JAVIER BARRIO
Martes, 15 de marzo 2016, 03:45
Le interrumpe su propio móvil en plena diatriba política, periodística y hasta deportiva. Todas sus ideas fluyen con una envidiable claridad, perfectamente ordenadas. Reflexiones espontáneas, terriblemente certeras y en la mayor parte de las ocasiones aderezadas de una potente carga crítica. Nadie pestañea con el directo del maestro de la radio española, que se mantiene en plena forma convirtiendo una larga respuesta en una apasionante aventura para el que la escucha. Es uno de sus dones. «Espero que no sea Aznar», ironiza raudo al escudriñar la pantalla de su teléfono para desatar varias risas en el auditorio. Su relación con el expresidente, al que cataloga de «dictador», no es precisamente fluida. Más de un dardo le cae al dirigente de Honor del Partido Popular. «Soy católico, practicante y muy pecador», confiesa.
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José María García, protagonista en la presentación de su biografía, escrita por el periodista Vicente Ferrer y titulada 'Buenas noches y saludos cordiales', no ha perdido su magnetismo tras la desconexión. Aunque, subraya él, «tenga más años que la tos». La Colegiata de San Juan Bautista, a donde ha llegado como plato fuerte del acto organizado por el Aula de Cultura de EL COMERCIO y el Ateneo Jovellanos, es un hervidero. Oyentes jóvenes y no tan jóvenes del mito 'Supergarcía' conviven en el patio de butacas. «Pido perdón a las señoras por el comentario, pero si fuera mujer sería la más puta de España porque no sé decir que no», suelta al gentío.
En su misma mesa, Carlos Prieto, jefe de Edición de EL COMERCIO, glosa su figura desempolvando algunos de los términos con los que creó escuela en la radio: sus «correveidiles», «lametraserillos», «abrazafarolas» y demás adjetivos de trazo imposible dedicados a los objetivos de su crítica feroz. «Cuando alcancé relativa notoriedad, tenía que agudizar los instintos para que me entendiera el universitario y el de abajo», justifica. «En mi vida profesional he hecho millones de amigos, de enemigos, pero no he dejado a nadie indiferente. La indiferencia es el encefalograma plano del comunicador; es la muerte», concluye. Luis Rubio, vicepresidente del Ateneo Jovellanos; Vicente Ferrer, periodista y autor del libro; y Jesús Martínez, concejal de Deportes, le observan a su lado sin perder detalle.
La primera pregunta que encaja -«¿volvería a los medios?»- le lleva por una larga travesía. Al final resuelve para satisfacer la curiosidad periodística que sí le gustaría, pero con matices. Nunca a la radio deportiva, en la que ya estuvo «cuarenta años por accidente», y sí a la información «general»: «Quiero volver, pero si no puedo hacerlo con absoluta garantía de independencia me dedicaré a hacer lo que hago. No tengo ningún mono de micrófono y sí de ayudar a mis amigos».
No obstante, el panorama mediático actual, del que José María García hace un preciso retrato -incluidas cifras de deuda de los grandes imperios-, dista mucho de ser el ideal para el veterano comunicador. «¿Dónde soy libre?», se pregunta el periodista que no se dejó doblegar por nadie. Hasta Juan Pablo II, desvela, le dio la bendición para que continuara por ese camino de lengua afilada y ausencia de censura en la búsqueda de la verdad.
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Hay un capítulo destinado a José Ramón de la Morena, director y presentador del programa 'El Larguero', con quien mantuvo una legendaria y encarnizada competencia, preñada de infinidad de desencuentros en una guerra que comenzaba a la hora bruja y que terminó cuando García apagó su micrófono. «Hace dos años me llamó para ver si podíamos quedar a comer. En aquella guerra tuvimos culpa los dos; él por seguir las directrices de su empresa y yo por ser como soy: asturiano y cabezota. He estado muchos años mirando sin ver».
«Soy un paisano»
Del carácter de la 'tierrina' presume orgulloso, pese a que «me nacieron en Madrid». Pero, enfatiza a renglón seguido, «soy asturiano y me siento asturiano». Conserva muchos recuerdos de su infancia en Ferrera de Merás, Otur y también Luarca, donde pasa muchos momentos a lo largo del año. «Aunque chiquito, que no matón, soy un paisano», remata. Toni Fidalgo y Quini, para quienes pide un aplauso antes de que salgan del auditorio para atender un compromiso en Avilés, sonríen escuchando a su amigo.
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En su rica alocución no termina de aclarar alguna de las leyendas urbanas que emergieron en torno a su figura, como cuando, recuerda, «se cuenta en el libro que yo no podía viajar a Santiago de Compostela y le dije al director del aeropuerto que o me llevaba o le dedicaba el programa. Es una barbaridad, pero no puedo decir que sea mentira». Sí que se reconoce 'merengue'. O al menos en el pasado. «Dije públicamente que era del Madrid y lo he sido, pero cuando hice mi primer trabajo profesional dejé de serlo. Ahora no me gusta el fútbol. Un grupo me ha quemado en su grada previo pago de un millón de euros de un presidente de este club sin saber de qué equipo era yo». Entre los elementos de su desencanto figura Florentino Pérez, «el peor presidente de la historia del fútbol español».
Sporting y Oviedo
En su trayecto acaricia la situación del Sporting y del Oviedo, sin declarar su amor a ninguno de ellos. En todo caso, al Luarca. «Me da lo mismo el Sporting que el Oviedo. Quiero que ganen los dos», sentencia. Y entra a profundizar sobre el terreno, reiterando su preocupación por Abelardo: «Le quiero mucho, pero cuando lo vi en Granada decir lo que dijo confirmó algo en lo que yo pensaba, que se le ha ido el equipo. Tiene razones porque no ha sido fácil». Ahí llama su atención sobre lo que considera el principal problema del club: la gestión, pegando un pequeño tirón de orejas a los medios: «Desvían la atención porque la Liga ha perjudicado al club, pero el Sporting ha tenido un problema con sus dirigentes. El padre, el hijo y el nieto, los propietarios, serán del Sporting, pero el corazón con los números no vale para nada. Mientras el Sporting no arregle esa situación y encuentre esa independencia económica, todo será dificultad».
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Sobre el Oviedo y el desembarco del Grupo Carso también muestra su escepticismo: «Ahora aparece un caballo blanco, que puede ser la excepción que confirme la regla, pero con la experiencia que tengo esta gente suele venir a llevárselo. Aunque aquí como no se lleven Covadonga, y no creo que 'La Santina' lo permita, no lo sé». Y pone un ejemplo muy gráfico para poner el candado a este capítulo dedicado a los dirigentes: «El que era presidente del Betis, Lopera, que está como una maraca, llegaba al campo de su equipo con un bote y dos entradas. En el bote llevaba las cenizas del padre para que viese todos los partidos».
Su conversación viaja de Jesús de Polanco, empresario de la comunicación fallecido en 2007, hasta José María Aznar, que sale a relucir en varias ocasiones, especialmente cuando desvela el caché que llegó a tener como periodista radiofónico. «He ganado más dinero que el que podía soñar en toda mi vida. No lo digo para presumir. Cuando me retiré en 2002 y mandé a hacer puñetas a uno de los grandes dictadores de este país, que es Aznar, mi contrato era de dos mil millones de las antiguas pesetas anuales (12 millones de euros). Pero el dinero solo vale para que tu familia esté bien y para ayudar a los amigos y a los que necesitan», incide.
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La política le gusta. Siempre le ha entusiasmado, desde que comenzase en 'Pueblo'. Pero deja una irónica lectura sobre la maraña en la que se ha convertido la lucha por el Gobierno: «Después de que el bipartidismo nos haya engañado tantos años ahora tendríamos que ser felices porque no hay gobierno. Tocamos el cielo porque pronto vendrán a joderlo».
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