La presentación del libro, hoy, en Gijón.

José María García: «No he dejado a nadie indiferente»

Lo dijo durante la presentación de su biografía, escrita por Vicente Ferrer Molina, que fue organizada por EL COMERCIO en colaboración con el Ateneo Jovellanos

javier barrio

Lunes, 14 de marzo 2016, 19:13

Le interrumpe su propio móvil en plena diatriba política, periodística y hasta deportiva. Todas sus ideas fluyen con una envidiable claridad, perfectamente ordenadas. Reflexiones espontáneas, terriblemente certeras y en la mayor parte de las ocasiones aderezadas de una potente carga crítica. Nadie pestañea con el maestro de la radio española, que se mantiene en plena forma convirtiendo una larga respuesta en una apasionante aventura para el que está al otro lado. Tiene un don. «Espero que no sea Aznar», ironiza raudo al escudriñar la pantalla de su teléfono para desatar varias risas en el auditorio. Su relación con el expresidente, al que cataloga de «dictador», no es precisamente fluida. Más de un dardo le cae al presidente de Honor del Partido Popular.

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José María García, protagonista en la presentación de su biografía, escrita por el periodista Vicente Ferrer y titulada Buenas noches y saludos cordiales, no ha perdido su magnetismo tras la desconexión. Aunque, exagera él, «tenga más años que la tos». La Colegiata de San Juan Bautista, a donde ha llegado como plato fuerte del acto organizado por el Aula de Cultura de EL COMERCIO y el Ateneo Jovellanos, es un hervidero. Oyentes jóvenes y no tan jóvenes del mítico Supergarcía conviven en el patio de butacas. «Pido perdón a las señoras por el comentario, pero si fuera señora sería la más puta de España porque no sé decir que no», suelta al gentío.

En su misma mesa, Carlos Prieto, jefe de Edición de EL COMERCIO, ilustra su figura desempolvando algunos de los términos con los que creó escuela en la radio: sus «correveidiles», «lametraserillos», «abrazafarolas» y demás adjetivos de trazo imposible, dedicados a los objetivos de su crítica feroz. «Cuando alcancé relativa notoriedad, tenía que agudizar los instintos para que te entendiera el universitario y el de abajo», justifica. «En mi vida profesional he hecho millones de amigos, de enemigos, pero no he dejado a nadie indiferente. La indiferencia es el encefalograma plano del comunicador; es la muerte», concluye. Luis Rubio, vicepresidente del Ateneo Jovellanos; Vicente Ferrer, periodista y autor del libro; y Jesús Martínez, concejal de Juventud y Deportes, le observan a su lado sin perder detalle.

La primera pregunta que encaja «¿volvería a los medios?» le lleva por una larga travesía. Al final concluye para satisfacer la curiosidad periodística que sí le gustaría, pero con matices: «Quiero volver, pero si no vuelvo con absoluta garantía de independiencia me dedicaré a hacer lo que hago. No tengo ningún mono de micrófono y sí de ayudar a mis amigos». Y el panorama mediático actual, del que García hace un detallado dibujo con cifras de deuda de los grandes trasatlánticos incluidas, dista mucho de ser el ideal para él. «¿Dónde soy libre?», se pregunta el periodista que nunca se dejó doblegar por nadie. Hasta Juan Pablo II, relata, le dio la bendición para que continuara por ese camino de lengua afilada y ausencia de censura en la búsqueda de la verdad.

Hay un capítulo destinado a José Ramón de la Morena, director y presentador del programa El Larguero, con quien mantuvo una legendaria y encarnizada competencia, preñada de infinidad de desencuentros en una guerra que comenzaba a la hora bruja, que terminó cuando García apagó su micrófono. «Hace dos años me llamó para ver si podíamos quedar a comer. En aquella guerra tuvimos culpa los dos; él por seguir las directrices de la empresa y yo por ser como soy: asturiano y cabezota. He estado muchos años mirando sin ver».

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Del carácter de la tierrina presume orgulloso, pese a que «me nacieron en Madrid». Pero, enfatiza, «soy asturiano y me siento asturiano".

El popular periodista apoyaba su barbilla en sus dos puños, entrelazados por sus dedos. Escudriñaba el aforo y la estructura de La Colegiata. Su popular magnetismo se vio reflejado a los pocos minutos del inicio. Interrumpió a Calos Prieto para solicitar un aplauso más. Tengo un amigo entre el público, que es Tony Fidalgo, y también otro, que es rey de reyes en España y Asturias, que es Quini. Tienen que marcharse a un acto a Avilés y quería un aplauso para ellos". Y lo hubo.

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