Empar Fernández se hace con el Premio Hammett con 'El miedo en el cuerpo'

El Rodolfo Walsh de literatura de no ficción es para María Larrea por 'Los de Bilbao nacen donde quieren' (Alianza). Ella dice haberse escondido en la ficción para hablar de «la verdad necesaria e implacable» que con su obra sale a la luz. Se adentra en su propia historia personal esta mujer nacida en Bilbao que se crió en Francia en una obra que habla de adopciones ilegales. «Es importante para mis hijos que yo haya podido escribir la historia de mis padres», afirma la autora.

El premio Silverio Cañada a la primera novela negra es para 'Llevar en la piel' (Nocturna) de Antonia Lassa, una peripecia que también viaja a Francia y se desarrolla entre Biarritz y París. «Cuenta el asesinato de una mujer muy rica», revela su autora, que narra cómo el hecho de que tenga un amante joven destapa un sinfín de prejuicios a lo largo de una doble investigación policial y privada.

El Premio Espartaco a la mejor novela histórica ha ido parar a manos de Ignacio Martínez de Pisón por 'Castillos de fuego' (Seix Barral), una novela que transcurre en la postguerra española y que se detiene en vidas marcadas por la penuria y el dolor. Estuvo el autor en Gijón al inicio del festival literario, pero no ayer para recoger su Rufa dorada en el Museo del Ferrocarril, que acogía por vez primera la ceremonia de lectura del palmarés y entrega de los galardones.

Sí estaba allí, feliz y contento, Juan Ramón Biedma, autor de 'Crisanta' (Alianza), que recibió el Celsius a la mejor obra de fantasía, terror o ciencia ficción. Es también, dice el autor, «una novela histórica» y de fantasmas que viaja a la Sevilla del inicio de la guerra civil, en 1936.

Hay en todas las obras un interés social, un contar desde el individuo a la sociedad. Uno y otro van unidos a un género que no disocia, que aúna, que nos cuenta a todos. La esencia de la literatura es esa. Y también otra: la de unir soledades, la del autor y el lector. Ellos así lo creen y así lo han escrito.