Gema Fernández, en su estudio ovetense, donde escribe. ALEX PIÑA

«Un poema se acaba cuando lo veo en los ojos de la gente»

Letrista y vocalista de la banda Delagua, la mitad de Silvidos y Gemidos publica su tercer libro de poesía: 'Artesanía del error'

P. A. MARÍN ESTRADA

Viernes, 21 de enero 2022, 20:25

«Un alegato a favor de la imperfección», así define su último libro de poemas Gema Fernández (Oviedo, 1982). Cantante y letrista en Delagua, la banda que lidera con su hermana Silvia, ambas forman un tándem musical de amplio rodaje con proyectos como el dúo ... Silvidos y Gemidos, GPS o Pink Rangers. 'Artesanía del error' (Más Madera) es el tercer título que publica y al que define «intimista, trato de comprender qué lugar de responsabilidad tengo en el mundo, y al mismo tiempo es un manifiesto de disconformidad con lo preestablecido, la condena a la rareza y al diferente». Desde su mismo título plantea cómo «vivir es un trabajo de artesanía en el que los errores son la materia prima con la que vamos construyendo al ser humano que queremos llegar a ser. Y aunque los textos no hablan específicamente de todas mis equivocaciones -darían para una antología- sí subyace la idea de la no pertenencia, de no acabar de encajar nunca en ninguna parte», afirma.

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Crítica social y autocrítica impregnan las dos secciones del poemario: 'Fuera' y 'Dentro'. En la primera, explica, «me interesaba el error como concepto estigmatizado e impreciso, quién y bajo qué criterios determina que algo lo sea. Hay un discurso aparentemente motivacional que trata de convencernos de que somos los únicos responsables de nuestra suerte y me parece peligroso, desaparece la perspectiva crítica y lo que queda es la vergüenza, el autocastigo». La otra sección «sería una manera de entenderme a mí en el mundo, qué lugar ocupo en él, qué me gustaría cambiar y si verdaderamente hago algo por ello». Esa sería una de las funciones de la literatura, «como el arte en general, es una forma de conocernos a nosotros y a los demás, también de posicionarse respecto a la realidad: esta soy yo, esta es mi verdad y a lo mejor no es un error», opina.

Desgranar versos para ser cantados o leídos, aunque surjan de la misma pluma, para Fernández «son disciplinas diferentes: en un texto poético tengo mayor libertad, me mojo más, porque hablo desde mi única perspectiva, en una canción, estamos Silvia y yo, ya tengo que pensar en algo que nos represente a las dos. Además está sujeto a un esquema musical, una estructura, y ahí estoy mucho más agarrada, pero también es un reto. Ambas cosas me llenan igual», asegura. Y aunque la veta literaria surja en la intimidad, para comunicarla «por deformación profesional, soy animal de escenario y me nutro de la energía de la gente, por eso para mí un poema se acaba cuando lo veo en sus ojos, no me veo presentando libro en plan Umbral (risas), me gusta interpretarlo, mezclar humor con poesía, contar cómo juego con Silvia para que los versos cobren vida en la música y como al final dejan de pertenecernos», desvela.

En un tiempo dominado por el ruido y las prisas considera necesario «un pequeño retiro espiritual en el que pararse a escucharnos a nosotros mismos y a los demás»: la poesía, un arma «que tal vez no sirva para cambiar el mundo, pero sí tu mundo».

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