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Benjamín Prado (Madrid, 1961) tiene todas las manías. «Yo las llamo supersticiones, que suena más 'cool'». Así que, además de no pasar bajo los andamios, ... no permitir que le sirvan el vino de izquierda a derecha ni que le pasen la sal en la mano, jamás se viste de morado ni de marrón (mucho menos de amarillo) y no sale de casa «sin tener los cordones de los zapatos perfectamente rectos». «Ya les he cogido cariño a mis trastornos obsesivo-compulsivos», bromea el escritor, que mañana (20 horas) presentará su nueva novela, 'Los dos reyes' (Alfaguara), en la librería gijonesa La Buena Letra de la mano de Rafa Gutiérrez Testón y el Aula de Cultura de EL COMERCIO. La sexta entrega de los casos protagonizados por el profesor de instituto y detective Juan Urbano, que esta vez busca en Ceuta información para un libro sobre la Marcha Verde y el abandono del Sáhara por parte de España. Y, por supuesto, la ha escrito «con la puerta siempre cerrada y tinta verde».
-Ha prometido diez volúmenes de la serie. ¿No se ha venido un poquito arriba?
-(Ríe) Me quedan nueve o diez meses para entregar el siguiente y ya estoy 'agotadico'. Además de ser un trabajo casi físico, te entra el agobio de pensar si la vida y la salud te van a dar para conseguirlo. Mira a Almudena (Grandes), la pobre. Una de las cosas que la torturaban en los últimos momentos era no acabar sus 'Episodios'. Yo tardo en escribir una novela unos cuatro años... y ahora intento hacerlo en dos. Que sean más cortitas pero más rápidas. Más llenas de aventuras, amores, misterios...
-¿Menos mal que alguien se acuerda del Sáhara?
-¡Pero si nos acordamos mucho! Se acuerdan 16 de las 35 empresas del Ibex, que tienen intereses comerciales de muchos ceros allí. Cuando escribo, sueño con poder enseñarle algo a los lectores, pero también con aprenderlas yo. Y había cosas que no sabía. Porque todo surgió de una pregunta: «¿Por qué, cuando nosotros decimos Sáhara, estamos hablando de un desierto y los marroquíes lo llaman el Río de Oro?».
-Ilústrenos usted.
-Le diré que, por ejemplo, yo conocía los grandes bancos de pesca de El Aaiún y el negocio de los fosfatos, pero no tenía ni idea del lucrativo negocio del tráfico de arena para regenerar playas. No había caído en que esos cargueros que vienen a Canarias, Andalucía y muchos otros sitios son un negocio enorme, además de fraudulento. Porque -no lo digo yo, lo dice la ONU- esa arena pertenece al pueblo saharaui. De manera que esa arena no se está vendiendo: se está robando.
-Otra de las historias que explora tiene que ver con el rey Hassan II, que trataba de «hermano» a Juan Carlos I.
-Sí. Aunque a mí me hace gracia cuando comparan la monarquía española con la marroquí. Hombre, la española es una monarquía parlamentaria, mientras que la de Marruecos es una monarquía absolutista que tiene al país entero bajo su mando. Dicho esto, las monarquías son algo inexplicable en el siglo XXI. No tiene mucho sentido que existan derechos de sangre, derechos al poder, y menos aún en una democracia, aunque sea a nivel representativo. Pero lo digo sin odiar ni querer que decapiten a nadie ni mandarle al exilio (Ríe).
-Al final, ¿le ha salido una novela sobre la violencia del dinero?
-Es que el dinero siempre es violento. Porque es uno de los ejercicios de dominio sobre otros que nos hemos inventado y porque las razones económicas están en el fondo de casi todos los problemas entre la gente y los Estados. Por ejemplo, si miras hacia la invasión de Ucrania, te das cuenta de que es una guerra medieval, hecha por las mismas razones que en el siglo XV: la conquista del territorio vecino, la apropiación de la materia prima ajena... Todo ello disfrazado de cuestiones ideológicas y religiosas. La única diferencia es que hemos cambiado mazas por drones. Lo demás es igual. No hemos avanzado nada.
-Llega el 8M. ¿En igualdad entre mujeres y hombres también nos falta mucho por avanzar?, ¿usted se ha deconstruido?
-Yo siempre digo que para ser feminista no hace falta ser mujer. Los hombres tenemos una obligación extra a la hora de lograr la igualdad, intentar equilibrar un mundo que, evidentemente, nunca ha estado equilibrado. Por ejemplo, en este país sigue habiendo muy pocas académicas en la RAE y muy pocas mujeres en puestos directivos. De manera que yo estoy muy a favor de las paridades y las cuotas hasta que se produzca eso que todas las personas normales queremos: que uno llegue a donde tenga que llegar por sus propios méritos al margen de que sea hombre, mujer, chino, negro o gallego. Pero me temo que, para eso, queda un poquito todavía.
-Entre otras cosas, ¿por los retrocesos impuestos por partidos como Vox?
-Es lo único que saben hacer. La ultraderecha es un fracaso colectivo, no solamente un problema localizado en unas siglas. Recuerda lo que decía Gandhi: «Cuando un imbécil gobierna es porque otros imbéciles lo votaron». Para mí, es una sorpresa absoluta que, en un país como este, donde ha pasado lo que ha pasado, haya gente que todavía tenga nostalgia del espanto, del abuso, de la dictadura. Y lo que conocemos de estos ultraderechistas en concreto es que son una panda de caraduras bastante notable. Condenados por el Supremo, investigados por mil causas y tendentes a que les pongan un chiringuito y vivir estupendamente de él. Son una ultraderechita cobarde y dan bastante vergüenza ajena.
-Terminemos con algo bastante más amable: ¿'solo' con tilde o sin ella?
-Siempre con tilde. Absolutamente. Hay versos a los que, si al 'sólo' le quitas la tilde, te los cargas.
-¿Y su amigo Sabina, con quien ha firmado maravillosas letras, o Panchito Varona? Mójese.
-Soy amigo de Joaquín desde hace más de cuarenta años. Mi lealtad y mi cariño siempre para él, que además es un genio de la palabra. Y también cariño hacia Pancho. Lo otro son cosas entre ellos.
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