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Los adultos también juegan a las casitas. Las imaginan, las levantan en jardines, las llenan de objetos, les multiplican la vida dentro y las pintan. ... Esto último es lo que hace la estadounidense Mónica Dixon en la Galería Caicoya de Oviedo donde expone hasta el 20 de enero 'Luz distante', un conjunto de obras en las que juega con los 'no lugares' (esos que recorremos como autómatas) y, a través de ellos, regresa a sus orígenes, entre oscuridades y destellos.
«Persigo siempre nuevas atmósferas a través de la luz y el espacio. Son la base de mi obra y lo que me mueve a seguir creando», explica la artista en el catálogo de esta muestra, integrada por una veintena de piezas en las que «espacio, soledad y silencio» se dan la mano y continúan siendo el nexo común de su trabajo, un resumen certero de su manera de hacer.
Dixon explora en cada lienzo y en cada acrílico –como es habitual en ella– los rincones deshumanizados, esos que aparentemente no tienen vida, pero que a veces la esconden y la desparraman, si se sabe analizar lo que hay adentro, si se hunde los ojos en sus recovecos. «Mi interés personal en esta relación me empuja a indagar en esos espacios vacíos, o no tan vacíos, en los que llevo trabajando más de una década; arquitecturas luminosas que se vuelven transitables con la mirada y que pueden remitirnos a preocupaciones existenciales», señala.
Dentro de ellos, está entonces el espectador porque el objetivo de Dixon es reflexionar sobre esos 'no lugares', que se han convertido en «estancias comunes» en nuestra sociedad y los lleva «un poco más allá» de donde habitualmente se sitúan, se zambulle en su espíritu.
«Para esta exposición he incorporado nuevas cromáticas a los diferentes escenarios creando así nuevas atmósferas visuales», señala quien también se atreve a adentrarse en los sueños. «No podía faltar en mi tercera individual en la Galería Caicoya otra temática fundamental en mi obra, como son mis paisajes oníricos, esos lugares indefinidos en los que todos nos podemos sentir identificados».
Cualquiera podrá estar en el interior de estos cuadros, que comparten protagonismo con unas pequeñas esculturas de casitas, que parece que acaban de ser arrancadas del lienzo. No es así: las pintadas siguen dentro de los marcos y se complementan con las tridimensionales, que hacen que los mundos de Dixon se hagan tangibles para los visitantes que disfrutan una vez más de sus obras en el corazón de Oviedo, donde reside. Aquí, en Asturias, en lugares que sí son lugares dibuja los lugares, que no le parecen lugares.
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