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P. A. MARÍN ESTRADA
Viernes, 24 de diciembre 2021, 01:33
El taller donde escribe Jordi Doce (Gijón, 1967) está en la calle, ahí en sus andanzas cotidianas por el tránsito de la ciudad y sus remansos verdes, fluyen las ideas que el caminar va encajando en la mente. De ese meditar deambulando afina la mirada ... sobre la realidad y sus desconcertantes vueltas para compartir luego sus observaciones con los demás, esos pocos o muchos afines que acaban confluyendo en la lectura de esas líneas trazadas como el propio mundo, en movimiento. Con ese estímulo machadiano de paseante fueron destilándose páginas como la de su último cuaderno de notas: 'Todo esto será tuyo' (Pre-Textos) y cada poema, «cuando me siento a escribirlo, es porque lo tengo ya maduro en la cabeza», afirma sobre la tarea que reserva para la mesa de su estudio madrileño.
El nuevo volumen sigue la estela abierta hace una década por 'Perros en la playa' y es, en sus palabras, «el sedimento del cuaderno donde voy anotando apuntes, aforismos, memorias fragmentarias, viñetas o estampas de lo que pasa en la calle». El libro es el resultado del montaje de ese material y esta entrega, asegura que «forma parte de una paradoja, la de alguien que está mirando el mundo, comentándolo y al mismo tiempo rehúye esa compulsión de la gente por dar su opinión. Vivimos en una época en que todo el mundo nos está dando la suya, fundamentada o no, se la hayan pedido o no. Creo que la escritura literaria es otra cosa, ofrecer una determinada mirada sobre la realidad, intentar encontrar un ángulo distinto desde el que ver ciertas cosas, pensarlas desde un lugar que no sea el común, una mirada revestida con la ropa del asombro o la inquietud, más que cerrar un asunto con un juicio, abrirlo con otra percepción», defiende.
Esa es la clase de escritura a la que le interesa aplicarse: «Textos que busquen generar una conversación con el lector y que se sume a ella si encuentra algo sugerente, aportando su propia reflexión a partir de lo que ha leído». Autor de variados formatos, Doce compara su trabajo «con la esfera terrestre: la poesía sería el núcleo magmático, notas como las de este cuaderno, las traducciones o los escritos sobre poesía, se alejan de esa zona caliente y estarían más en la superficie del globo. En todo caso el espíritu en el que gira toda esa escritura es poético», explica. Acerca de las propias definiciones sobre ese magma, señala que «con los años eso te va importando menos. Lo que sí creo es que la poesía siempre está ligada a un acto de imaginación que te permite ponerte en el lugar del otro, implica empatía, un intento de entender a los demás. Para mí la poesía y el arte en general no es juzgar, es intentar acoger la riqueza de lo que nos rodea, descubrir que uno está en los otros y ellos en uno, que somos muchos incluso dentro de uno mismo. Hay muchos yoes», argumenta. Y la lectura, lo dice en su nuevo título, otro acto que «nos permite identificarnos con lo que leemos sin dejar de ser quienes somos».
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