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Emilia Pardo Bazán.
«Miquiño, mi bien: me están volviendo tarumba tus cartitas»

«Miquiño, mi bien: me están volviendo tarumba tus cartitas»

I. B.

Viernes, 3 de enero 2020, 23:58

Miquiño mío del alma, ratonciño querido, monín, fachiña amado, pánfilo de mi corazón. Cuesta imaginar al serio y reservado Galdós del retrato de Sorolla encontrarse con estos encabezamientos al abrir su correspondencia. Más sabiendo que quien los escribía era una mujer de rompe y rasga, Emilia Pardo Bazán. Los dos autores mantuvieron durante aproximadamente veinte años una relación apasionada pero abierta -los dos tuvieron amores con terceros- de la que nos queda casi un centenar de cartas escritas por ella y que él conservó.

En 1881, Pardo Bazán publica su segunda novela, 'Un viaje de novios', en cuyo prólogo muestra su admiración por Galdós. Aquella primera declaración da pie a una amistosa relación epistolar salpicada de encuentros sociales en la que comparten críticas y consejos literarios. Dos años después, cuando tras el escándalo que supone la publicación de 'La cuestión palpitante' su marido la obliga a dejar la literatura, ella apuesta por sí misma; se separa y poco después le propone una cita a Galdós. «Plazuela de Santa Ana. ¿Cuándo viene? No quisiera tardar en verle».

La relación, más que discreta es clandestina, pero las cartas son de lo más efusivo. «Te muerdo un carrillito y te doy muchos besos por ahí, en la frente, en el pelo y en la boca». «Rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el cuerpote todo. Te aplastaré. Después hablaremos dulcemente de literatura y de la Academia y de tonterías. ¡Pero antes morderé tu carrillito!» «No hemos hecho más que arrimar la manzana a los dientes, esta es la verdad, no hemos agotado, ni siquiera bebido a boca llena el dulce licorcito que nos podemos escanciar el uno al otro». «Ven a tomar posesión de estos aposentos escultóricos. Aquí está una buitra esperando por su pájaro bobo, por su mochuelo».

Infidelidad

La relación sufre altibajos, como la infidelidad de ella con el editor José Lázaro Galdiano durante la visita a la Exposición Universal de Barcelona solo unos días después de que él regresara a Madrid y que ella reconoce lamentando más que él se enterara por terceros que el «el error momentáneo de los sentidos».

A partir de 1890, las cartas siguen siendo cariñosas pero la relación se va enfriando coincidiendo con el nacimiento de la hija de Galdós con Lorenza Cobián. La correspondencia muestra cómo la pasión vuelve a dejar paso a la amistad y al regreso ya definitivo del «mi ilustre amigo» en los encabezamientos.

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