Cuando Luis elogió 'Las edades de Lulú'

Lo tenían claro. «Volver a Asturias siempre mola». Esa fue la respuesta de Luis García Montero y Almudena Grandes el pasado año 2018 cuando fueron invitados a participar en el que sería su último acto público juntos en la región. Fue en el Nuevo Teatro de La Felguera, el 14 de abril, con el emblemático Paco Ibáñez como plato fuerte y la pareja leyendo poemas en recuerdo de un abuelo en concreto, fusilado tiempo atrás, pero también en memoria de todos los abuelos que habían luchado contra el franquismo. Aquel fue el epílogo a una larga historia de amor, de brillo intelectual y de compromiso con las ideas comunes, que empezó a 113 kilómetros de allí, también en Asturias. Fue en la localidad llanisca de Pendueles, el 16 de septiembre de 1992, cuando por primera vez se cruzaron las miradas de Almudena y Luis. Ella acababa de publicar 'Te llamaré Viernes', un libro que no tuvo gran repercusión después del enorme éxito de su primera novela, aquella con la que había ganado el premio Sonrisa Vertical de literatura erótica y que sería llevada al cine por Bigas Luna: 'Las edades de Lulú'. Llegó como una joven promesa de 32 años camino de consagrarse al caserón en el que se celebraban los Encuentros de Escritores de Verines, que habían nacido en 1985. Y lo hizo con su característica voz ronca, su cigarrillo casi siempre entre los dedos y su enorme personalidad.

En la fotografía del encuentro de aquel año, en última fila y prácticamente tapado por el resto de participantes, aparece también Luis García Montero. El poeta granadino, que sumaba entonces 34 primaveras, ya había publicado un ramillete de poemarios y se había alzado con varios premios, entre ellos el García Lorca y el Adonáis. Él hablaba más bajito, y todos le recuerdan como un chaval muy inteligente, envuelto en una aparente timidez y con aire de profesor despistado. Tenía, cuentan quienes le conocieron entonces, «pinta de no haber roto un plato en su vida». Y, según reconoció más tarde la propia Almudena Grandes, no era un adalid de la elegancia en el vestir.

Él compartía vida con su novia de toda la vida, y era padre de una niña. Ella tenía un niño pequeño y estaba casada. Pero algo surgió en aquellos tres días: no fue la única vez que, de las noches que seguían a los días de estudio en Verines, surgían amistades, rencillas o amoríos. «La siguiente vez que volvimos, en 1994, ya éramos pareja», recordaba esta semana en Oviedo García Montero, emocionado por regresar a Asturias. «Siempre que veo a García de la Concha» -director de los Encuentros por aquel entonces- «le recuerdo lo mucho que le debo a Verines», rememoraba antes de participar en un acto de la Cátedra de la Universidad de Oviedo que lleva el nombre de su queridísimo Ángel González. Otro vínculo más con Asturias, quien les reunió en múltiples ocasiones para disfrutar de fiestas, de lecturas poéticas, para tomarse unas cervezas con Joaquín Sabina en la Semana Negra, en la que coincidieron por última vez en 2011, en la que estuvieron también juntos en 2006. Era complicado para ellos llegar a los actos comprometidos a la hora señalada. Con todos se paraban a hablar, todo el mundo les pedía un autógrafo. Como a estrellas del rock, había que rescatarles de sus fans, sobre todo a Almudena.

Pero, ¿qué fue lo que hizo que aquella primera visita a Verines acabase por crear una de las parejas más estables y queridas del panorama literario patrio? Recogen las crónicas de aquellos encuentros literarios publicadas por EL COMERCIO que, en la segunda jornada, en la que estaban presentes, entre otros, Rosa Montero, Jon Juaristi, Carmen Riera, Isabel Clara Simó, el dramaturgo José Luis Alonso de Santos -autor del celebrado 'Bajarse al moro' que después encumbraría a la recientemente fallecida Verónica Forqué-, Miguel Anxo Murado, Clara Janés, Iñaki Aldecoa, Carmen Gómez Ojea, Pablo Ardisana y Álvaro Ruiz de la Peña, surgió el debate sobre la utilidad de la Literatura. Era de la opinión Almudena Grandes de que «la literatura es inútil. No se puede conseguir con ella encontrar llaves que nos permitan explicar lo inexplicable», postura en la que se situaban también Miguel Anxo Murado, Rosa Montero («el mundo puede existir sin nosotros, los escritores») e Iñaki Aldecoa.

Otros, como Jon Juaristi, José Luis Alonso de Santos y Juan Carlos Suñer, sí defendían el valor de la creación literaria. «La Literatura es útil o, al menos, tiene cierta utilidad, pues ha sido el vehículo de la Filosofía durante muchos años», apuntaba este último. Fue entonces cuando opinió Luis García Montero, con una frase que se abre a muchas interpretaciones. «La Literatura de la experiencia es cuestionada por su inutilidad, pero a mí, la primera novela de Almudena Grandes me fue útil tres o cuatro veces, al menos». Se refería el poeta a 'Las edades de Lulú', la novela erótica de la escritora madrileña. Sus miradas se cruzaron, y ambos sonrieron. «Ella me miró, entendió y así comenzó nuestra historia», contaba tras su muerte Luis García Montero.

Desde entonces, todos los que les conocían vieron que allí estaba naciendo algo. Poco después, antes de que acabase el año, coincidieron en Granada y quedaron para comer en Madrid. Los dos dieron enseguida por acabadas sus respectivas relaciones de pareja y empezaron a verse asiduamente, quedando en casas de amigos comunes hasta que tuvieron la suya propia. En 1996, se casaron por lo civil en la localidad granadina de Santa Fe y en 1998, García Montero publicó 'Completamente viernes' -el libro que Luis depositó cariñosamente en su tumba el pasado 29 de noviembre-, un poemario que es un canto de amor a Almudena, su nueva musa, a quien escribió durante aquellos primeros encuentros 'La ciudad de agosto'.

También de camino a Gijon, el domingo 27 de septiembre de 2020, para asistir a la Feria del Libro, escribió García Montero 'En otra caverna (habitación 5427)', al día siguiente de conocer la enfermedad de Almudena. «De manera importuna/, después de la noticia,/ viajé muy de mañana/ para caerme del avión/ lejos de mí,/ en una tarde de domingo./ Es verdad que son muchos los poemas/ de amor que suelo dedicarte./ Pero en estas palabras/ la cicatriz devuelve su retórica/ y se deja de versos», escribió aquel día. En el primer vuelo de la mañana llegó de Madrid, con Martín López- Vega, con el que participaría en un coloquio sobre el Instituto Cervantes moderado por el colaborador de EL COMERCIO Ignacio del Valle. «Estaba alicaído, pero no sabíamos por qué», explican quienes coincideron con él aquel día. Y aunque la invitación para asistir a la Feria era para los dos, para Almudena y para Luis, ella no pudo venir.

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