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carmen yáñez
Viernes, 17 de abril 2020, 00:17
La historia de Luis Sepúlveda y su mujer, Carmen Yáñez, es una novela en sí misma. Por dos veces se casaron, la primera en Chile y la última en Gijón en 2004, con veinte años de diferencia, tantos como pasaron sin verse y embarcados en otras vidas. Pero el suyo era un amor destinado a ser eterno y así lo será ya para siempre. Ayer Carmen, poeta de verbo limpio y palabras justas, logró convertir su dolor en el poema que, con la generosidad que la caracteriza, comparte con los lectores de EL COMERCIO.
Ignorantes de la luz que circundaba la inocencia
éramos tan felices amor mío
con el calor de nuestras manos juntas
cruzando todos los caminos
y riéndonos de los obstáculos de piedra o granizo
que nos intentaban parar esa carrera irresponsable de la felicidad.
Éramos tan felices
y no nos enterábamos de la dimensión de la vida.
De la invisible amenaza, de la larga sombra del miedo,
no lo sabíamos nosotros, irreverentes.
Amándonos con proyecciones de futuro.
Hoy ya no pienso más allá de mañana cuando espero
tu prueba de vida dicha por otros.
CARMEN YÁÑEZ
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