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Imágenes de 'Persépolis' en su formato novela gráfica y película.
Marjane Satrapi o la inteligencia frente a la estupidez

Marjane Satrapi o la inteligencia frente a la estupidez

La Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades buscó y halló la manera de contar la realidad de Irán y defender la libertad, la justicia y la igualdad

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 20 de septiembre 2024, 17:38

Lo suyo por el cómic no fue una vocación temprana. De niña solo leía a Tintín y le parecía aburrido, y fue de mayor cuando se enganchó a Batman. Pero sí supo pronto que imagen y palabra se alían de manera mágica. Para ella van unidos irremisiblemente: «Siempre pensé que la imagen y el texto, la escritura y la imagen, no están separados, para mí pensar con imágenes es lo más normal del mundo», ha dejado dicho Marjane Satrapi, que el mes próximo recogerá en Oviedo su Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades por engarzar ambas herramientas para contarse, por contarnos su propio mundo, por alentar la libertad y defender que en este planeta que habitamos hay una sola raza, la humana, y que nadie debe ser sumiso de nada ni nadie, ni de dictadores ni de religiones.

Ella, emigrada a París desde el Irán que la vio nacer en 1969 y al que sigue amando –«siempre seré iraní»– sabe bien de qué habla. Y por mucho que el régimen de los ayatolás desquicie su alma libre, por mucho que no acabe de triunfar esa revuelta feminista que arrancando el hiyab de la cabeza quiere poner fin a esa esa mal llamada revolución islámica que es en realidad pura involución vital, social y política, no ceja, no cesa en su empeño de mostrar su raíz, el lugar del que viene y al que querría volver. Tanto lo ama que su obra culmen, la que la ha hecho universalmente famosa, nos lo relata y revela desde la mirada de la niña que fue y la adulta en que se convirtió, desde los ojos que se hacen trazo y palabras en 'Persépolis', primero novela gráfica y luego película.

«Nada da más miedo que quienes intentan encontrar respuestas fáciles a preguntas complicadas»

Sostiene Marjane Satrapi que el ejercicio de la escritura es extremadamente narcisista, que nadie escribe para sí mismo, que siempre se busca el aplauso del otro, pero su 'Persépolis' sí que es en realidad una búsqueda más amplia que la del respeto y el beneplácito público. «Hay algo extremadamente pedagógico en 'Persépolis'. Había tantos malentendidos y tantos errores con respecto a mi país que quería contar la historia de una manera que la gente la entendiera mejor», ha dejado dicho en entrevistas, en las que revela que para componer esa obra busco la manera de llegar a audiencias múltiples, de gritar muy alto que el hecho de que el país sea una dictadura no convierte a todos sus habitantes en locos. Al contrario, Irán es un país muy culto y vivo inmerso en una pesadilla desde 1979 de la que no parece poder despertar nunca. Esa es la historia que ella ha contado, de niña, de adolescente, de joven, en esa novela gráfica convertida en libro de culto en medio mundo. Y el éxito quizá se deba a que su mirada ha sido honesta y sin ejercicios maniqueístas: «Hoy la descripción del mundo siempre se reduce a sí o no, blanco o negro. Eso son historias superficiales con buenos y malvados. Yo no estoy para dar lecciones morales, no me corresponde decir qué está bien o qué está mal, yo solo describo situaciones lo más honestamente posible, lo que yo vi, por eso uso mi propia vida como material. El mundo no se trata de Batman y Robin luchando contra el Joker; las cosas son más complicadas que eso. Y nada da más miedo que las personas que intentan encontrar respuestas fáciles a preguntas complicadas», ha dicho la creadora iraní, que considera que la fuerza de la imagen es brutal y aporta un plus de comprensión para todos los ojos: «Ves una imagen y comprendes perfectamente, de inmediato, lo básico, qué está sucediendo». Más aún ahora, que vivimos en una cultura absolutamente audiovisual que ella conoce bien, porque también ha hecho cine convencional además de libros gráficos.

La imagen y la palabra, unidas, sobre papel o en la pantalla, que es el medio que últimamente frecuenta con más gusto esta creadora que perdona la mentira pero no la envidia, que ama el tabaco y la bondad y detesta los lunes. Su voz sigue alzándose contra la dictadura de una cultura que aprisiona a las mujeres y contra las religiones que separan más que acercan. «La religión impide a la gente hablar y reflexionar, pretende dar respuestas en lugar de preguntas y por lo tanto no permite a la gente reflexionar», ha afirmado esta mujer que coordinó un volumen gráfico 'Mujer, vida y libertad' con el que se rindió tributo a Masha Amini, de cuya muerte se cumplieron dos años el lunes pasado.

Aunque no tiene claro Satrapi que sirva para algo todo lo hecho, todon lo dicho, todo lo escrito y dibujado: «Nunca sé el impacto que tiene una obra; si lo que hago ayuda, fantástico, pero en mi país cada día se mata a jóvenes, se detiene a jóvenes, de modo que puedo despertar conciencias, sí, pero el impacto real lo tendrá el día que se reconozca este estado como terrorista».

Así son las cosas. Así las ha contado y cuenta una mujer que lo resume todo en un aspiración tan simple como compleja: «Que la inteligencia venza a la estupidez». No hace falta más. Tampoco menos.

Una vida en cuatro tomos en papel y una película

Sus trazos en blanco y negro, simples y hasta casi infantiles, son reveladores, son tan fuertes y poderosos como lo es la palabra que los acompaña. Eso es 'Persépolis' en esos cuatro tomos que se hicieron uno y que deambulan por la propia vida de su autora.

Todo comienza con la llegada de la revolución islámica que se rebeló contra el régimen del Shah Mohammad Reza Pahlevi. Arranca así una época de cambio que Marjane vive con diez años. En 1980 se hizo obligatorio el uso del velo y se cerraron las escuelas bilingües, a una de las cuales acudía ella. Muchos iraníes emigraron, pero no lo hicieron los padres de Satrapi, que optaron por quedarse en su tierra. Es entonces cuando la niña inquieta observa, conversa y disfruta con su tío Anouche, con quien aprendió que religión y revolución no parecen conceptos compatibles. Él acabó siendo ejecutado.

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