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El arquitecto Carlos Lamela se opone frontalmente al proyecto de remodelación de las Torres de Colón que diseñó su padre, Antonio Lamela (1926-2017). Es uno de los edificios «más singulares e icónicos de arquitectura suspendida del mundo», dice Lamela hijo, para quien el proyecto ... de ampliación de sus actuales propietarios, Mutua Madrileña, «lo desvirtúa definitivamente», al fundir las torres. Desde su estudio y desde la asociación que aboga por la protección plena del original edificio harán todo lo posible, incluida la batalla judicial, para que el proyecto de Luis Vidal, en el que la aseguradora invertirá 65 millones de euros, no se lleve a cabo. La aseguradora pone en duda que Lamela actúe sólo movido por la salvaguarda de la obra de su padre y no descarta que lo haga más bien por despecho. Recuerdan que Lamela propuso ya otra remodelación, más radical incluso que la de Luis Vidal, y que se presentó además al concurso que ganó este arquitecto.
A juicio de Carlos Lamela el nuevo proyecto es un auténtico jaque mate a las torres diseñadas por su padre hace medio siglo en el corazón de la capital, en la esquina del Paseo de la Castellana con la calle Génova, un emblema de la arquitectura contemporánea. Está dispuesto a librar en todos los frenes un 'Juego de Torres' para evitar un «atentado» de terribles consecuencias contra la obra cumbre de su progenitor.
El propio Carlos Lamela remodeló en 1993 las torres originales coronándolas con un discutido elemento de inspiración 'art déco' bautizado popularmente como «el enchufe» y que no gustó a Lamela padre. Hoy dice el hijo que tanto el 'enchufe' como la escalera de incendios que conecta ambas torres fueron «provisionales y reversibles», permitiendo devolver al edificio su aspecto original «desenchufando» las torres y retornado a los valores que diseñó su padre «con dos torres iguales, independientes, esbeltas y suspendidas».
Acusa a Mutua Madrileña de realizar una operación «meramente especulativa», juntando las torres en un «mazacote» y ampliando las plantas a 800 metros cuadrados. Algo que atenta contra la esencia del edificio «admirado en todo el mundo y con el récord de 25 plantas suspendidas sobre una estructura de hormigón». «No es un edificio normal, es una construcción sin par. Es intocable, como un cuadro del Prado al que habría que proteger, y quieren desvirtuarlo, desbaratarlo y fulminarlo», lamenta. Asegura que conectar en una las dos torres, «es un sacrilegio». «Una barbaridad que haría que el edificio quede pervertido y desfigurado». Denuncia además la esquizofrenia de la Administración y del Ayuntamiento de Madrid, que apadrina y bendice el proyecto de Luis Vidal y su estudio al tiempo que trata de garantizar la protección del edificio mediante un expediente que lleva dos años abierto.
«Si no lo defendemos, puede desaparecer un edificio que no lo merece. Estamos a tiempo de actuar y evitar un desastre como el que ocurrió con la pagoda de Miguel Fisac», dijo Lamela, evocando la demolición de otro emblema de la modernidad arquitectónica en Madrid y que fue pasto de la piqueta.
Mutua Madrileña contradice la versión y los argumentos de Carlos Lamela y no cree que actúe solo para salvaguardar la obra paterna, ya que propuso un su día una remodelación «más osada» incluso que la de Vidal y se presentó al concurso para la reforma. Lamela llegó a diseñar siete nuevas plantas en lugar de las cuatro que propone Vidal sobre la cubierta actual, dicen fuentes de Mutua Madrileña, empresa que querría concluir la rehabilitación del pionero y doble rascacielos en el año 2022. La controvertida reforma conlleva eliminar el contestado 'enchufe', y alzar en su lugar cuatro nuevas plantas de oficinas. Aseguran que lo harán «manteniendo sin alteraciones la altura –117 metros– y la edificabilidad de las torres», algo que Lamela juzga «tan falaz como imposible».
No cree Lamela que el nuevo proyecto respete «íntegramente» la estructura interna, «reforzando y realzando sus características de edificio suspendido», como dijo el presidente de la aseguradora, Ignacio Garralda. «La estructura no necesita refuerzos. Está en perfecto estado y mucho mejor de lo que los ingenieros esperaba en su última revisión», dice Lamela. Tampoco cree que se vaya a dar al edificio la función anunciada, convirtiéndolo en la nueva sede de la aseguradora. «Más tarde o más temprano su uso serán oficinas para alquilar», asegura.
No sin polémica, las torres se alzaron 1969 y 1976, con la decisiva contribución de dos ingenieros legendarios Carlos Fernández Casado y Javier Manterola.
De progresar, la remodelación de Luis Vidal sería la tercera en 50 años de este paradigma de la arquitectura suspendida. Fue el primer edificio de España construido con esta tecnología: una columna central de hormigón por la que se deslizaron de arriba a abajo las plantas, sostenidas por tirantes laterales que transmitían gran parte de la carga hacia arriba. Una técnica aplicada solo en otros 17 edificios en todo el mundo y por la que en 1975 el Congreso Mundial de Arquitectura y Obra Pública de Nueva York reconociera como «el edificio de más avanzada tecnología en construcción» la obra de Lamela, futuro socio de Richard Rogers en la T4 del aeropuerto de Barajas.
El nuevo diseño cuenta con el visto bueno de la Comisión para la Protección del Patrimonio Histórico-Artístico y Natural (CPPHAN) del Ayuntamiento de Madrid, algo que resulta irrelevante para Lamela, ya que asegura que «este órgano es meramente consultivo».
Su transformación afectaría, además de los más de 20.000 metros cuadrados de oficinas disponibles, a los accesos y las zonas comunes, «permitiendo ganar espacio y comodidad para los viandantes y posibilitando el tránsito del Paseo de la Castellana a la calle Génova «sin ningún tipo de barreras arquitectónicas», según el equipo e Vidal, que paradójicamente, se formó en el estudio de Lamela.
Sostenible y tecnificado el nuevo edificio tendría plena eficiencia energética. Solo utilizará energías renovables y consumirá un 60% menos de energía que un edificio convencional. Además, casi el 10% de la energía que se consuma será generada por el propio edificio, que sería l a primera torre de negocios de España con la consideración de Edificio de Consumo Casi Nulo.
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