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Los versos de 'Consejos para la mujer fuerte' de Gioconda Belli (Managua, 1948)pusieron ayer un combativo y hermoso final a la charla auspiciada por el Aula de Cultura de ELCOMERCIOque la escritora nicaragüense mantuvo con su colega Laura Castañón en la Semana Negra:«Si eres una mujer fuerte/prepárate para la batalla:/ aprende a estar sola,/ a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo,/ a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta,/ a nadar contra corriente./ Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto./ Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo,/ rodéalo de fosos profundos,/ pero hazle anchas puertas y ventanas».
Versos que fueron despedidos con la calurosa ovación de una Carpa del Encuentro abarrotada y que condensan a la perfección el mensaje que Belli lanza a través del 'El país de las mujeres', la novela que vino a presentar en Gijón y en la que, desde la ironía y la crítica, imagina el estallido de un volcán cuyos gases reducen temporalmente la testosterona de los hombres, volviéndolos de paso más dóciles y relegándolos a las tareas domésticas. Una catástrofe natural que aúpa milagrosamente al poder a las mujeres, agrupadas en el Partido de la Izquierda Erótica (PIE), desde el que se proponen dinamitar el patriarcado.
Y para eso ponen en marcha una serie de medidas, como «instituir un premio para el hombre que mejor realice las labores del hogar» o «impartir una asignatura en los colegios para aprender a criar a los hijos, que es la responsabilidad más grande, pero para la que nadie nos educa».
O «crear una bolsa de votantes calificados cuyo voto vale doble, algo que sería también muy bueno hoy en día», defendió la nicaragüense, condenada al exilio por el régimen de Daniel Ortega, que también la despojó de su nacionalidad. «Pintar de rosa los tanques y cañones y que todos los violadores sean sacados a los parques en jaulas con un cartel que explique sus delitos para hacerles pasar por la vergüenza que sienten las mujeres que sufren agresiones».
Una utopía –sostuvo– que no debería serlo, porque «el fin último de cualquier programa de gobierno tiene que ser la felicidad. El PIB es secundario. La felicidad es lo que realmente importa, no la plata», defendió la poeta y novelista, que puso como ejemplo que «en el estado indio de Kerala la gente tiene una esperanza de vida más elevada que en un barrio negro de Nueva York».
Y porque, en suma, «en nuestras sociedades el poder está pensado para los hombres». Como también lo está «el mundo del trabajo, organizado para hombres que tienen esposas, no para las mujeres», como demuestra el hecho de que conciliar sea muchas veces una esperanza vana.
Pero «esta no es una novela de odio a los hombres. Yo amo a los hombres», advirtió Gioconda Belli, quien precisó que su propuesta pasa por «feminizar el poder para volver más amable el planeta que habitamos»:«No se trata de ver quién es mejor. Se trata de ser todos más felices, de enriquecernos mutuamente. De cómo hacemos para que el 52% de la población mundial pueda desarrollar todo su potencial y cambiemos la vida que tenemos. Esa en la que cada vez estamos más aislados porque, en lugar de conectarnos, la tecnología nos aleja».
Porque –como recordó la nicaragüense que más pronto que tarde volverá a pisar su patria– «no hay nadie que no haya salido de una mujer y que no haya recibido sus cuidados, pero la enorme experiencia de hacer la vida y cuidarla todavía se considera un trabajo marginal».
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