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RAMÓN AVELLO
OVIEDO.
Lunes, 8 de enero 2018, 01:30
Daniel Barenboim abrió ayer en Oviedo el año Debussy, por el que se conmemora en el 2018 el centenario de la muerte del compositor francés. El pianista y director de orquesta, nacido en Argentina hace setenta y cinco años y nacionalizado español, israelí y palestino, ... eligió el Auditorio Príncipe Felipe para inaugurar su gira internacional de conciertos basada íntegramente en la música para piano de Debussy, compositor francés al que dedica su último trabajo discográfico.
Barenboim ya conocía el auditorio ovetense, en el que interpretó, cuando se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia junto con el escritor palestino Edward Said, 'Evocación' de Albéniz de una manera fugaz e improvisada. También en este mismo lugar dirigió a su West-Eastern Divan, orquesta integrada por jóvenes músicos procedentes de culturas cristianas, judías y musulmanas que constituye un símbolo de convivencia y armonía.
El artista tuvo un gran gesto con los jóvenes estudiantes de las escuelas de música del Conservatorio de Oviedo. A petición suya, hizo sitio en el escenario para que unos 50 jóvenes pudieras presenciar su actuación en primerísima fila, justo a su lado sobre el escenario. Una forma de convertir en protagonistas a las futuras generaciones de músicos.
Y es que las entradas estaban agotadas desde hace varios días por un público expectante, muy caluroso aplaudiendo pero que, sobre todo en la primera parte, tosía descaradamente. El ruido generado por el público dio lugar a una de las anécdotas de la noche. Al terminar el tercer preludio, Daniel Barenboim se levantó del piano, cogió un pañuelo blanco y lo puso en la boca como diciendo 'a ver si ustedes hacen lo mismo'. Aunque mejoraron las toses entre el público, no se acallaron del todo, por lo que la anécdota se prolongó aún más. Antes de dar la primera propina, el pianista dijo con cierta gracia, en un acento muy porteño, «mientras aplaudís, no toséis».
Baremboim llenó y convenció ayer en el Auditorio y lo hizo además con un recital que, musicalmente, no se puede calificar, en cuanto a las piezas interpretadas, de popular. A excepción de obras como el 'Claro de luna', de la 'Suite Bergamasca' y algunas de sus 'Estampas' como la encantadora 'La Soiré en Grenade', escuchada ayer y que tanto inspiró a Manuel de Falla, la obra para piano de Debussy, siendo muy valorada por los pianistas, no es especialmente conocida por el aficionado. El propio Barenboim, en su libro 'Una vida para la música', comenta que salvo algunas obras que escuchó a Claudio Arrau en Buenos Aires, descubrió antes al Debussy sinfónico, cuando estuvo al frente de la Orquesta de París, que al Debussy pianista. Tal vez esa sea una de las razones de su concepción de la música para piano de 'Los Preluidios' y otras obras del compositor francés en sus años de madurez. El Debussy de Barenboim, además de tener el carácter etéreo e inmaterial asociado al compositor francés, posee también solidez en el fraseo, claridad en las estructuras y una singular agilidad, casi chispazo dinámico en las intensidades.
Todo esto se pudo ver y sentir en las obras del programa. En la primera parte, dedicada al primer libro de sus 'Preludios'. En la segunda, con las 'Estampas', tríptico musical formado por 'Pagodas', 'El atardecer en Granada' y 'Jardines bajo la Lluvia', seguido de las juveniles 'Arabescas' y 'La Isla Alegre'. Como propinas interpretó dos de las 'Piezas de fantasía' de Schumann: 'Al caer la tarde' y 'Confusos sueños'. Todo un programa que interpretó con un piano pesonalizado con el que ha viajado a Oviedo. Un instrumento diseñado por Chris Mann bajo la dirección del músico y para cuya construcción contó con la ayuda de Steinway & Sons.
Las doce obras de los 'Preludios' de Debussy adquieren en las manos de Barenboim dejes de Bach y de Chopin envueltos en impresiones y sugerencias. El Debussy de los 'Preludios' en las manos de Barenboim es muy sutil, especialmente intimista, con tiempos muy flexibles que tiende a retener y una variedad dinámica especialmente rica en los matices suaves y muy suaves. Un aspecto curioso de las dinámicas fuertes son los ataques rápidos, como si se tratase de chispazos, sin una graduación ascendente.
De los 'Preludios', cada uno tiene su singularidad. Especialmente afortunadas fueron las versiones de 'Lo que ha visto el viento del oeste'; muy expresivo el carácter hispano, en el que el piano suena como una guitarra en 'La serenata interrumpida'; y la bellísima versión, armónicamente muy envolvente y con mucha creación de atmósferas sonoras, de 'La catedral sumergida'.
En la segunda parte resultó muy peculiar la versión de 'Tarde en Granada', matizando de una manera muy marcada el ritmo de habanera y la bellísima adaptación de 'Jardines bajo la lluvia'.
Daniel Barenboim es uno de los grandes músicos y pianistas y estas versiones de Debussy tienen aspectos muy peculiares como ese sentido de interiorización. Incluso hay cierta contención en el color buscando sutilezas. Es una concepción muy madura y de una gran riqueza comunicativa. En definitiva, más que un Debussy que pinta es un Debussy que habla.
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