Pocos elementos de nuestro patrimonio cultural suscitan mayor grado de conexión interiorizada en la sociedad asturiana que los hórreos. Protegidos por la Ley de Patrimonio Cultural del Principado de 2001 como parte esencial de esa identidad, en ella se dice que al igual que los ... demás los bienes amparados en la norma «representan, en sí mismos, una parte sustancial de la responsabilidad de las generaciones presentes hacia las futuras». Aunque aún no hay una cifra oficial sobre su número, las más recientes actualizaciones de los distintos catálogos urbanísticos y del autonómico, la sitúan en los 20.000 ejemplares repartidos por toda la geografía regional y una enorme proporción de los mismos datados entre los siglos XVI al XVIII. Forman parte de nuestro paisaje visual y emocional más arraigado, pero tal vez no todos los asturianos sean conscientes del valor que representan ni tengan el conocimiento que merece un legado patrimonial único y excepcional.
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Basta recorrer Asturias para observar dos características comunes a todos los hórreos y paneras autóctonos: la primera es la significativa unidad que los singulariza frente a construcciones similares de otros ámbitos del noroeste ibérico y de Europa. La otra es cómo sus elementos constructivos se han adaptado a los materiales predominantes o más accesibles de cada zona. Así en todo el centro oriente es hegemónico el uso de tejas en sus techados, mientras en una amplia franja del occidente desde la costa hacia el sur lo común es el uso de la laja de pizarra (el mismo elemento que en ocasiones se utiliza en los pegoyos) o que en algunos núcleos del extremo suroccidental se empleen cubiertas vegetales. Son particularidades que no alteran el modelo de un hórreo específicamente asturiano, cuya influencia se extiende por algunas manchas de las comunidades limítrofes. A su vez en la comarca del Navia-Eo se localizan hórreos y cabazos del área de influencia galaica.
A lo largo de las últimas décadas han sido numerosos los estudios dedicados a estudiar nuestros hórreos y paneras, pero la contribución más útil y esclarecedora ha sido la de los investigadores Armando Graña y Juaco López. A su labor ejemplar e ingente se debe la clasificación que desde los años 80 ha servido para iluminar la tipología y sus áreas de extensión, además de su cronología y así plantear cómo ha sido la evolución histórica de estas construcciones. En uno de sus trabajos fundamentales, publicado en el volumen colectivo 'Horreos y palafitos en la Península Ibérica' (1986) definen con claridad las características propias del horreo asturiano: «Planta cuadrada, paredes formadas por tablas dispuestas verticalmente y engarzadas en dos cuadros de cuatro vigas, uno en su parte inferior –los trabes o madres– y el otro superior –los linios o liños–. La disposición de la techumbre, a cuatro aguas y rematada en un vértice único. Se apoya normalmente sobre cuatro pies, los pegoyos, pero ni su número ni la presencia de otros elementos son, tan invariables como los tres rasgos indicados».
Ambos estudiosos señalan también la diferencia, que seguramente no todos los asturianos saben identificar correctamente, entre hórreo y panera: «(Esta) no es sino una variante de aquel y constituye en cierto modo el desarrollo natural de su estructura. Las dimensiones se agrandan con respecto a las del hórreo, su planta pasa a ser rectangular y por consiguiente la armadura de la cubierta, que mantiene las cuatro vertientes, remata en un caballete que sustituye al vértice del hórreo». Para Graña y López la aparición de la panera y su expansión estaría ligada al desarrollo agrícola estimulado en los siglos XVII y XVIII, por la generalización del cultivo del maíz. Los orígenes del hórreo tal como lo conocemos, se remontarían al siglo XIV según estos investigadores, basándose en los ejemplares más antiguos conocidos y sería un 'invento', la innovación de un maestro carpintero, que triunfó por su eficacia como granero y almacén de usos múltiples sobre modelos anteriores.
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Graña y López han establecido una clasificación en tres grandes familias tomando como referencia los distintos estilos decorativos: «El 'Villaviciosa', datable entre los siglos XIV a XVI, es un trasunto de formas artísticas románicas y tal vez mudéjares; el 'Carreño', ya en el siglo XVIII, debe mucho a motivos y concepciones barrocas; por último, el estilo 'Allande', también con inicio en el siglo XVIII, retoma los viejos y siempre latentes diseños geométricos del arte popular europeo». Y con ella algo más que un mapa para conocer nuestros hórreos y paneras.
A pesar de la cifra citada de los ejemplares de hórreos y paneras que se conservan en nuestra comunidad, cada año se vienen abajo por diferentes causas muchos de ellos y con el objetivo de concienciar sobre lo irreparable de cada pérdida así como la necesidad de contribuir a su preservación, han ido surgiendo plataformas como la Asociación del Hórreo Asturiano. Formada por expertos y ciudadanos comprometidos con nuestra cultura plantean de una forma clara su valor «incalculable al mostrar cómo el ingenio humano afrontó un problema esencial que la vida real planteaba y lo resolvió de forma tan admirable que aún hoy en día nos sorprende. Sostenibilidad, eficacia, eficiencia, diversidad, conocimiento del medio natural y aplicación de las técnicas tradicionales, son solo las joyas más evidentes que trae hasta nosotros, desde hace más de 500 años atrás, la sabiduría ancestral de un pueblo». Además de la divulgación, esta asociación ha pasado de las palabras a los hechos con iniciativas como 'Ayalga', una suerte de banco virtual de hórreos y paneras que sus propietarios ofrecen para ser restauradas de acuerdo a la legalidad mediante donaciones o ventas. Un paso trascendental para la preservación de este patrimonio fue la constitución en la legislatura pasada de la Mesa del Hórreo por parte de la Consejería de Cultura y la elaboración de un Documento Marco de recomendaciones sobre la gestión de estos bienes a cargo de la experta Cristina Cantero Fernández. Sobre las ideas contenidas en él se sigue trabajando y constituyen sin duda el mejor 'pegoyu' para garantizar el futuro de nuestros hórreos y paneras.
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