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Soy un desastre sentimental. Me canso de todo. Mi madre cuenta que cuando le estaba chupando la teta izquierda no le quitaba el ojo a la derecha». Así se describe Miguel, protagonista de 'Los días felices', en el último libro de la periodista y ... escritora Mara Torres (Madrid, 1974), que hoy a las 19 horas presentará en la ovetense Librería Cervantes junto a Ángeles Caso. Pero es que en su anterior novela, finalista del Planeta, también firmaba un arranque de los que no se olvidan: «La vida es una mierda». Nada que ver con la actitud vital de la presentadora de 'La 2 Noticias', que está deseando llegar a Asturias, donde, antes de la presentación, charlará con el alumnado del colegio público de Colombres. «A los de cuarto de ESO les ha tocado 'Los días felices' como lectura obligatoria y eran mi prioridad. Me hace mucha ilusión y he movilizado toda la agenda para estar con ellos, así que llegaré aunque tenga que ir en trineo. Solo pido que, como ha habido avisos de nevadas con tanta antelación, la DGT haya tomado nota. Y eso que la nieve es el mejor fenómeno meteorológico para el clima, porque significa agua».
-Tengo entendido que la unen algunos lazos con esta tierra...
-Sí. Voy a Asturias de forma habitual porque mi chico es hijo de padre asturiano y estudió el MIR en Oviedo, así que nos quedaremos disfrutando todo el fin de semana.
-También disfruta sin medida de los versos de Ángel González.
-Es mi poeta de cabecera. Me gustan todos sus poemas y sus libros, pero el que tengo más manoseado es 'Palabra sobre palabra'.
-¿Cómo compagina escribir con un informativo intempestivo?
-Durmiendo poco (Ríe). Soy muy disciplinada porque, además, tengo poco tiempo: desde las cuatro de la tarde hasta la una trabajo en la tele. Así que cuando tuve vacaciones en el último año, ni me levantaba de la silla. Se me olvidaba hasta comer.
-No extraña nada, entonces, que diga que su relación de pareja, a distancia, es la relación ideal.
-La verdad es que entre semana no he tenido mucho tiempo y los fines de semana, cuando nos veíamos, le contaba con todo detalle lo que había escrito. Desde luego, tiene mucha paciencia (Ríe).
-También en 'Los días felices' se habla de que lo que usted llama «los impuestos sentimentales» porque «todas las relaciones exigen una contrapartida». ¿Cómo saber si merecen la pena?
-Esa es una buena pregunta, porque, cuando tienes una relación, siempre hay cosas que añoras. Si tienes una relación estable, probablemente añores la libertad de no tener pareja. Cuando tienes una relación larga, quizá echas de menos la pasión de los primeros días . Y, cuando estás solo, lo que quieres es tener una relación estable. Vivimos en la insatisfacción permanente. Sobre todo, de los veinte a los cuarenta años. La novela va de eso.
-Sostiene que uno, a los cuarenta, se da cuenta de cosas como que, probablemente, ya no trabajará nunca en un chiringuito de playa. O, como han dicho, «dibuja a una generación que ha liquidado demasiado rápido sus ilusiones».
-(Ríe) Sí que es verdad que hay una parte de la novela en la que se pone encima de la mesa el que se nos ha enseñado a vivir encontrando la felicidad en tener, en acumular y en pensar «¿qué pasará cuando...?» en lugar de disfrutar del presente.
-¿En su presente laboral hay muchas presiones informativas?
-Una televisión pública tiene que ser independiente de todos los poderes públicos y empresariales. Eso es lo que siempre han dicho de nuestro informativo y espero que lo sigan diciendo porque nosotros no recibimos ninguna presión.
-¿La ha sentido por ser mujer?
-Me cuesta mucho decir que no. Tengo mucho cuidado porque el hecho de que no me haya pasado a mí no quiere decir que no le haya pasado a muchas mujeres. Y lo cierto es que las mujeres llevamos muchos años esperando el lugar que nos corresponde a todos los niveles: empresariales, económicos, en la sociedad y en los puestos directivos.
-¿Comparte la filosofía del #MeToo o está con la Deneuve?
-Comparto al 100% el movimiento #MeToo y me parece que el manifiesto francés tenía algunas partes interesantes, pero hay algo que lo deja por los suelos, que es que ya sabemos que no es lo mismo seducción torpe que acoso sexual. Ya partíamos de ahí, pero el abuso de poder y el acoso no se pueden permitir en ningún campo. Ahora ha saltado por los aires la industria de Hollywood, que se ha encargado de perpetuar muchas veces, a través de su cine, estereotipos machistas. Así que, si el movimiento #Me Too ha servido para que una sola mujer en el mundo haya podido denunciar una situación de acoso, adelante.
-¿Qué hay en los diarios que acumula desde que era una niña?
-Anotaciones que nadie entendería excepto mi madre. Ella leyó desde el principio los borradores de este libro, cuando tampoco los entendía nadie, y me decía: «Muy bien, muy bien. Esto está fenomenal» (Ríe).
-Y tengo que entendido que su tiempo en 'Hablar por hablar' también le ha servido.
-Sí. Allí conocí la frescura que tiene un diálogo que sale de las entrañas, sin cortapisas. Además, me llevaba todas las historias a casa. He llorado mucho haciendo el programa, me he reído, me he enfadado mucho... En el libro ocurre al contrario: es una evasión de mí y de la realidad.
-¿Que el final de la historia de la república catalana lo escriba Ana Rosa supera a la ficción?
-En general, la actualidad política supera a cualquier ficción. Ahora se está estudiando cómo es posible que un experimentado político como Toni Comín abriera unos mensajes de Puigdemont sabiendo que tenía todas las cámaras detrás. Los periodistas tenemos que entender la actualidad política con suspicacia y con cierta sospecha.
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