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Rosa Montero ha vuelto a la Semana Negra con su nuevo título 'Cuentos verdaderos' (Alfaguara), una recopilación de crónicas escritas entre 1978 y 1988 que componen un sugestivo fresco coral de la Transición y se leen con el gusto de sus mejores relatos de ficción.
–¿Se reconoce en estas crónicas?
–Totalmente. Me reconozco en la voz, la curiosidad, la empatía. Lo que le interesaba a esa chica me sigue interesando. Incluso me dio un escalofrío ante ciertas cosas que hoy sería incapaz de hacer. Eso tan brutal del 23F, ponerme a teclear sin haber dormido en toda la noche y sin saber cómo iba a acabar el golpe, me quitaban las hojas para llevarlas al taller. Lo lees y parece pensado, es coherente como un relato. Ahora me resultaría dificilísimo.
–¿Y volver a aquella España?.
–Es como un viaje a Marte. Leer esas crónicas fue como asomarme a un pozo de vívoras. Era un país en precario, paupérrimo. Para hacerse una idea, hasta mediados los ochenta no hubo plena escolarización; el paro subió 15 puntos en una década; sin ayudas sociales ni desarrollo de derechos, una epidemia de heroína brutal. ETA mataba 80 personas al año, la extrema derecha cometía asesinatos como el de Atocha, desde el 76 al 81 hubo 50 personas muertas en manifestaciones. Olvidamos que España era así.
–¿La Transición fue un milagro o una bomba controlada?
–Hemos sido un país cainita, nos hemos estado asesinando desde hace 250 años, hemos vivido en una anomalía continua y de pronto ahí hubo un momento en que tuvimos todos los papeles para haber sido como la antigua Yugoslavia, y sin embargo, sucedió lo contrario, la sociedad entera, salvo la extrema izquierda y la extrema derecha residuales, decidió que íbamos a salir de esa mierda de país para construir un futuro democrático y de convivencia. Fue difícil pero se consiguió. Hicimos todos un milagro para no matarnos.
–No era fácil ejercer el periodismo sin presiones.
–Había muchos problemas, nada estaba asentado, pero todos los periodistas teníamos clara conciencia de que no estábamos solo haciendo periodismo y de que formábamos parte de un esfuerzo colectivo para intentar construir una sociedad más habitable y moderna.
–¿Hoy el reto de los medios es defender la veracidad frente a la difusión de bulos?
–Una de las catástrofes de este tiempo es el desmantelamiento del periodismo, que la democracia esté bajo mínimos está unido a esa debilidad. La semana pasada salió el dato de que el 53% de los españoles se informa por las redes, algo trágico, porque lo que hacen los algoritmos es que solo recibes aquellas noticias que te interesan, eso va creando unos sesgos cognitivos tan bestiales que crees que el pequeñísimo mundo en que vives es el universo entero y esto contribuye al sectarismo y a la violencia.
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Pablo A. Marín Estrada
–¿Eso también distingue la polarización de la Transición de la que vemos ahora?
–La Transición daba miedo porque pasaban cosas tremendas, ahora hay unas instituciones fuertes que sirven de colchón pero la crispación política que vivimos no solo en España, en el mundo, el hecho de que se estén articulando partidos que se basan en el odio al diferente y al contrario, es muy peligroso. El futuro lo veo oscuro.
–¿Qué le viene a la mente al oír de leyes sobre la información?
–Es algo que llevamos debatiendo y estudiando muchos años, yo lo tengo muy claro: la mejor ley de información es la que no existe. Una ley de ese tipo sería una ruleta rusa, una pistola cargada que puede hacer cualquier cosa.
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