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Bruno Schulz (1892-1942) es uno de los grandes creadores del siglo XX. Comenzó estudiando arquitectura y terminó como profesor de dibujo, Vivió pobre y enfermo y murió de un tiro en la nuca disparado en plena calle por un oficial alemán. Como tantos otros ... judíos, Schulz encontró la muerte en la Polonia ocupada. La guerra destruyó gran parte de su correspondencia, dibujos y grabados, un diario íntimo y su última novela 'Mesías'. La vida de este escritor grande transcurrió en el marco de la pequeña ciudad de Drohobycz, en la región de Galitzia, al norte de los Cárpatos históricamente fraccionada y convulsa, que perteneció al imperio austrohúngaro y sufrió las ocupaciones polaca, soviética, alemana y de nuevo soviética. Galitzia pertenece ahora íntegramente a Ucrania, y es tierra de grandes escritores. Además de Schulz nacieron en esta tierra Yuri Andrujovich, Joseph Roth y Paul Celan. Sus relatos son enigmáticos y filosóficos, sembrados de inolvidables y sublimes metáforas. Su prosa es excéntrica y genial.
Hace muchos años que descubrí a Bruno Schulz, y varias veces he vuelto a perderme en el polvo de las tiendas de color canela, donde su padre vendía las telas, o he ingresado con gusto en el sanatorio bajo la clepsidra. Una frase suya está entre las que tengo en la nómina de las importantes: «Hay cosas que no pueden ocurrir hasta el final de forma absoluta. Son demasiado grandes y magníficas para caber en un suceso». Agradezco sobremanera esta nueva y cuidada edición de Siruela de la obra completa de Schulz, en la que se incluyen un magnífico prólogo del crítico florentino Francesco Cataluccio y algunos de los dibujos del autor. Me pierdo de nuevo con el niño Bruno por las calles de su barrio, contemplando los escaparates, los cubos sucios y grises llenos de mercancías baratas, los maniquíes de cera, las cabezas con las pelucas y las prostitutas con sus caras estropeadas y sus vestidos de encajes. Practico con él los maniáticos monólogos del silencio en el paisaje provinciano de las fachadas color canela, donde se lucha en el límite de la nada y de la muerte, en los barrios de la ilusión y los gestos vacíos, en los sucios rincones de los ocasos y los alientos donde nada se realiza hasta su culminación porque todos los gestos se agotan tempranamente.
La vida, en los relatos de Bruno Schulz, está llena de días innecesarios y de deseos fermentados que crecen muy deprisa. 'Las tiendas de color canela', publicado en 1933, es el libro perfecto, construido a la medida de un sueño, el alambique literario de los escalofríos de la lengua escrita.
Aún se sigue buscando su novela perdida 'El Mesías' por los desvanes de Drohobycz. Se habrá quedado encerrada en algún rincón de la república de los sueños, que es el territorio soberano de la poesía. Bruno Schulz sabía (así se lo había explicado su padre) que la belleza es una enfermedad, un oscuro presagio de la destrucción erguido desde lo hondo de la perfección y saludadopor ella con un suspiro de la más profunda felicidad.
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