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El poeta gijonés David González (San Andrés de los Tacones, 1964-Gijón, 2023) falleció ayer después de demasiado tiempo conviviendo con la voracidad del cáncer. Hace solo unos días había salido a la luz su último libro, 'La canción de la luciérnaga', y en él dejó escritos sus versos de despedida, en los que decía adiós a este mundo, asegurando que, «cuando la vida se te pone en contra, pensar en luchar contra ella no es más que otra de sus utopías».
A él ya no le quedaban fuerzas para seguir peleando contra ese monstruo que es la enfermedad, así que se fue a descansar, después de años de drogas, fiesta y emociones al límite. Porque fue un poeta maldito y doliente, que deja un legado con títulos como 'Sembrando hogueras' (2001), 'Anda hombre, levántate de ti' (2004) y 'Algo que declarar' (2007). En todos ellos, David desnudaba sin pudor sus emociones y se arrancaba la piel a trizas hasta sangrar, porque todas sus estrofas lloran, al igual que las palabras que dejaba en las revistas donde escribía y allá donde sembraba su impronta. Porque este poeta también dirigió la colección de poesía Zigurat, del Ateneo Obrero de Gijón.
La suya fue una vida de cultura y convulsiones y, en estos tiempos finales, compartía en sus redes sociales lo que él llamaba sus últimas palabras. «He pensado mucho en el cáncer y he llegado a la conclusión de que los que tienen que luchar son los médicos. Lo único que podemos hacer los enfermos es resistir a todas las perrerías que vamos a tener que soportar a lo largo de la enfermedad», dijo hace unos meses este hombre que aprovechó que se acercaba su final para leer y releer a los autores que marcaron su vida.
«y el acabar de estar soñando
cuando nos vamos a acostar»
Manuel Machado
últimamente
mis sueños
suelen ser
auténticas
pesadillas.
mejor así.
no me asusto
tanto
al despertar.
Esos que lo llevaron hacia el camino del realismo sucio, de la poesía de la conciencia crítica y de la poesía de la consciencia, donde siempre se enmarcó. Porque David nunca abandonó su manera de ser ni de escribir y participó en más de cien antologías, desde 'Feroces' (1998) hasta 'Disidentes' (2014). Y eso que la tinta, en su trayectoria, no estuvo reñida con las artes audiovisuales, porque protagonizó 'Vocación de perdedor', un documental sobre su vida y obra, que ya siempre formará parte de la memoria colectiva.
Y, en el plano personal, su vida fue tan vibrante como en el profesional. Fue hijo de una familia trabajadora, creció en las calles de la Cimavilla quinqui de los setenta y estudió en el colegio público del barrio alto, el Honesto Batalón. Allí empezó a juntarse con sus primeras malas compañías y sus padres lo mandaron a encarrilarse a los Jesuitas. Pero a David le iba la marcha y, a los diecinueve, participó en un atraco a una sucursal bancaria, lo que lo llevó a pasar algunos años entre rejas.
Llegar a esta edad no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
apuñalarle de frente o por la espalda.
dispararle, envenenarle, estrangularle
con una cuerda, con un cable o con tus propias
manos.
diferentes maneras de matar a un hombre,
pero si lo que deseas es que ese hombre sufra,
pero que sufra de verdad, que sufra como tú,
entonces déjalo, déjalo
que se muera, que se muera
de viejo.
Fue precisamente así, privado de libertad, como descubrió su vocación poética y empezó a vomitar versos que han sido traducidos a idiomas como el húngaro, el árabe, el portugués, el inglés y el alemán. Sus palabras viajaron por el mundo y eso ha hecho que su muerte desencadene la consternación en el universo asturiano de las letras. El escritor y director de la Fundación Municipal de Cultura de Gijón, Miguel Barrero, promete que le quedan para el recuerdo «muchos poemas memorables y noches generosas en risas y confidencias».
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Como él piensan muchos de los que conocieron, leyeron y hasta entendieron a David González. Él fue un verso suelto y así merece ser recordado. Hoy, a las 13 horas, su pareja, María del Carmen Gerpe, su familia, sus amigos y sus admiradores lo despedirán en el Tanatorio de Cabueñes. Aquí deja sus versos dolientes.
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