Víctor Manuel, Ana Belén, Iñaki Gabilondo y Miguel Ríos, en la presentación del libro ayer en Madrid.

«La música es lo más democrático»

se rodea de amigos en Madrid para presentar ‘Antes de que sea tarde’

Alberto Piquero

Jueves, 26 de noviembre 2015, 03:17

Resumen intenso y extenso de una vida, que bajo el título de Antes de que sea tarde. Memorias descosidas, Víctor Manuel acaba de presentar en Madrid y mañana, viernes, desplegará en El Corte Inglés de Salesas (Oviedo), a las 18.30 horas.

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Cuando vuelve la mirada a la casa familiar de la infancia, ¿qué imagen aparece?

La imagen feliz de una casa modesta, con humedades, un patio en el que había cerezos, las vacas en la cuadra y un prau donde corría y corría como si no tuviera cabeza. Fue una infancia feliz.

En el 64, se fue a Madrid. Y en el 65, vió a Los Beatles en Las Ventas, aquel concierto mítico.

No lo había contado hasta este libro; pero allí estuve. Era una fascinación, después de haber visto la película Qué noche la de aquel día. Eso, sí, desafinaron mucho, y el concierto tuvo algo de surrealista.

Poco después entró en estado de gracia. En el 67 y el 68, nacen La romería, El cobarde, El abuelo Vítor, La planta 14 (que estaría censurada hasta 1977), El mendigo...

Se debió a la providencia de que ganara el Festival del Eo. Dispuse de 125.000 pesetas de 1967, ¡la hostia! Algunas fueron para la boda de mi hermano, un pastón, que soy derrochador con los próximos. Y me encerré a escribir canciones.

Se habla mucho últimamente de la Transición, que quizá fue más difícil de lo que se dice. Por ejemplo, a usted le pusieron una bomba en la casa de Torrelodones...

La Transición no fue modélica ni tampoco desastrosa. Se hizo lo que se pudo. Hubo continuidad en cierto modo, pero también ruptura. No se puede simplificar.

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Quizás pocos asturianos sepan que el himno de Asturias lo compuso un cubano, Ignacio Piñeiro, como usted recuerda en sus libros. ¿Qué le parece el himno?

Era un cubano de ascendencia asturiana. A mi el himno me encanta, es uno de los menos guerreros que conozco. Y la música está muy bien.

Dedica varias páginas a la Sociedad General de Autores (SGAE). ¿Cómo va el proceso judicial que se inició contra Teddy Bautista?

Está en el limbo. No quiero adelantarme, pero muchos de los delitos proclamados no se van a probar. Ya dije en su momento que había mucho humo, aunque mis amigos, Serrat, Sabina y Miguel Ríos, me recomendaran callarme. Lo repito, humo y hojarasca, que ha conseguido desactivar a la SGAE, con perjuicio para los autores.

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¿Conciertos como Mucho más que dos, El gusto es nuestro o 50 años no es nada, podrían hilvanarse entre sí?

Son conciertos a lo grande. Pero esta mañana (por ayer), Iñaki Gabilondo, en la presentación del libro en Madrid, oponía los de formato más íntimo, como Vivir para cantarlo. Son complementarios.

¿No hay en Vivir para cantarlo un anuncio de lo que acabarían siendo estas memorias descosidas?

Sí, no me puedo inventar otra vida. En el guión de introducción a las canciones de Vivir para cantarlo estaba un esbozo. Aquí, hay mucho más, claro.

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¿Qué es más complicado, ser artista, marido, padre o abuelo?

Lo más fácil es ser abuelo. Ser padre tiene sus complicaciones, como ser artista. Y ser el compañero de Ana es un estímulo, porque te exige. Hay quien prefiere que le traigan las zapatillas. Con Ana, eso no ocurre. Y ese es el único consejo que le he dado a mi hija, Marina, que se enamore, que haga locuras, pero que nunca dependa de ningún hombre.

En cierta ocasión, pronunció una conferencia que tituló La música nos hace libres. ¿De qué modo?

La música es lo más democrático que existe. No hay nada igual para sintonizar con la gente. Y cada uno elige las canciones que quiere.

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La próxima semana, vuelta a los escenarios...

Así es. En el concierto solidario con Medicus Mundi y la Fundación de la OCAS, en Mieres, La Felguera y Siero.

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