Manuel Astur (Sama de Grado, 1980) deambula por la vida y por la muerte en su nuevo poemario, 'El fruto siempre verde'. No le tiene miedo ni a la existencia ni a su final este poeta que siempre está replanteándose las cosas y saboreando el ... camino, sin esperar a llegar a ningún destino. Cada paso es una oportunidad.
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–¿Es importante ser conscientes de la finitud de la vida para valorarla?
–Nuestra conciencia parece que se basa en saber que vamos a morir. Los animales no lo saben, solo el ser humano sabe que tiene un tiempo limitado sobre la Tierra y eso también nos lleva a intentar disfrutarlo. Todas las grandes religiones y filosofías espirituales hacen mucho hincapié en eso, en ser conscientes de que la muerte está a tu izquierda.
–¿Cómo vivió usted el proceso de escribir este poemario? ¿Hizo balance de su propia vida?
–Yo siempre me estoy replanteando cosas y haciendo balance, no especialmente con este libro. De hecho, creo que ser escritor es estar un poco enfermo en ese aspecto y estar siempre recordando, reelaborando, repasando y pensando, pero no lo hice especialmente para este libro, lo hago siempre.
–Mezcla recuerdos de infancia con la enfermedad de su padre. ¿Cuando un padre empieza a apagarse es inevitable echar la vista atrás y analizar el pasado juntos?
–Supongo que eso ocurre cuando muere cualquier ser querido. Nuestra identidad es el personaje de nuestra novela, de nuestra película, y cuando uno de los personajes principales desaparece, eso cambia el argumento, entonces tenemos que repasarlo y recordamos. Sobre todo, yo creo que el duelo es un proceso de asunción, de asumir esa vida que fue a nuestro lado, que ya no está, pero sí está porque nos ha influido muchísimo. Es como si siguiera viviendo ese ser querido en nosotros y supongo que ese proceso de recordar es como asumir todos los recuerdos dentro de uno y ese es el mejor homenaje que podemos hacer a los muertos: recordarlos constantemente, siendo conscientes de que gran parte de lo que somos es debido a ellos.
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–Usted alcanza la belleza en sus poemas, sin embargo, hay otros autores que prefieren desligarse de ese objetivo. ¿Considera fundamental que poesía y belleza vayan de la mano?
–Habría que definir qué es la belleza. La belleza no tiene que ser bonita, ni mucho menos, la belleza puede ser terrible. De hecho, yo creo en los versos de Rilke de «la belleza no es nada sino el principio de lo terrible (...) Todo ángel es terrible». Yo creo que es un poco así, la belleza es el límite de lo humano, lo que disuelve nuestro ego, nuestra vanidad, nuestra pequeña conciencia y nos libera y no necesariamente tiene que ser bonito. Y, por supuesto, no tiene que ser cursi, lo cursi no es bello.
–Dentro de su trayectoria poética, ¿qué lugar cree que ha alcanzado con este libro que acaba de publicar?
–Yo creo que toda mi obra es un todo. Refleja una cosmovisión y una exploración, sobre todo una exploración personal, de la vida y del universo y esto es simplemente otra exploración. La palabra evolución no me gusta nada porque conlleva una meta y creo que no hay ninguna meta, el propio camino es lo que buscas. Cómo lo buscas es lo que buscas.
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–¿Siente que la poesía está en un buen momento?
–Para mí la poesía es lo más importante. Yo, básicamente, soy novelista, pero siempre digo que escribo novelas que salen de la poesía, de un impulso poético. Para mí la poesía es lo más importante de la literatura y de la existencia. El ser humano es un animal poético, que convierte la fría materia y la sinrazón en poesía, le da un sentido y crea belleza. La poesía vive un buen momento, en cuanto a que hay muchísimos poetas, cada vez más, pero del mismo modo, es un mal momento porque hay muchísimos malos poetas por culpa de Twitter y de las redes sociales, que confunden poesía con estados, con cursilería y con éxitos sobre todo.
–¿Nota que con las redes sociales cualquiera que escriba dos versos se cree de repente poeta? ¿No cree que eso da valor a los buenos?
–Las redes sociales llevan tantos años que hablar de ellas como novedad es absurdo. Las redes sociales es como decir la calle y lo que sí creo que han conseguido es acercar la poesía a muchísimos chavales que, a lo mejor, no hubieran llegado a la poesía de otro modo. Es como empezar escuchando a Britney Spears o cualquier mala música, eso no es malo porque muchos de los que empezaron escuchándola siguieron escuchando música y desarrollaron el buen gusto. Empezar por mala poesía cuando eres un adolescente no tiene nada de malo y creo que las redes sociales han hecho que cada vez la poesía tenga más hueco en la sociedad.
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