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A. VILLACORTA
OVIEDO.
Jueves, 22 de abril 2021, 01:54
«El cielu y la tierra pasarán, pero les mios palabres nun van pasar» (Marcu, 13, 31). Ese versículo del Evangelio de San Marcos encabeza la primera traducción completa de la Biblia en llingua, que ayer fue presentada en el Real Instituto de Estudios ... Asturianos (Ridea). Una tarea titánica que ha llevado más de tres décadas de trabajo «para la xente que quier vivir, hablar y rezar en asturiano», sostuvo el presidente de la Academia de la Llingua, Xosé Antón González Riaño, que contó que esta nueva versión interconfesional (válida para católicos y protestantes) del libro de libros se suma así a las 3.000 lenguas a las que ya ha sido traducido total o parcialmente.
Tres mil son también los ejemplares de esta primera edición que salen a la venta a 30 euros y con una introducción del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, a pesar de que el acto no contó con ningún representante de la Iglesia católica, pero sí con varios pastores evangélicos.
Fueron precisamente el pastor Rubén Fernández Valle y el jesuita Federico González-Fierro Botas quienes estuvieron en el germen de aquella idea que, como apuntó la consejera de Cultura, Berta Piñán, «primero fue vista como una fantasía y después como un sueño», hasta convertirse, finalmente, en «un proyecto hecho realidad» gracias «al entusiasmo, la profesionalidad y la sensibilidad de todas las personas que participaron en él».
Gentes como José Luis Andavert, quien entonces dirigía la Sociedad Bíblica de España -impulsora de este «hecho histórico»- y que, «muy emocionado y muy feliz después de 34 años», defendió que, «aunque el fin de la dictadura significó el final de muchas cosas y el principio de otras como el reconocimiento de las diferentes lenguas del Estado que habían sido desdeñadas, lamentablemente aún queda mucho por hacer» para situar al asturiano en el lugar que merece y «reconocer, de paso, la dignidad de sus hablantes». Y, junto a él, una legión de biblistas, teólogos y lingüistas, «buenos conocedores de la lengua asturiana que tuvieron que recibir cursos intensivos de hebreo» para respetar la fidelidad textual de este pilar de la cultura occidental.
Fueron años de idas y venidas, interrupciones y dificultades de todo tipo, pérdidas y crisis económicas, pero también de impulsos decisivos, como la incorporación de Ramón d'Andrés, colaborador de este periódico, al proyecto como revisor lingüístico y literario al frente del equipo.
Asumía así un reto colosal en el que «había que conjugar el respeto por la Biblia con el respeto por la llingua», primando «la comprensión, la corrección y la elegancia» para que «uno los mayores monumentos literarios de la humanidad» pudiese «ser entendido por todos aquellos que aman el asturiano». Y, para eso, hubo que dar con un tono «que no fuese ni muy moderno ni muy antiguo, ni muy complejo ni muy simplón», e incluir materiales auxiliares como una tabla de pesos, medidas y monedas, una guía de nombres propios (Matéu, Marcu, Lluques, Xuan...), una reseña del calendario hebreo y una sección de mapas de las tierras bíblicas en los que figura el único fallo detectado a lo largo de sus más de 1.400 páginas: «Varios mapas que se colaron en castellano y que serán corregidos en la próxima edición. Pecado mortal».
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