La escritora Aida Sandoval, tras el éxito cosechado con su anterior libro, 'Animales hambrientas' (Difácil, 2022), nos sumerge de nuevo en su particular universo creativo a través de 'La muñeca' (Difácil, 2023), una novela contemporánea de carácter reflexivo a la par que provocador. La autora ... reflexiona a través de diferentes personajes, cuyo nexo común es el edificio en el que viven, sobre la soledad, las diferencias de clase y la intrincada combinación entre el sexo y los pensamientos sombríos que a todos nos abrazan alguna vez. Gracias a diálogos cercanos y una prosa natural, Sandoval aborda temas complejos de manera fácil, y pone nuestras debilidades y deseos más íntimos frente al espejo.
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–Su libro está lleno de hormigas, ¿qué significan para usted?
–En el juego que propongo en el libro, en la metáfora de compararnos con ellas, son animales organizados, sometidos a rutinas y obligaciones; que trabajan por el bien de un equipo u organización que podemos identificar como sociedad. Las admiro y las compadezco a partes iguales. Me gustaría que, algún día, alguna pudiera rebelarse, romper con todo e irse a otro hormiguero más feliz porque decida ser dueña de su destino; porque le dé la gana sin tener el remordimiento de haberle fallado a las demás. Que la culpa, ese mal que tanto nos aqueja a todos, pasara a un segundo plano.
–¿Se considera una hormiga?
–Sí, sobre todo para escribir. Voy poco a poco, gota a gota, rascando horas al día para poder hacer lo que me ilusiona. Soy más de tener provisiones para el invierno que de improvisar, porque así duermo más tranquila.
–Hormigas que buscan su sitio. ¿Acaso es una quimera encontrar el adecuado?
–Es un pensamiento demasiado utópico creer que hallaremos el sitio correcto para siempre. La vida es un constante cambio donde adaptarse es lo más sensato. Lo que sí debemos es encontrar nuestro propio lugar y nuestros propios límites para que, suceda lo que suceda, podamos saber dónde estamos y no nos tumbe la primera sacudida personal. En eso están los personajes del libro, en quererse a sí mismos a través de una comunidad.
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–Un libro que habla, en realidad, de soledad.
–De aceptarla. Tememos demasiado a la soledad cuando lo cierto es que estamos casi siempre solos, sobre todo los escritores. ¿Será que no nos llevamos bien con nosotros mismos? La soledad se está convirtiendo en la lacra de nuestros días. Se habla de gente mayor, adolescentes con depresión… Tanto murmullo señala que fallamos como grupo, aunque yo pienso que de lo que cojeamos es de salud mental. Hay que potenciar la ayuda desde edad temprana, atajar los intentos de suicidio, el acoso, la tristeza o el buscar la aprobación propia a través de la opinión de los demás. Mis personajes, si hubieran tenido las herramientas adecuadas, habrían escrito una historia muy distinta.
–También trata en el libro las diferencias de clase.
–La escalera del edificio me sirve para hablar del inmovilismo social y la precariedad laboral y social. Dependiendo de tu nivel económico, vivirás en un lugar u otro, te relacionarás con distintas personas y accederás a distintas oportunidades. Insisto, al igual que en mi anterior libro, en que todos no somos iguales. Esa es la zanahoria tras la que caminamos, la rueda de hámster. Es perfecto que suba el salario mínimo; sin embargo, la clase media desaparece y poner la calefacción en invierno es un exceso. Ir de vacaciones un sueño patrocinado por financieras mafiosas y tener hijos, en plural, una hoja de Excel con muchos números que suman balance negativo.
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–Sexo y pensamientos oscuros. ¿Cómo ha afrontado esta combinación?
–En 'Animales hambrientas' ya tocaba el tema cuando, para escapar de esos pensamientos –que entiendo como depresivos, de suicidio o de hacerle daño a los demás–, se utiliza el sexo como vía de escape y canalizador del control. Es una combinación complicada que intento tocar con tacto, ya que no pretendo ser soez ni ofensiva.
–¿De dónde nace 'La muñeca'?
–De la necesidad femenina de reivindicar que no somos muñecas. Estoy convencida de que todas las mujeres nos hemos sentido tratadas así en más de una ocasión. Muchas veces sin malicia, simplemente es la costumbre del hábito. Luego, esta necesidad se amplió también a los hombres y a la búsqueda de encontrar nuestro sitio, algo que es indudable que a nosotras siempre nos ha costado más.
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–Su anterior obra, 'Animales hambrientas', tuvo mucho éxito. ¿Cómo ha enfrentado la escritura de este cuarto libro?
–Con mucha ilusión. Saber que la gente entendió y abrazó una voz propia y distinta para contar algo, me dio el empujoncito que me hacía falta para dar un paso más y seguir arriesgando en el modo de escribir. Los lectores no somos tontos ni nos gusta que nos traten así. Necesitamos que los libros nos estimulen.
–Para usted, ¿qué es escribir?
–Escribir es medirle el pulso a la vida. Es volcar en las páginas lo que aprendes, lo que no consigues aprender, lo que sufres y lo que disfrutas.
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