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MARIFÉ ANTUÑA
Sábado, 19 de noviembre 2022, 01:28
El fotógrafo argentino Daniel Mordzinski (Buenos Aires, 1960) y el escritor chileno Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949-Oviedo, 2020) fueron amigos íntimos, recorrieron juntos mundo, compartieron vida, letras y fotos y magníficos momentos. Dos años después de su muerte, Mordzinski edita 'Hotel Chile' (Tusquets), un libro con textos inéditos del autor y fotografías que llevan su firma. Desgrana el fotógrafo en estas letras y las imágenes que las acompañan cómo fue su relación.
«A Luis lo conocí en un festival literario en la ciudad francesa de St. Malo. Acababa de publicarse la edición de 'Un viejo que leía novelas de amor' en francés. Era mayo de 1992. Lucho tenía 43 años y el éxito de su primera novela sería inmediato y se propagaría por el mundo. Tras su presentación me presenté y le propuse fotografiarlo. 'No, gracias', respondió tajante. Yo llevaba muchos años retratando escritores y hasta ese día no había recibido ningún rechazo. Nadie me había encargado que lo retratara, no me pagaban esas fotos, pero algo potente me había atrapado en Luis y me decía que debía insistir: lo hice hasta convencerle. Fueron unas fotografías rápidas, a baja voz, acompañadas de silencios, tomadas en el puerto, una junto al ancla de un barco de gran calado, otra sentado fumando. Siempre serio y siempre ayudado de un bastón. Cinco o seis minutos, no más, mientras lo fotografiaba yo tenía la sensación de que 'este tipo está sufriendo'. Extendí mi libreta prometiendo mandarle unas copias por correo postal, Luis me miró sin decir nada y garabateó un par de líneas en mi Moleskine. Cuando más tarde la miré, junto a su dirección había escrito 'los fotógrafos siempre prometen enviar fotos'. Regresé a París, revelé las fotos y le envié a Alemania dos copias por correo certificado, junto a una nota que decía: 'Los escritores no son todos iguales, los fotógrafos tampoco'. Unas semanas después recibía una carta con sellos de Alemania: 'Querido Daniel: tus imágenes no son fotografías, son radiografías, porque ellas revelan el horrible momento que estaba pasando cuando nos conocimos'. Me contaba que salía de una larga hospitalización debido a una enfermedad arrastrada de los años de prisión y me invitaba a su casa en la Selva Negra para hacer nuevas fotos. 'Ahora me siento bien', agregaba. Acepté su invitación y ese encuentro fue el comienzo de nuestra hermandad».
«Con la debida humildad diré que he sido testigo y parte del mejor Sepúlveda, el que no se ve en las entrevistas. He tenido el privilegio de trabajar a su lado en su faceta de director de cine y de periodista de combate, he visto cómo defiende a los desposeídos, cómo charla con sus seis hijos y lo he visto preparando asado para sus amigos y guardando silencio mientras piensa un nuevo relato. Hemos viajado juntos a los lugares más remotos del planeta y he visto cómo se enfrenta a lo desconocido y a los desconocidos y puedo contarles que la verdadera clave de su personalidad no es solo que era y es un enorme escritor, solidario y crítico, original y romántico, no. La verdadera esencia del papá de la 'Gaviota' es su humanidad, su manera de ser persona, su compromiso radical con los individuos, su fe en el género humano. Sepúlveda era grande, duro, valiente, infatigable, pero yo, mientras pensaba estas palabras, he ido recordando sus continuos gestos de consideración por el prójimo, su mirada limpia sobre los asuntos más oscuros, su humor capaz de reblandecer la niebla más opaca... Recuerdo su generosidad, sus continuos gestos de consideración por el prójimo, y me siento orgulloso de haber sido amigo, compañero de tantos viajes y hermano de una de las voces más dignas y firmes de la literatura».
«El día que me presentó a Carmen Yáñez en París, Luis estaba feliz y me había pedido que les reservara un hotelito cerca de mi casa, en la Place d'Italie, almorzamos los tres en un restaurante cuyo nombre evoca una canción de Yves Montand».
«El día que Lucho gritó 'Acción' por primera vez durante el rodaje del largometraje que dirigió: 'Nowhere'».
«El día que, tras 15 años de espera, me envió por correo el manuscrito de nuestro libro 'Últimas noticias del Sur'. Y para no ser avaro en días felices... todos los que pasé a su lado junto a Viviana y a mis dos hijos en Gijón, la ciudad que le hizo sentir, que, entre su mar y sus montañas, había finalmente encontrado su lugar».
«Mi amigo, mi compadre y mi compañero de ruta murió de coronavirus. El bicho malo lo mató tras 46 largos días de lucha, de partes médicos, a veces con esperanzas, siempre con angustia y desazón. El 16 de abril de 2020 a las 10:16 Luis Humberto Sepúlveda Cafulcura hizo su último viaje, como los florentinos llamaban a la muerte, y Lucho partió al fin del mundo que es también el sur del mundo y el sur del alma. Como escribió Luis en 'La lámpara de Aladino': 'Mientras los nombremos y contemos sus historias, nuestros muertos nunca mueren'. Una parte de él sigue viva en nosotros, porque sus recuerdos y su obra están vivas. Desde su muerte se han publicado decenas de nuevas ediciones y traducciones a nuevos idiomas. El interés por su obra sigue intacto».
«Como en el famoso bolero, nuestro libro es una historia de un amor como no hay otra igual. O mejor dicho, de varios amores: el de Lucho por las geografías de la aventura; el de un fotógrafo por su amigo escritor, y, sobre todo, el amor por un libro que es la crónica de una amistad inquebrantable, de casi tres décadas. 'Hotel Chile' nace de mi necesidad de ponerle punto final al duelo y es un puente transversal entre literatura y fotografía, son flashes de una 'foto-biografía' que incluye textos de Luis, en su mayoría inéditos, dialogando con mis fotografías; un tándem que nos permite asomarnos a los lugares que tuvieron especial sentido en la vida de Luis, desde las ciudades de su infancia y juventud hasta aquella última: Gijón, la que residió hasta su muerte. El título esconde un misterio, está inspirado de mi prólogo, lleva el mismo nombre, y evoca al Luis Sepúlveda explorador y viajero. Para revelar el misterio les aconsejo leer el libro».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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