1998. Vicente Álvarez Areces junto al entonces Príncipe Felipe, en la inauguración el 22 de octubre. Museo del Ferrocarril de Asturias
Museo del Ferrocarril

25 años y a punto del millón de visitantes

En 1998 el entonces Príncipe Felipe inauguraba el Museo del Ferrocarril, que no ha parado de crecer y cuyo reto es la digitalización de sus fondos

M. F. Antuña

Gijón

Sábado, 22 de julio 2023, 22:27

El 22 de octubre de 1998, en horario vespertino y con la presencia del entonces Príncipe Felipe, el Museo del Ferrocarril de Asturias se inauguraba oficialmente. Al día siguiente, el público era bienvenido. Aunque, en realidad, dos años antes, se había hecho una preapertura para ... mostrar al público una máquina de vapor restaurada circulando por el recinto museístico que ocupa el espacio de la antigua estación del Norte. Son, pues, 25 las velas que soplará el museo en este 2023 que presumiblemente se cerrará alcanzando el millón de visitantes recibidos.

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Es una cifra redonda que conduce a un ayer que arrancó en torno a los 31.000 visitantes el primer año mientras que este 2023 la previsión es duplicar con creces esa cifra. Porque, además, en este ejercicio se está viviendo un incremento muy fuerte de las visitas. En el primer semestre se elevaron un 57,8% respecto a 2022, con lo que se alcanzan hasta junio ya los 942.642 visitantes. «De seguir a este ritmo llegaremos al millón posiblemente a finales de año o primeros de 2024», revela Javier Fernández, director del Museo del Ferrocarril. Y se explica: «Está muy bien, pero yo siempre digo que no importan los visitantes, que nosotros tenemos usuarios». Añade que más allá de ese trajín de quienes quieren ver, está otro mayor: «Se hace un trabajo de difusión, de rescatar patrimonio, talleres para escolares...», afirma. Y hay otro dato importante que abunda en la idea de que el número de visitas no ha de ser evaluado como algo absolutamente definitivo: «Antes, en las Jornadas del Vapor metíamos mil y pico personas cada día y se llenaba, ahora se restringe el número y hemos alargado la duración para que haya más satisfacción». Prima la calidad sobre la cantidad.

1884. Este es el aspecto que presentaba el edificio a finales del siglo XIX. Museo del Ferrocarril de Asturias

En todo caso, ese millón en ciernes constata una consolidación del espacio museístico, que tiene un público variado, con mucha presencia de familias y también de especialistas, de amantes del tren. «El ferrocarril es un fenómeno al que la gente se acerca con mucho cariño, es algo amable», relata Fernández. Y cuenta además con máquinas como las locomotoras de vapor que –ellos decidieron desde el principio que debían funcionar, que el museo debía estar vivo y tener ese movimiento que resulta tan atractivo– son simplemente espectaculares y maravillosas. «El tren tiene algo que permite el juego en todos los sentidos de la palabra, en trenes en miniatura, en simuladores, modelando, haciendo fotografía ferroviaria». Y eso hace que sean múltiples las vertientes, las formas de visitarlo, de querer conocerlo. Son todas cercanas, salvo la de los frikis del tren, que son legión y llegan de todo el mundo, pero –revela Fernández– por lo general pasan inadvertidos en medio de todos esos visitantes entre los que, por supuesto, los asturianos son mayoría, pero hay también muchas personas procedentes de Castilla y León, el País Vasco, Madrid y Cataluña. Un detalle: a los canarios, como no tienen trenes en sus islas, les resulta especialmente atractivo por lo exótico.

1981. Así se veía la estación en un fotograma de la película de Garci 'Volver a empezar', que arranca precisamente en la estación.

El tren, que es industria y viaje, que es literatura y cine –el edificio del museo aparece en la primera escena de 'Volver a empezar' de Garci–, es historia, es pasión... Y de todo eso que ha sido y es se muestra una parte y se guarda otra, en forma de documentación abundantísima y creciente. Es un archivo fundamental de imágenes, no solo de trenes, sino también de la ciudad y la industria local. No hay que olvidar que el archivo completo de Mina de La Camocha se encuentra allí, como el de astilleros Riera o Gijón Fabril. La colección, desde que se empezó a trabajar en un museo que hubo de construirse partiendo de cero, no ha parado de crecer. Enmarcado en aquel plan de vías de Gijón que impulsó Vicente Álvarez Areces a finales de los ochenta y que apenas duró diez años, para hacerse realidad, además de ese empeño político y el buen hacer de muchos profesionales, fue imprescindible la colaboración de un buen número de empresas. Con ellas, con sus cesiones o donaciones, ha ido multiplicándose el espacio, lo que muestra y cómo lo muestra. Renfe, la desaparecida Feve, Hunosa o empresas como Arcelor han puesto sus granitos no de arena sino más bien de hierro y acero. «Han sido más de 350 entidades las que han ido aportando cosas, desde un tintero hasta locomotoras, vagones», afirma Javier Fernández. Al museo le han acompañado esa sensibilidad y las ganas de ayudar, que además van in crescendo. «Pasamos de tener tres o cuatro donaciones al año a cuarenta o cincuenta y además últimamente estamos teniendo muchas y muy importantes», anota el director del museo. Se apresura a aclarar que todas son relevantes: «El otro día nos llegó un señor con tres diapositivas que había comprado y se lo agradecemos igual que el que dona 50.000». Esos gestos ciudadanos son los que se interpretan como que el museo es una institución respetada, digna de confianza, y en el caso concreto de este esa sensación se acrecienta al observar que en muchas ocasiones las donaciones llegan desde fuera de Asturias, de coleccionistas o personas vinculadas al mundo del ferrocarril de lugares como Madrid. Es el caso de la recibida recientemente del archivo fotográfico de Antonio García Portas.

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1950. Años dorados para el ferrocarril, un medio muy utilizado, de modo que la estación era un continuo trajín de viajeros.

Como quiera que crecen la fototeca y los archivos, como la documentación que en el museo se conserva es relevante para muchos estudiosos, son cada vez más las consultas que se atienden. Son en torno a las doscientas al año y se ha constatado que se demanda que el archivo esté disponible de forma digital. Y ese es un reto a asumir en los años que están por venir: «Al tener cada vez más archivos, se incrementa la necesidad de satisfacer a la gente que viene al centro de documentación, que cada vez quiere consultar más 'online'; antes ibas a un archivo y estabas una semana allí, pero ahora se quiere que sea través de internet y eso te obliga a hacer un mayor esfuerzo en digitalización», remata Fernández. También la propia fototeca se quiere llevar a la web, aunque lo urgente es poner a disposición la documentación y facilitar así las consultas, que son múltiples. Las hay de carácter técnico, por ejemplo sobre el material que se utilizó para fabricar algún componente de un tren, y hasta búsquedas de personas por parte de sus familiares en los nomenclátor de las compañías ferroviarias.

1993. Ya habían comenzado las obras para convertir la antigua estación en el Museo del Ferrocarril de Asturias haciéndola crecer.

Ese es un reto a corto plazo. Pero hay otro casi inmediato: soplar las 25 velas de su cumpleaños. Será en octubre y será el momento de recordar cómo hemos llegado del ayer que buscaba regenerar y revitalizar la zona oeste de la ciudad al hoy con el edificio pintado de rojo que mira al mar de Poniente. Cuenta Javier Fernández que fue a finales de los noventa cuando un detalle anecdótico le hizo comprender que el museo era ya algo relevante: un constructor de pisos de lujo publicitaba sus viviendas con el reclamo de que se hallaban cerca del Museo del Ferrocarril. «Ahí pensé: esto no fracasa seguro». No erró en su vaticinio.

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