903, con música de Tomás López Torregrosa y Joaquín Valverde, hijo, siendo el libreto de Carlos Arniches y Enrique García Álvarez. Ahora ha sido felizmente rescatada mediante adaptación escénica de Paco Mir y versión musical de Nacho de Paz (Oviedo, 1974), que asimismo la dirige y estuvo en el origen de su recuperación para el público contemporáneo. La obra sube a las tablas del Teatro Campoamor el próximo miércoles, 6 de abril (20 h.), y repetirá funciones el 8 y el 9, a la misma hora.
¿Cómo surgió la idea de darle nueva vida a 'El terrible Pérez'?
La SGAE me llamó para hacer un par de números de Torregrosa, al que se rendía homenaje en el centenario de su muerte. Como no hay partituras modernas, tuve que reconstruir esos números. Y advertí que la música que se conserva es de una enorme calidad, que es una pena que compositores tan importantes no sean más conocidos. De modo que fui filtrando zarzuelas en el archivo de la SGAE y me encontré con 'El terrible Pérez', que tiene muchísima coña y la garantía de Carlos Arniches en el libreto. La partitura estaba sin acabar y la versión musical es mía, con producción de la Fundación Jacinto e Inocencio Guerrero.
¿Es tiempo de acabar con el prejuicio de que la zarzuela sea un género chico?
Hay una gran confusión respecto a eso. Se le llamó género chico porque a principios del siglo pasado, se quería hacer tres funciones diarias, para competir con el cine, que empezaba a arrasar, y se acortó la duración de las obras. Ahí estaban también las sesiones golfas, con sus cupletistas, que se prolongaban hasta la madrugada. Libretos que después serían censurados durante el franquismo.
¿Ustedes han alargado la extensión de 'El terrible Pérez'?
Sí, un espectáculo moderno requiere extenderlo algo más de los cincuenta minutos. Lo prolongamos a una hora y media. Incorporamos músicas que encajan como anillo al dedo. La obra en sí misma no es típica, ya miraba al 'music hall' y al cabaret de los año veinte. Hemos tenido un proceso largo, que ha llegado a sumar ocho ediciones.
Ls presencia asturiana es notable, comenzando por usted mismo...
Y Oviedo Filarmonía, claro, y David Menéndez, que es uno de los mejores barítonos actuales. Quiero mencionar, por otra parte, a Ruth Iniesta (Premio Campoamor 2015 a la Cantante Revelación), a Pilar Jurado, la bella Cocotero, que es una bomba, o al protagonista, Eduardo Santamaría, un viejo verde que se cree el Don Giovanni de Mozart. El público de Oviedo, que es muy entendido, seguro que se dará cuenta del guiño que hacemos a Mozart en unos compases. Además, el texto está adaptado a algunas circunstancias asturianas que, lógicamente, no voy a desvelar.
En la información preliminar que remiten a los medios de comunicación, señalan que aspiran a «ofrecer un teatro limpio de tópicos y lugares comunes habituales en la escenificación de la zarzuela». ¿Ha sido muy maltratado el género?
Yo creo que sí. Que hubiera partituras sin acabar ha provocado cierta falta de estímulo que ha conducido a la desgana. Y muchas grabaciones han maltratado el género con ramplonería, sin el rigor de otros repertorios. Lo mismo sucede con las escenas en las que los personajes incurren en los tópicos de poner voces de tontos y hablar mal. A veces, en los libretos se habla mal, pero se ha caído en la sobreactuación. Nosotros hemos hecho 'tabula rasa' en algunos aspectos, porque si te ciñes al texto de Arniches ahí ya hay suficiente potencia. De la tradición, hay que conservar lo que valga la pena y no covertirla, como decía Mahler, en dejadez.
Arniches es un aval de comicidad brillante. ¿El humor es muy necesario en estos tiempos malhumorados?
El humor es necesario siempre. Y si la gente sale de casa para ir al teatro, pese a que el ocio ya lo tenga a disposición en las pantallas domésticas, no puede salir de la función sin que haya pasado nada. En 'El terrible Pérez', hay reflexión y risas, que ayudan a liberar endorfinas. La obra tiene un ritmo tremendo y ofrece una visión de España, que no ha cambiado tanto desde el momento en el que se escribió el libreto hasta nuestros días...
¿Podríamos decir que con esta obra -Premio Campoamor mediante- ha sido profeta en su tierra?
Es curioso, en realidad mi especialidad son las músicas del siglo XIX y el XX, no la zarzuela. Músicas de vanguardia y de riesgo, que no se atienen o imitan modelos biensonantes. Y, sin embargo, ha sido la zarzuela la que me ha dado reconocimiento en mi tierra. En veinte años, sólo he dirigido en tres ocasiones en Asturias. De modo que dirigir a Oviedo Filarmonía en el Teatro Campoamor, que me trae recuerdos de la infancia, de cuando acudía de niño a los conciertos, me va a despertar sensaciones indescriptibles.
¿El entusiasmo es condición indispensable para mantener el brío artístico? ¿Cómo se logra preservar del paso del tiempo la pasión?
Me hago en ocasiones la misma pregunta. Por qué algunos músicos van perdiendo con el paso del tiempo el entusiasmo que tenían cuando realizaban sus estudios o hicieron las pruebas para ingresar en una orquesta, por qué los invade la rutina. Quizá la respuesta para que no ocurra así es la constante renovación. Conservar la disciplina estricta, pero dotarla de energía.
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