José Sacristán: «Yo a Asturias no viajo, peregrino»

-¡Que se acabe la guerra de Ucrania! Estoy contento y agradecido, porque 'Señora de rojo' es un proyecto muy personal y la respuesta que estoy recibiendo de la gente es formidable. Y luego estos reconocimientos a veces tienen más valor que otros que pudieran parecer de mayor trascendencia, porque te lo da gente que lucha desde la sombra por la cultura y por la belleza.

-¿Es un hombre metafórico?

-Procuro en la medida de lo posible que la metáfora se ajuste a la realidad, pero en ocasiones lar realidad requiere 'metaforizarse'. Hay que darle a la metáfora, sí.

-¿Buenos tiempos para la palabra?

-Ahora la comunicación se multiplica, sin embargo se atenta contra la palabra, que es una de las conquistas más grandiosas del ser humano, hay una mala utilización de esa herramienta. De ahí una de las satisfacciones de 'Señora de rojo', porque si alguien ordenada las palabras de una manera prodigiosa y sencilla, ese era Miguel Delibes. Llega a profundizar en el alma humana como poca gente.

-Luego hay que decirla bien.

-Luego no hay que atropellarla.

-¿Se lo imagina en el patio de butacas?

-Me lo imagino conmigo en escena. No creo en trascendencias, pero tengo la convicción de que Miguel, que se protegió con un personaje de ficción para contar su historia a través de un pintor que se llama Nicolás y pierde a su mujer, está sentado a mi lado diciendo 'cuéntalo de una vez, que se enteren estos'.

-¿Pesa saberse él?

-Me impone un cuidado muy riguroso. Vigilo fervorosamente que en ningún momento se deslice alguien que no sea Miguel.

-La obra es una declaración de amor.

-Desde el dolor inmenso de la muerte. Demuestra que mientras somos recordados y queridos no acabamos de desaparecer, que hay una manera de vencer a la muerte a través del amor.

-¿A qué le declara la guerra?

-Guerra a la guerra, aunque parezca una sandez. Es terrible ver cómo, para pavor mayor, el tirano nunca está solo, ahí hay mucho dinero, mucha gente, muchos intereses que están jaleando, celebrando y aplaudiendo que esto se esté dando.

-¿Qué sensación le produce ver las imágenes diarias?

-Indigna. Cuando llegas a una edad en la que el camino a recorrer es el que es, duele pensar que te vas a ir de aquí y siguen estando la injusticia, la necedad, el dolor y la muerte... Es jodido. Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, este dios no merece la pena.

-¿Tenemos arreglo?

-En el mejor de los casos, confío en la humanidad. Suelo citar a José Antonio Marina, que sostiene que hay una forma de inteligencia superior que apunta a la bondad. Creo en eso, que invita a seguir viviendo dentro de la desesperación y el dolor.

-Cuando uno lleva tantos años en escena. ¿Se las sabe todas?

-Nunca. Pobre de aquel que se las sabe todas... Debe ser aburridísimo.

-¿Qué proyectos le rondan?

-Sigo ahí. Voy a hacer de exorcista en una colaboración en una película de un primer director.

-¿Se quita la mascarilla hoy?

-En interiores, no. Yo confío en la humanidad pero hay mucho estúpido y negacionista por ahí.

-¿Qué es Asturias para usted?

-Gonzalo Suárez, mi amigo Garci, Juanjo Otegui, Arturo Fernández. Hay sitios a los que yo no viajo, yo peregrino, y Asturias es uno de ellos.