La malagueña que enseñó a guisar a España

Cuando la autora de esta obra superventas vino al mundo no existían los 'ebooks', la informática ni los ordenadores. En España mandaba la regente María Cristina y aún se podía ir a Cuba, Puerto Rico y Filipinas sin pasaporte. Cánovas y Sagasta se turnaban en el gobierno el año en que nació Ana María Herrera Ruiz de la Herrán. Ella, que enseñó a guisar a todo el país, quizás no sea tan conocida como merecería, pero apuesto todo lo que tengo a que la mayoría de ustedes poseen el libro que escribió y del que se han vendido más de un millón de ejemplares desde su aparición en 1950: el recetario de la Sección Femenina.

Creada en 1934 como órgano femenino de Falange, durante la dictadura franquista la Sección Femenina de FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista) dirigió con mano férrea los destinos de muchos españoles, especialmente de las mujeres. A través del Servicio Social de la Mujer (obligatorio para todas las solteras de entre 17 y 35 años), de las Escuelas de Hogar (de forzosa asistencia en todos los institutos de enseñanza media), del Auxilio Social y de otras muchas actividades o instituciones la Sección Femenina intentó moldear la educación, el comportamiento y la mentalidad de todas las españolas entre 1939 y 1978.

Basada en unos principios ideológicos que restringían severamente el papel de la mujer a la esfera doméstica, la Sección Femenina también tuvo sus (pocas) cosas buenas: prosiguiendo la labor emprendida en 1911 por la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer dio formación a varias generaciones de mujeres sobre asuntos de economía doméstica. Llevar las cuentas de la casa, saber adecuarse a un presupuesto o tener unos mínimos conocimientos en cuanto a higiene, salud, cocina, puericultura, costura y cuidados en general... Todo eso nos puede parecer ahora muy básico y por supuesto no estrictamente vinculado a la condición femenina, pero hace un siglo eran tareas de mujer de cuyo desempeño podía depender la supervivencia o la calidad de vida de sus familias.

El recetario que hoy nos ocupa sirvió como libro de texto en las clases de cocina que impartía la Sección Femenina. Eminentemente didáctico, abarcaba toda la gastronomía española tradicional y además ofrecía información esencial sobre nutrición, selección de ingredientes, planificación de menús o menaje. Doña Ana María escribió con gran esfuerzo y dedicación una obra que sigue resultando actual, con la que han aprendido a guisar infinidad de personas y por la que nunca vio un duro.

La Sección Femenina pagó su trabajo con cero pesetas y una miaja de visibilidad, poniendo su nombre en la portadilla del libro. Ese misérrimo crédito ni siquiera duró mucho: a partir de 1962, con la duodécima edición, el 'Manual de cocina' pasó a venderse sin identificación de autor. Por entonces su verdadera artífice ya estaba a punto de jubilarse. Lo hizo en abril de 1964, tras 22 años siendo profesora de cocina en la Escuela de Hogar del Instituto Nacional de Enseñanza Media Lope de Vega de Madrid.

En los años 90 sus nietos consiguieron acreditar la autoría y recuperar sus derechos sobre el 'Manual'. Desde entonces el nombre de Ana María Herrera luce orgullosamente en la portada, donde ya no hay referencia alguna a la Sección Femenina. Al principio de sus casi 1000 páginas figura ahora un breve prólogo escrito por sus descendientes en el que se ofrecen interesantes datos biográficos: que nació en 1892 y murió en 1969, que estudió cocina con reputados maestros -José Sarrau en Madrid y Rondissoni en Barcelona- y que además del dicho manual publicó otros dos recetarios para la ingrata Sección Femenina, 'Cocina regional española' (1953) y 'Recetario para olla a presión y batidora eléctrica' (1958). Lo que no sabíamos es que era de Málaga. O que sus apellidos, Herrera Ruiz de la Herrán, estaban enraizados en la alta burguesía de la capital andaluza y emparentados con alcaldes y diputados.

En 1917 nuestra protagonista se casó con otro malagueño, Eduardo Fernández Asencio, con quien se fue a vivir a Madrid y tuvo dos hijos, Emilio y María Matilde. Tras el asesinato de su marido en la Guerra Civil, Ana María tuvo que dedicarse a la enseñanza para sacar a su familia adelante. Fue ella quien propuso a la Sección Femenina la publicación del libro, ya que no tenía medios propios para editarlo. El resultado fue un recetario enciclopédico, pero que de acuerdo a las tesis autoritarias de Falange es más preceptivo que personal.

Sabiendo algo de su autora resulta, sin embargo, fácil encontrarla entre ingredientes e instrucciones: ahí están el rape a la malagueña o el ajo blanco de su ciudad natal, el gazpacho que ella en casa siempre llamó «zoque» o las dos recetas de macarrones a la maltesa, que cambian de color al conocer que son un plato típico de Malta (imqarrun) y que la familia materna de Ana María, los Spiteri, eran de origen maltés. La Sección Femenina quiso borrarla del mapa, pero Herrera siguió estando presente en los macarrones de su abuela.