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Hizo su vida en Madrid, pero su obra ha vuelto a casa. A Oviedo, la ciudad en la que nació en 1929 Amparo Cores, una de las pintoras que en 2004 recibió la Medalla de Plata de Asturias por su trabajo en favor de la plástica asturiana. Aquel galardón unió su nombre a los de Rosario Areces González, Mercedes Gómez Morán, Blanca Meruéndano Cantalapiedra, Maruja Moutas Merás, Pepa Osorio Ordóñez y Covadonga Romero Rodríguez. Fue para ella una alegría estar en casa para recoger una distinción que daba visibilidad a las mujeres siempre escondidas en un segundo plano en lo que a la creación artística se refiere. Pero aún hoy hay que seguir clamando por esa luz sobre la obra de una pintora que jugó precisamente con la luz a su manera, creando atmósferas y nebulosas a su alrededor, haciendo del lirismo y la belleza siempre bandera.
Nieta del pintor José Uría, Amparo Cores, que falleció en Madrid en marzo de 2015, inició su actividad artística en Oviedo. Con su abuelo y con otros creadores asturianos como Víctor Hevia y Eugenio Tamayo fue formándose la niña y adolescente que acabaría pasando por las escuelas de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y San Jorge en Barcelona. Todo eso fue marcando el carácter y afán creativo de una mujer que acabó viajando a París, lo que le permitió entrar en contacto con el arte de vanguardia con sello francés. Allí se formó junto a André Lothe, que fue un gran maestro de artistas jóvenes. Y todo dejó huella. «Amparo pertenece a esa generación de artistas que conectó el arte asturiano con las corrientes de renovación del arte español primero e internacional después y que hicieron ese cambio hacia la modernización», señala Alfonso Palacio, director del Bellas Artes, que en los años 2010, 2011 y 2013 frecuentó su casa madrileña, frente a la plaza de toros de las Ventas, repleta de cuadros, de obras que nunca abandonó pese a que el cuidado de su familia relegó su trabajo a un segundo plano e hizo que no frecuentara los circuitos comerciales.
Fue en otro viaje a Bruselas donde conoció al que sería su marido, el también artista Jesús de la Sota. Alejandro de la Sota, arquitecto, era uno de los autores del pabellón de la exposición internacional y Jesús había participado en algunos diseños. En Bélgica se produjo el primer contacto, pero es en Madrid donde se convierten en pareja y donde crean juntos un sorprendente e interesante binomio artístico. «Se influyen mutuamente, la pintura de Jesús hace que la de Amparo cobre un vuelo más abstracto y ella hace que la suya adquiera un cierto lirismo», resume Alfonso Palacio. En Madrid se estableció y desarrolló una carrera con notable presencia del retrato y que siempre ha alentado una búsqueda del cromatismo equilibrado, jugando con tonos ocres, con colores que conducen a una cierta calma. El género del retrato es uno de los que más frecuenta y lo hace desde posiciones figurativas intimistas, muy psicológicas. Fue una maestra pintando niños, lograba transmitir esos valores del candor, la ingenuidad, la pureza y la belleza con sus pinceles esta mujer que también se deleitó en el paisaje. «Fue una pionera al sumarse al lenguaje artístico de la abstracción, siempre desde unas fórmulas muy líricas», anota Palacio, que destaca su vocación y gusto por crear atmósferas, por situarse en las evanescencias.
Su poética particular encontró también acomodo en las naturalezas muertas, a mitad de camino entre el poscubismo y la abstracción. Y alcanzó plenitud y maestría de la mano del collage, que no es más que hacer arte combinando con mimo elementos extraídos de lo cotidiano. Y aquí el lirismo toma incluso caminos musicales. «Hay una sensibilidad muy especial, es una de las collagistas más interesantes», concluye Alfonso Palacio.
Hermana de Antonio Cores, el fotógrafo que recorrió el mundo de arriba abajo y retrató al mismísimo Picasso, y del arquitecto Joaquín Cores, aunque su nombre nunca haya llegado a los grandes titulares, nunca dejó de pintar y su casa era el lugar donde se conservaba su obra. La familia -fue madre de tres hijos, Pablo, Marta y Amparo- no anuló su inmenso amor por el arte pero sí la alejó un tanto de los mercados y de los círculos artísticos madrileño y asturiano. «Pero ella, sin prisa y sin pausa, pintaba cada día», resume Palacio, que fue testigo de cómo el intento de montar en el Bellas Artes antes de su muerte una gran exposición antológica no llegó a buen puerto. Y ahora es momento de retomarlo. El Patronato del Museo ya ha dado el visto bueno a saldar esa deuda pendiente con una gran exposición sobre su obra. Lo que es un misterio es cuándo podrá hacerse realidad, porque además ahora el Bellas Artes vive a expensas de que las esperadas obras de la ampliación delimiten la actividad. Será a corto o medio plazo cuando vea la luz.
Habrá obra donde escoger para esta antológica, puesto que la mayor parte de la misma se conserva en el Museo de Bellas Artes de Asturias. «Desde el Museo nos gustaría hacer en un futuro una revisión del trabajo de esta artista, que consideramos clave en el canon de artistas asturianas del siglo XX», asegura Paula Lafuente Gil, responsable del registro del espacio museístico, que relata cómo han ido llegando las más de setecientas obras que atesoran a Oviedo. Dos habían sido adquiridas a la propia autora antes de que sus hijas Marta y Amparo de la Sota Cores realizaran un depósito con un total de 735 piezas en septiembre de 2017, que en 2020 se convirtió en donación.
«Hay que destacar que las obras ya llegaron divididas en lotes, en un inventario familiar, muchas con datos y con imágenes, y con catálogos de exposiciones de Amparo. Esto no suele ser habitual, y además de ayudar mucho en el trabajo de documentación, se respetan o se mantienen las numeraciones originales usadas», señala la responsable del registro, que relata cómo la inmensa mayoría de sus obras son pinturas. Hay en su legado óleos, acuarelas, dibujos a lápiz, tintas en diferentes soportes que van de la tabla al lienzo, pasando por las cartulinas, collages de variadas técnicas y numerosos cuadernos de apuntes y bocetos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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