María Teresa Álvarez (Candás, 1945) dice que no le tiene ningún miedo al paso del tiempo. A esta escritora y periodista no le asusta hacerse mayor y quizá tiene esa valentía porque, bajo su experiencia, guarda la misma energía que tenía a los quince, a ... los veinte y a los 54, cuando publicó su primera novela. Ahora, con 77 años, el Gobierno del Principado acaba de concederle la Medalla de Asturias por su trayectoria y parece mentira, porque su voz todavía recuerda a la de aquella chica joven que solo estaba empezando a hacer realidad sus sueños en las ondas de Radio Popular de Avilés. De esa niña, hoy queda intacta la ilusión por contar bien las cosas.
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–¿Qué supone para usted recibir ahora esta Medalla de Asturias?
–Siento una gran emoción y un agradecimiento inmenso. Como asturiana, este es el máximo galardón que me pueden conceder y, además, tiene un valor añadido porque me lo conceden las personas que forman parte del Gobierno regional, que son gente joven, que podrían ser mis hijos o incluso mis nietos. Aunque yo sigo activa y sigo escribiendo, no estoy en primera línea y que estas personas jóvenes me elijan sin estar en el candelero me parece que es realmente un valor añadido.
–Remontándonos a sus orígenes, cuando de niña le preguntaban por lo que quería ser de mayor, ¿qué respondía? ¿Ya soñaba con ser periodista y escritora?
–No soñaba con nada. En mi época, las pocas mujeres que estudiaban eran maestras y yo no me veía como tal. Yo nada más que soy sobornable por el cariño, por el afecto, entonces en la vida siempre intenté ser justa, pero me parecía que, siendo maestra, no iba a ser justa porque me iban a caer mejor unos niños que otros. Así que, cuando terminé el Bachiller y como no me decidía por los estudios, me puse a trabajar con quince años de telefonista en Candás. A los veinte, ya supe que quería ser periodista y entonces no lo dudé.
–¿Qué le encendió la llama del periodismo?
–Fui a un congreso a Roma, con un grupo de niños cantores de Candás, en 1967, cuando todavía era papa Pablo VI. Acudimos a un espectáculo folclórico y yo estaba lejísimos del escenario, ni veía a la presentadora, pero tenía una voz muy bonita y, en ese momento, decidí que yo quería hacer lo mismo que ella: comunicar. Por eso le tengo tantísimo cariño a Roma, porque, en esa ciudad, descubrí lo que quería ser. Soy de la segunda generación de la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid y, en verano fui a hacer prácticas a EL COMERCIO. En aquel tiempo el director era Francisco Carantoña y fue una persona que me impactó porque yo quería hacer más prácticas, no solo en verano, y él me dijo que podría decirme que sí, pero que me iba a decir que no. Me pareció tan noble y tan honrado que al verano siguiente volví a hacer prácticas en EL COMERCIO.
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–Después de aquello, ¿cómo empezó en la radio?
–Empecé haciendo crónicas en Radio Popular desde Candás y un Sábado Santo estábamos retransmitiendo el acto de la Salve Marinera y, por casualidad, el director de Radio Nacional de España en Oviedo estaba en Candás y preguntó por mí. Me ofrecieron ser corresponsal y luego inauguraron el centro regional de TVE y empecé a hacer cosas. Fue rodado todo.
–Usted fue pionera: fue la primera mujer cronista deportiva y la primera mujer presentadora del programa regional de Televisión Española en Asturias, ¿sentía que la miraban con lupa por su condición femenina?
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–Yo soy feminista y no puedo ser otra cosa. Las mujeres tenemos un defecto y es que nos queremos muy poco. Por eso, yo procuro querer a las mujeres y ser solidaria. En aquellos momentos yo no era muy consciente de la marginación femenina porque no tenía hermanos varones, pude estudiar y siempre tuve un carácter fuerte. Después fui consciente de la marginación de las mujeres, pero en mi época primera en Asturias no lo sentí. Igual me trataban con un afecto excesivo por ser chica, pero no me molestaba. De hecho, a mí nunca me ha molestado que me dejen pasar en una puerta ni cosas de ese estilo porque yo también las hago.
–¿Cómo vivió el salto de Asturias a Madrid? ¿Por qué abandonó tan pronto los informativos?
–En mi vida fue todo bastante casual. Yo era feliz en Asturias y estaba haciendo el trabajo que me gustaba, pero mi compañero Rafael Sánchez Avello se fue a Madrid y le propusieron la dirección de Cultura y Sociedad de los telediarios. Él me llamó y me dijo que iba a decirles que aceptaría si yo era la subdirectora. Lo consiguió y la verdad es que me fui llorando de Asturias, pero una vez allí trabajé muchísimo más que en el Principado. Eso sí: a los nueve meses de estar en los informativos se nos ocurrió a Rafael y a mí hacer el documental sobre Cristóbal Colón y así pasamos a hacer documentales y, por eso, dejamos los informativos en ese momento. Es que a mí la historia me había encantado desde siempre.
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–Entre los documentales, llegó la serie 'Mujeres en la historia', ¿fue también pionera en sacar de las sombras a esas mujeres olvidadas?
–Sí y se me ocurrió en 1995 cuando no se hablaba casi de eso, así que, en ese sentido, es verdad que fui pionera. La idea me surgió mientras estaba haciendo el programa de Colón porque me encontré con Juana La Beltraneja, la sobrina de Isabel La Católica a la que le robaron el trono. Me dio tanta pena que me puse a leer cosas sobre ella y vi que había sido un juguete roto, una mujer ninguneada por todos y quise contar su vida. No tenía una percha para poder venderlo en televisión, entonces se me ocurrió pensar en otras mujeres de la historia, me encontré un filón y así nació 'Mujeres en la historia'.
–Luego empezaron a llegar los libros –ya lleva quince– ¿sintió vértigo al lanzarse a la literatura?
–Jamás había pensado en escribir un libro, aunque siempre me gustó escribir. Esto surgió por la serie de 'Mujeres en la historia' porque algunas de esas mujeres, eran solo una calle de Madrid y alguna ni eso. Creo que fueron ellas las que desde el más allá me apoyaron para que me propusieran escribir libros. La sensación ante mi primera novela fue de pudor. Estaba acostumbrada a trabajar de cara al público, pero arropada por una música, una voz, unas imágenes, y en el libro estaba totalmente desnuda. Lo bueno es que funcionó y me animó seguir escribiendo.
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–Cuando se casó en 1997 con Sabino Fernández Campo, el entonces jefe de la Casa del Rey de España, ¿sintió que muchos se olvidaban de su trayectoria profesional y que usted pasaba a ser 'mujer de' únicamente?
–Me casé con un hombre estupendo y maravilloso. Él, muchas veces, cuando llegábamos a los sitios decía «yo soy el marido de María Teresa Álvarez». Era un personaje increíble y aprendí muchísimas cosas con él, y él alguna aprendió conmigo seguro. Yo de él aprendí, sobre todo, a pensar las cosas dos y tres veces, cosa que no solía hacer antes de estar con él.
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–Siendo periodista, ¿nunca sintió ganas de escribir una novela relacionada con asuntos de actualidad?
–Me gusta mucho conocer lo que desconozco, y como sobre la actualidad hay mil medios para informarse como, la prensa, por eso, no me apetece escribir sobre temas o personajes actuales, prefiero irme hacia atrás.
–Igualmente, ¿está al tanto de la actualidad?
–Yo que trabajé en la televisión, veo poco la televisión, pero sí que estoy al tanto. Aunque, a decir verdad, hay momentos en los que me quiero evadir de todo porque estoy centrada escribiendo.
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–¿Cómo ve Asturias últimamente?
–Yo vivo más en Madrid que en Asturias, así que no estoy muy puesta en la situación asturiana, pero me da bochorno ver lo que ha pasado en Cantabria y en Asturias con el tema ferroviario. Pero bueno, esas son cosas que pasan.
–A sus 77 años, si volviera a nacer, ¿repetiría este camino o lo cambiaría?
–Sin duda repetiría el camino, aunque corregiría algunas cosas, claro. Yo volvería a ser periodista porque creo que este trabajo te hace empatizar con las personas. A poco lista que seas, estar con tanta gente diferente te enriquece muchísimo y además puedes hacer justicia, porque al contar lo que sucede lo que haces tiene repercusión y consecuencias. Es una profesión preciosa, así que yo volvería a ser periodista siempre, aunque no corran buenos tiempos para el periodismo volvería a serlo sin ninguna duda.
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–Recuerdo que el año pasado, en el Ateneo Jovellanos, contó que estaba inmersa en una novela sobre María Magdalena, ¿cómo va? ¿Hay novedades sobre ella?
– Sí, con María Magdalena estoy ahora mismo. Le he mandado estos días 200 folios a mi editora y me ha dicho que le encanta lo que llevo escrito. Me he inventado una María Magdalena, porque todo lo que hay escrito sobre ella es inventado. Además, he querido leer poco de los demás escritores para que no me influyesen. He creado mi propia María Magdalena, hasta el momento en que conoce a Jesús porque ahí ya te tienes que atener a lo que está escrito en el Evangelio. Ahora mismo, en el libro, se ha puesto enferma y la está cuidando la Virgen María. Estoy relatando ese encuentro entre ellas dos y está siendo muy bonito. Estoy aprendiendo mucho a leer con detenimiento los Evangelios. Escribir sobre este personaje que ha conocido a Jesús de Nazaret me produce una profunda conmoción, al pensar cómo sería su vida al lado de él y siento una gran envidia.
–¿Cuándo está previsto que vea la luz esta novela?
–Está previsto que salga para el próximo otoño, aunque yo la tengo que entregar antes, en verano.
–¿Usted tiene una lista con las mujeres sobre las que le gustaría escribir o le van surgiendo de repente y empieza a estudiarlas?
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–Se me ocurren a mí o a la editora y lo comentamos. Yo le propongo y ella me propone. El otro día, por ejemplo, estuvimos hablando sobre a quién se le había ocurrido María Magdalena y ella me decía que a mí, pero yo no era muy consciente de haber sido yo.
–Lleva quince novelas ya a sus espaldas, ¿ha aprendido a mirar la vida de una manera distinta al conocer la historia desde una perspectiva diferente?
–Totalmente. Yo escribo sobre mujeres por tres motivos: el primero es que me meto mejor en el alma de una mujer que en la de un hombre porque yo soy mujer. El segundo es porque recupero nombres de mujeres olvidadas. Por último, escribo sobre mujeres porque eso me permite mirar a la historia desde los ojos de las mujeres y eso enriquece la visión, ya que lo haces desde un ángulo diferente. Al mirar desde los ojos de las mujeres, amplías la visión de la historia.
–Y eso que le costó lanzarse a la literatura...
–Sí, a las dos primeras editoriales que me lo propusieron les dije que no. Fue a la tercera propuesta cuando acepté y empecé.
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