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«Ningún lugar del mundo es como Bulnes»

«Ningún lugar del mundo es como Bulnes»

El escalador murciano Ángel Ortiz publica, junto a Marcelino Mier, 'Bulnes, pastores, poesías y relatos'

M. F. Antuña

Gijón

Lunes, 22 de mayo 2023, 03:24

Ya murió Virtudes, una de esas mujeres tan duras y curtidas como sensibles y tiernas, que allá por los ochenta le dijo a Ángel Ortiz, montañero que desde los sesenta frecuenta el Urriellu y abrió junto a sus compañeros murcianos varias vías de escalada de la cara Oeste: «Te lo dije Angelitu, aléjate del picu». Llegó el consejo después de que este hombre que hoy tiene 66 años sufriera un accidente y cuando el amor por ese lugar de Asturias era ya para toda la vida y sin marcha atrás. A Virtudes la cita en el prólogo del libro 'Bulnes, pastores, poesías y relatos', que firma de forma conjunta junto a un octogenario de la zona, Marcelino Mier. Y es el volumen un homenaje a él, a su mujer Celina, que ya no está, a todos los pastores y a todas las gentes que este murciano se ha encontrado mirando al Urriellu. «He viajado por todo el mundo, al Himalaya, los Andes, me he querido quedar a vivir en Nepal, pero el enganche que tengo con Bulnes no lo he pillado en ninguna parte del mundo».

Es singular la vida de este murciano que hizo su primera expedición al Urriellu en 1977, que en 1983 abrió una nueva vía en invierno junto a sus compañeros, que fue durante diez años guía de montaña en Asturias y que acabó volviendo a su tierra para hacer de su pasión por la naturaleza oficio. Pero, nunca olvidó este norte al que siempre vuelve. Ha escrito numerosos libros de montaña y ha querido ahora plasmar ese amor incondicional en un volumen que tiene mucho de relato etnográfico. Cuenta cómo son los Picos de Europa, cómo es Bulnes, cómo son sus pastores, cómo son sus poesías, sus cánticos... Cómo es la vida. «La relación que yo he tenido con la gente de Bulnes no la he tenido en ninguna parte del mundo, iba incluso a pasar Navidades allí antes de que existiera el funicular, este libro ha sido la manera de devolverles todo ese afecto que ellos mostraron por mí y por los murcianos», se explica el escalador, que siempre encontró comida caliente, ropa limpia y muchísimo cariño. «Le propuse a Marcelino sentarnos y recopilar todo ese bagaje de experiencias suyas», introduce. Y descubrió que, efectivamente, valía la pena hablar con él o con Rosalía, otra pastora de la zona. Ponía el móvil y decía aquello de «venga, cuéntame». Y así se fue componiendo un libro que es de todo un poco, pero que derrocha sobre todo «sensibilidad por la naturaleza», la de esas gentes humildes que recuerdan coplas enseñadas por sus mayores, que saben lo dura y hermosa que es la vida en la montaña. «Marcelino nació en el Collado de Pandébano y él me contaba el recuerdo de cuando su padre estaba en la guerra y su madre se quedó sola con tres niños, que les encargaba trabajos para poder ella hacer el queso, remendar las camisas, un montón de labores».

Es un relato de lo cotidiano y de lo excepcional, con parada obligada en vidas como las de la familia Martínez, que tuvo en Víctor al primer guía del Naranjo de Bulnes, y con hueco para coplas como la de Paula Noriega: «No me llames Naranjo / que frutos no puedo dar / llámame Picu Urriellu / que es mi nombre natural». En julio estará en los Picos de Europa de nuevo para presentarlo.

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