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Pocos secretos literarios se le escapan a Alberto Zurrón (Gijón, 1968). Este escritor y abogado es el autor de 'Sexo, libros y extravagancias', una obra que se sumerge en la historia más salvaje de autores sumamente conocidos como Virginia Woolf, Juan Ramón Jiménez y ... Ernest Hemingway. Hoy, a las 19 horas, estará en el Ateneo Jovellanos para presentar este libro y desvelar la cara oculta de unos cuantos genios.
–¿Cómo se le ocurrió lanzarse a escribir este libro?
–Quizá es como una especie de secuela de 'La historia insólita de la música clásica', que publiqué en dos tomos hace unos diez años. El formato es el mismo, pero ahora con escritores, que es un trabajo bastante más hercúleo, más denso y que me ha servido como acicate al mismo tiempo. Decía la Biblia 'por sus obras los conoceréis', pero es mentira. Más bien pienso que por las obras los admiramos, pero solo los llegamos a conocer metiéndonos en sus cabezas para ver más de cerca sus demonios, sus miedos, sus vicios y sus flaquezas. Es ahí donde les he dado caza.
–Habla de bajezas, de intimidades, de curiosidades, ¿fue muy complicado el proceso de documentación?
–Sí. Las intimidades no son fáciles de localizar porque en la vida de todo escritor hay una biografía oficial y otra oficiosa. Oficiosa, no por falsa, sino por desconocida o truculenta y de esa normalmente no se habla. La labor de indagación es mucho más ardua porque tienes que leer varias biografías hasta encontrar la aguja en el pajar. He dado con esas agujas después de unas 200 lecturas y después de haber tomado a mano unas 2.000 anotaciones.
–Después de escribir este libro, ¿constata que la realidad siempre supera la ficción?
–Los escritores tienen dos vidas: la mundana y la de la imaginación. Su problema es que funden ambas vidas y, en ese momento, se les van de las manos y pierden el sentido de la realidad. Llega un momento en que la vida mundana no les interesa y se quedan a vivir en la vida literaria. Es en ese instante cuando se pierden y empiezan sus quebraderos de cabeza, sus desarraigos, sus locuras y su necesidad de evadirse de una realidad, la mundana, que no les es propicia. La realidad que inventan supera a la realidad que abandonan.
–Después de descubrir tantos secretos, ¿hay alguna anécdota que le llamara especialmente la atención?
–¡Buf, muchísimas! Por ejemplo, a Curzio Malaparte, un gran novelista italiano, le gustaba ladrar por la noche en los hoteles, hasta que un día el dueño del hotel le pidió que se limitara a silbar o a cantar. Ahora se me ocurre otra anécdota truculenta de Marcel Proust. Le gustaba acudir a las saunas de homosexuales y había una, a la que iba frecuentemente, donde el dueño, por si ese día llegaba con flojera sexual, le tenía preparadas dos jaulas con una rata hambrienta dentro de cada una. De tal forma, que cuando salían las ratas, se devoraban entre sí y, en ese momento, Proust alcanzaba la erección.
–¿Cree que conocer este tipo de curiosidades sobre los autores ayuda a entender mejor sus obras?
–Sí, realmente hay muchas claves literarias que nos pasan desapercibidas y podemos llegar a aproximarnos a ellas conociendo la vida secreta, no la oficial. Por ejemplo, es imposible entender las dos grandes novelas de Curzio Malaparte, si no se conocen bien sus vaivenes políticos y bélicos. Él intervino en la segunda guerra mundial y se hermanó con las tesis fascistas de Mussolini. Ocurre también con el 'Ulises', de Joyce, hay que conocer las debilidades que él tenía.
–El libro lleva desde junio a la venta, ¿qué críticas está recibiendo?
–La gente me dice que se ha divertido muchísimo y que incluso han conocido escritores que no les sonaban de nada y me dan las gracias. Los lectores, sobre todo, se quedan con lo ameno de la escritura y agradecen que se lea con la facilidad de una novela que no puedes abandonar, a pesar de tener tantísimos datos dentro.
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