Leer a Natalia Ginzburg (1916 -1991) es como recibir un baño de agua fresca cuando más aprieta la calima. Es la escritora por excelencia de la nostalgia. Su literatura es rabiosamente hermosa, triste, desnuda y sorprendentemente fresca. Ella describe como nadie el sufrimiento, la soledad ... y el drama de la desesperanza. Me entusiasma sobremanera la forma sencilla, precisa y rotunda que tiene de mostrarnos los personajes. Sólo con dos o tres frases consigue describirlos de manera diáfana y definitiva, y no falta en sus inteligentes y abreviadas descripciones la sazón de la ironía. En sus novelas breves nos habla de la desesperanza, del egoísmo de unos y de la generosidad de otros, de esos futuros que se resisten a manifestarse. La escritora de Palermo teje con amor y esmero para sus lectores un cálido manto de palabras agradecidas. Me gusta mucho el envolvente calor literario de Natalia Ginzburg. En esta ocasión se trata de 'Valentino', un relato publicado en 1947. La narradora, Caterina, pertenece a una familia muy humilde. Se esfuerza para sacarse el título de maestra. Tiene una hermana, Clara, que ya está casada y con hijos y que vive con muchas escaseces, desengañada y entregada a la ingrata y mal pagada tarea de escribir direcciones en montones de sobres, y hay un hermano, Valentino, guapo y consentido y estudia medicina con gran sacrificio de todos. El padre es un maestro jubilado que se pasa el día desvariando solo y sin decir nada sensato e imaginando a su hijo Valentino convertido en un médico famoso. El padre está convencido de que Valentino va a ser un gran hombre y por eso son para él todos los recursos y los cuidados. La madre es una mujer de viejas costumbres y falta de criterio. Valentino es un vividor egoísta que va de novia en novia y de fiesta en fiesta. Pero un día Valentino dice que se casa y la novia no es una guapa y superficial jovencita, es una mujer poco agraciada, mucho mayor que él y muy rica. Todo empieza a cambiar entonces en las relaciones familiares, aunque Valentino no va a cambiar y sigue pensando exclusivamente en sí mismo, venerando su propio cuerpo, comprándose trajes nuevos y mirándose al espejo como un idiota. Caterina se siente sola y aislada. Sus padres ni siquiera le preguntan si quiere casarse o comprarse un vestido o salir con otras chicas. Ellos solo piensan en Valentino. Pero Caterina no pierde la confianza, no siente rencor. Ella cuida de ambos de manera abnegada hasta que mueren. Comienza a trabajar de maestra a la vez que va descubriendo la inteligencia y los valores de su singular cuñada Maddalena. Pero nada es lo que parece y se desencadenan acontecimientos que afectan a la vida de Caterina, aunque ella seguirá sintiéndose sola y sin nadie con quien compartir sus sentimientos. Natalia Ginzburg escribe bajo el padecimiento de una poderosa nostalgia. Ella posee un gran talento y una infrecuente sensibilidad para elegir las palabras más hermosas y ponerlas a disposición de los sentimientos. Posee un genio especial para captar los detalles insignificantes y elevarlos a la categoría de las grandes emociones. Natalia Ginzburg no tuvo una vida fácil. Su padre, profesor, y otros miembros de la familia, fueron encarcelados por antifascistas. Su familia materna era socialista y judía. A los 22 años se casó con Leone, que andará de cárcel en cárcel hasta la tortura y la muerte. Natalia Ginzburg es sin duda una de las grandes escritoras del siglo XX.
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