Miguel Rojo: «Nada hay más humano que el mal»

«Un autor de trayectoria» calificó De la Calle a Rojo y a su libro de «novela literaria, ese contrasentido que se emplea en el mercado editorial español para los títulos que no van a vender mucho o en los que las frases tienen más de sujeto, verbo y predicado, porque en la actualidad se trata de leer deprisa y corriendo». En ese sentido elogió a 'Pequeños barcos a la deriva' como «una obra exigente pero de muy fácil lectura, con las páginas justas, que te engancha enseguida y lo que te deja al final son extraños sentimientos, que reaparecen días después como 'flashes' para hacerte reflexionar». Apuntó que también responde a la premisa de la novela contemporánea «que se la juega en la estructura, en cómo contar las historias de otra manera». Y acerca de las dos que aquí se presentan, confesó preferir la primera de ellas: 'El chico del reformatorio', basada en un hecho real: el crimen perpetrado por un adolescente británico hace algunos años, y a la que ensalzó como «una joyita, literariamente un círculo perfecto que envidiarán los que leen y los que escriben». Sobre la segunda narración que expone las quince horas de una jornada aparentemente ordinaria de un locutor de radio jubilado en una ciudad «que no se nombra, pero que todos los gijoneses reconocemos», ponderó cómo logra el autor que «en un día haya pasado toda la vida de este personaje atrapado en la cárcel de lo cotidiano y el desencanto vital».

En su turno, Miguel Rojo, explicó que la nueva novela constituía la última entrega de una Trilogía del Mal, iniciada con 'Siempre estaré a tu lado' y seguida en 'Resulta fácil hablar del día que vas a morir'. Todas son fieles al principal motivo que lleva al autor asturiano a escribir: «Me interesa la literatura comprometida, la que desasosiega y remueve por dentro, haciéndonos pensar», para ello resulta inevitable «levantar la alfombra y mostrar lo que hay debajo, porque el mal es lo más humano que hay y la bondad resulta escasamente literaria». En sus anteriores títulos había tratado de poner la voz narradora en la piel de un maltratador y de un yihadista, respectivamente: «Ambos eran muestras del mal causal: la violencia vicaria o el fundamentalismo religioso; en esta novela me atraía representar el mal casual, sin ninguna razón, tal vez el más difícil de controlar y que sugiere cómo todos podemos convertirnos en agentes ejecutores de ese mal», argumentó.

Hábilmente interrogado por Ángel de la Calle, el novelista reveló algunos secretos de su cocina literaria: «Soy lento, le doy muchas vueltas, a veces 'desescribo', eliminando lo superfluo y en cuanto a los personajes me gusta meterme en su piel, porque busco entenderme a mí mismo y a la sociedad». Acerca de su relación con los protagonistas de sus historias manifestó que «un escritor tiene que amar profundamente a sus personajes si quiere hacer algo creíble, si no está creando un fraude». Tras cerrar el ciclo de su Trilogía del Mal, aseguró que le gustaría que su próxima novela «fuese una historia de amor, me lo piden y me apetece», zanjó con una sonrisa traviesa.