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El escritor Juan Manuel de Prada.
«No estoy en contra de lo popular, sino de lo plebeyo y lo chabacano por halagar al público»

«No estoy en contra de lo popular, sino de lo plebeyo y lo chabacano por halagar al público»

Escritor

ALBERTO PIQUERO

Jueves, 8 de diciembre 2016, 00:16

Tuvo un éxito temprano que incluyó el Premio Planeta por 'La tempestad' (1996), que ha seguido manteniendo a lo largo del tiempo, si bien interrumpido por un periodo en el que creyó haber perdido el pulso narrativo. Un reflejo de todo ello y del mundillo literario y sus alrededores, lo ha trasladado Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) a las páginas de su última novela, 'Mirlo blanco, cisne negro', de la cual hablará el próximo martes en la Colegiata de San Juan Bautista de Gijón.

-La novela se inicia trazando sarcásticas caricaturas a diestro y siniestro, en una fiesta literaria, sin omitir la autocrítica del propio narrador. ¿Cuál fue el impulso original de 'Mirlo blanco, cisne negro'?

-Puede que la necesidad de hacer balance de todos estos años de dedicación a mi vocación literaria, sin pretender incurrir en autobiografía.

-¿Se desdobla en los dos personajes principales, Alejandro Ballesteros (mirlo blanco) y Octavio Saldaña (cisne negro)?

-No se corresponden conmigo, sino con dos actitudes que he podido atravesar y que aquí se presentan en versiones desmesuradas. La del joven escritor en busca del éxito y la del escritor veterano y escéptico. Tanto Alejandro Ballesteros como Octavio Saldaña son ejemplos de dos tentaciones que ha de superar el escritor, la persecución del éxito a toda costa y el desistimiento. Yo las sufrí y las superé.

-Por el entorno de ambos pululan los 'escritores nocillleros'. ¿Nos los define?

-La 'generación nocilla' fue un concepto del que se habló en tiempos y que no ha hecho mayor fortuna. En la novela identifica a un grupo que no ha obtenido el triunfo literario y vive a la sombra de viejas glorias, aspirando a mimetizarlas. Acuden a saraos literarios, se nutren de dimes y diretes, se postulan...

-¿No hay algo de eso en el propio Alejandro Ballesteros?

-Sí, sí, también es una especie de arribista que que quiere colarse en las fotografías junto a las viejas glorias... Yo, que tengo muchos defectos, ese pecado nunca lo cometí.

-Al fondo, críticas acervas a un suplemento literario, 'Barataria', que no es difícil traducir por 'Babelia'... O sea, 'El País'. ¿Tanta influencia perniciosa ha tenido?

-Los suplementos literarios, en general, tuvieron mucha importancia en las décadas de los 80 y los 90, estableciendo cánones literarios más falsos que un duro de madera. 'Babelia' se convirtió en la cátedra que señalaba lo que era buena y mala literatura. Afortunadamente, hoy las cosas están cambiando. Aunque también he de decir que añoro un tiempo en el que la literatura tenía una relevancia social de la que ahora carece. La época de los 90 fue su último momento de esplendor.

-¿A qué cree que obedece esa merma de la ascendencia literaria en la sociedad?

-Tal vez existía una cierta hipocresía lectora. Se vendían libros, pero quizá no se leían. La crisis ha podido ser la excusa perfecta para que quienes fingían leer dejaran de simular. Pero, claro, son las otras modalidades de ocio cultural que han traído las nuevas tecnologías quienes han acabado sustituyendo a la literatura.

-En algunos pasajes de 'Mirlo blanco, cisne negro', parece asomarse la desconfianza por los gustos populares...

-No, no, en modo alguno. El personaje de Saldaña despotrica contra todo, y hay cosas en las que estoy de acuerdo y no tanto en otras. Yo no estoy en contra de lo popular, aunque sí frente a lo plebeyo y lo chabacano. Esa tendencia facilona de halagar al público.

-¿Las experiencias que relata sobre un programa radiofónico guardan relación con su paso por los medios audiovisuales?

-Yo nunca he dirigido un programa de radio... Hay destilación de experiencias. Desde luego, he conocido tertulianos que tenían en el guion las consignas que les daban desde Génova (PP) o Ferraz (PSOE). Y que estaban ahí, precisamente, por aceptar esas consignas.

-Le reproduzco una frase de la novela: «Tal vez declararse reaccionario sea la única forma de malditismo que reste en nuestros días». ¿La asume en primera persona?

-Yo creo que sí, que ese es el único modo de separarse de la unanimidad progresista que se da tanto a derecha como a izquierda. Admitiendo que cada cual ve la vida a través del color del cristal con el que mira. Pero ante un panorama en el que todos los presupuestos ideológicos pasan por el progresismo, tal vez declararse reaccionario sea la única verdadera heterodoxia.

-¿En el tránsito de 'mirlo blanco' a 'cisne negro' lo más difícil es preservar la inocencia creativa, cuestión abordada en la novela?

-La literatura es como el amor conyugal. No es fácil conservar las pasiones iniciales, pero son posibles otros placeres modestos muy apetitosos. Durante un tiempo, cinco años, perdí las ganas de escribir, cundió un cierto cansancio. Afortunadamente, las recuperé y volvió el entusiasmo. El mayor peligro es que el oficio devore al escritor. Ha de darse el equilibrio entre el entusiasmo inicial y el dominio del oficio.

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