Joaquín Amores, retratado junto a la Lloca del Rinconín, «una diva trágica». DAMIÁN ARIENZA
Su lugar en el mundo: Joaquín Amores

«Los actores somos de donde vamos»

Joaquín Amores nació en Sevilla, se crió en Madrid y ha hecho de Asturias su hogar | Hijo de ferroviario, se sube a todos los trenes que pasan: ha hecho teatro, televisión y cine y ha encontrado en la enseñanza su lugar

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Domingo, 27 de octubre 2019, 01:31

Será que es hijo de ferroviario pero el caso es que a Joaquín Amores no se le escapa un tren. Los ha cogido todos, ha enlazado vías anchas y estrechas y, aunque sin pisar raíles, se ha hecho de cabo a rabo la Ruta ... de la Plata entre renglones y telones. El director de la Escuela Superior de Arte Dramático de Asturias (ESAD) se ha subido a las tablas con Rosario Pardo, con Martirio o Carlos Álvarez-Nóvoa, ha bailado encima de una mesa para un anuncio de Cruzcampo, ha girado aquí y allá haciendo teatro grecolatino y clásico español, ha sido un payaso errante y un profesor feliz de ver «a sus niños y a sus niñas» en pantallas grandes y pequeñas y en todas las tablas del mundo.

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Nació en Sevilla en 1959 el pequeño de Juan y Encarna y cuando tenía cinco añitos la familia al completo -tiene un hermano mayor- cogió un tren a Madrid. «Siempre regreso a Sevilla, aunque nunca en verano porque odio el calor, pero como decía mi madre, que era una sevillana con una alegría de vivir que he heredado yo, la ciudad tiene una 'grasia' que no hay en ningún sitio y una sensibilidad y un ritmo de vida constante».

Vallecas, Chamberí y Carabanchel son tres barrios que marcan carácter en Madrid. Y Amores se hizo fuerte y descubrió el teatro en el territorio de Rosendo, de Santiago Segura y de María Valverde. Allí, en el instituto Emilio Castelar se enamoró de la escena; allí, con Javier Olivares, el productor y guionista de 'El ministerio del tiempo' en su claustro de profesores, empezó todo. «Era tartamudo y se me quitó, y aunque sigo siendo tímido, el teatro me enseñó a quitarme la timidez también», dice hoy recordando lo que vendría después. Porque Joaquín Amores estudió Filología en la Complutense y mientras hacía teatro en la Universidad y se dejaba ver por el laboratorio de William Layton, un buen día empezó a trabajar y ya no paró. «Hice un casting para una compañía, me cogieron y con 20 años firmé mi primer contrato como actor y puedo decir que solo he vivido del teatro, aunque a veces pasando hambre». Añade después que el cine y la televisión también han formado parte de su vida, con papelitos en series como 'El súper' y 'Los ladrones van a la oficina' o en películas como 'Peor imposible' u 'Oviedo Express', su última experiencia en el séptimo arte.

Pero lo suyo son las tablas y la docencia. Así que en cuanto tuvo oportunidad comenzó a dar clases de teatro en un colegio, un dinerito fijo para pagar el alquiler de aquel piso de Malasaña y seguir trabajando con Verecundia -una compañía «sin vergüenza», como su propio nombre indica, que hacía de todo en el Madrid de los locos ochenta- o meterse a clown y recorrer España entera actuando.

Hasta que en 1995 decidió dar un giro de guion, volvió a Sevilla, trabajó como actor un año para el Centro Dramático Andaluz y al año siguiente apareció un anuncio para dar clases en lo que entonces era el Instituto del Teatro y las Artes Escénicas (ITAE) de Gijón. Hizo una prueba, la pasó y desde entonces han pasado 23 años. Y él, que es de Sevilla y de Madrid, «esa ciudad crisol que acoge a todos», se hizo asturiano. Aquí tiene su hipoteca en Contrueces, sus paseos hasta la Lloca del Rinconín -«es como una diva dramática, como Nuria Espert»-, sus niños de la ESAD -«se me cae la baba con ellos»- y sus clases de interpretación. Porque aunque hace doce años que no actúa no le importa: «Prefiero estar detrás, me gusta más dirigir y adoro dar clases».

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Asturias es ahora su lugar en el mundo: «Me encanta vivir aquí, pero es que los actores somos de donde vamos, tenemos ese don especial para saber encontrar sensibilidades y no juzgar sino disfrutar y comprender». Claro que le quedan aún vías por transitar: «Los trenes son mi vida y un viaje pendiente es el Transiberiano, de Moscú a Vladivostok, quiero conocer Islandia y no descarto irme a vivir a Escocia. Me gustan los climas fríos y, aunque parezca raro para un andaluz, me encanta la lluvia».

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