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Madrileña de 55 años. Hija del popular actor Juanjo Menéndez. Actriz, directora de escena, dramaturga, exdirectora del Festival de Almagro y actual responsable del Teatro Español. Aplaudida por sus trabajos. Curiosa insaciable. Conoce en carne propia el dolor de quien ha sufrido maltrato. Le gusta ... desayunar en la cama. Fruta. «Yo debería haber vivido en el Paraíso con Adán y Eva, donde había frutas de todo tipo, no solo manzanas», dice riendo. Y en serio.
- ¿También usted soñó con ser princesa?
- Sí, de niña quería ser todas las cosas, princesa también. Incluso soñaba con un príncipe azul. Además, recuerdo que en esa época al entonces Príncipe Felipe lo teníamos muy cerca [risas]. Me imaginaba también que tenía un hermano. Fui una niña bastante feliz, y mis padres estaban empeñados en que tanto mi hermana como yo tuviésemos curiosidad por el arte, por la vida, por cuantas más cosas mejor. Que la palabra aburrimiento no estuviese en nuestro vocabulario.
- ¿Por qué nos protegemos tanto ante los demás, y no hablo del uso de mascarillas?
- Digámoslo claramente: porque no todo el mundo es bueno. Hay que tender hacia la bondad y la bonhomía, pero la maldad está está muy presente y, de hecho, la estética violenta es algo que vende mucho. Buscar otras vías de comunicarse desde otro lugar es más complicado, y exige más esfuerzo, pero finalmente compensa. Yo me muestro con plenitud ante los demás cuando tengo la intuición de que puedo hacerlo.
- ¿De qué está segura?
- La manipulación a través del miedo y la violencia es brutal. Suceden cosas curiosas. Por ejemplo, con respecto a la guerra en Ucrania, hay actualmente más de setenta focos de conflictos bélicos en el mundo y solo nos hablan de este. Han muerto más de cuatro millones de personas en algún país en guerra de África y no nos hemos ni enterado, ni hemos adoptado a ningún niño africano, ni hemos dado pasaportes a nadie. No me gusta que haya guerras de primera y de segunda, conflictos de primera y de segunda, cuando de lo que se trata es de seres humanos.
- ¿De qué se ha dado cuenta en estos dos últimos años?
- Más que nunca, de lo frágiles que somos, y de que la fragilidad puede ser algo que nos impulse a huir casi de una manera desesperada, o puede utilizarse para intentar construir desde ahí algo que merezca la pena. Desde esa fragilidad, desde esa incertidumbre, estoy convencida de que se pueden construir cosas positivas. Una de ellas es la posibilidad de ayudar al otro y de empatizar con él. Ha sido un tiempo muy duro, y lo sigue siendo, en el que todos hemos perdido a alguien. Y creo que lo que no debemos perder de ninguna manera es un poco de sentido común y de buen humor. Creo en las actitudes constructivas, destruir es muy fácil.
- ¿En qué ha cambiado usted?
- Desde la pandemia, cada día estrujo la naranja, me gusta ser muy consciente del momento presente y de su enorme valor. El teatro consiste también en vivir el momento presente, en disfrutarlo al máximo porque no se repite. Pero ahora también procuro sacarle más partido que nunca al día a día. Vivo con más intensidad.
- ¿Qué gente le sorprende para mal?
- La que no valora nada de lo bueno que hacen los demás, esa gente a la que todo le parece mal y crea bandos para todo; por supuesto, siempre creyendo que están en el acertado y monopolizan la razón. Y abundan.
- Como mujer de teatro, ¿qué ofrece usted?
- Me interesa desde hace tiempo aportad salud, porque yo sé que el teatro transforma y es terapéutico. El teatro cambia los estados anímicos y arropa las soledades, y hace que las personas desconocidas podamos estar en comunión asistiendo a un hecho teatral. Se puede cuidar la salud emocional y espiritual de las personas a través del teatro.
- El último adiós a Verónica Forqué tuvo lugar en el escenario del Teatro Español, que usted dirige.
- Qué duro fue, qué tristeza. Yo llevo apoyando, como directora del Español, una línea de trabajo con las enfermedades mentales, que me parece que hay que atender porque no son ninguna broma. Ahora se ha puesto en marcha el teléfono gratuito contra el suicidio [024] y se ha comprobado lo numerosas que son las llamadas.
- ¿Tenemos derecho a decidir hasta cuándo queremos vivir?
- Sí, claro que sí. Gustar no me gusta nada que sucedan estas muertes, pero sí que creo que el derecho a vivir o a dejar de hacerlo es algo que se debe tener.
- ¿La vida es sueño?
- Calderón es maravilloso y esa obra también. Qué difícil resulta a veces encontrar nuestra propia identidad, la identidad de cada uno, y qué perjudicial es aferrarse a ideas preconcebidas que no nos permiten ser libres. Y qué fundamental es también la educación, educar bien es de las cuestiones más importantes a las que debemos prestar atención.
- ¿En qué debería incidir?
- Creo que hay que seguir trabajando muy seriamente para que la educación no favorezca los comportamientos machistas. El patriarcado es algo muy difícil de eliminar, de transformar, y hay mucho que cambiar todavía con respecto al papel de la mujer en la sociedad. Pero no se trata solo de España, sino del planeta entero, y el esfuerzo debe ser colectivo. En mi próximo montaje hablaré sobre está educación: una mujer ejerce mucho poder, pero con modos fruto de una educación de patriarcado, y tendrá que aprender que se puede ejercer desde otro lugar no tan violento.
- Decía Bermúdez de Castro que el mundo iría mucho mejor con mujeres al frente de los gobiernos, que así habría muchas menos guerras. ¿Lo cree usted?
- No, no lo creo. Debemos darnos cuenta de que el patriarcado está en todos. Son frases que suenan muy bien, bienintencionadas, pero creo que las mujeres también actuamos conforme a los parámetros del patriarcado porque hemos sido educadas en él. Lo que sí está claro es que al ser madres, rechazas la violencia para tu hijo, pero desde ese lugar animal de protección. Es cierto que las madres no quieren la violencia, pero no es algo pensado ni meditado, es una cuestión puramente animal. Y ahí tenemos a esas grandes mujeres de la historia del teatro denunciado los horrores de la guerra y advirtiéndonos contra sus males. Fíjese en Hécuba (personaje de Eurípides del 424 a.C.), una mujer formidable que decía 'yo les doy la vida y ellos, los hombres, se matan entre sí'. ¿Qué sentido tiene todo esto?
- ¿Qué sería lo razonable?
- Debemos acabar con todo aquello que tiene que ver con el ejercicio del poder y de la educación a través de la violencia. Y violencia es también que te señalen con el dedo como diferente porque seas una mujer o no seas heterosexual o tengas diferente color de piel. Es un gran error ese desprecio por la diferencia, la empatía, la solidaridad. El patriarcado determina quiénes son superiores a quiénes, y todos estamos educados en él porque económicamente es la educación que más compensa. En cuanto a las guerras, las hacen los hombres, evidentemente, porque hay más hombres en el poder. Pero las guerras no solo están en los campos de batalla, también hay otro tipo de pequeñas guerras que están en los barrios y en las casas, y en ellas intervenimos también las mujeres. Todos podemos y tenemos que mejorar.
- ¿Cuál es su postura sobre la conocida como cultura de la cancelación, que cada vez parece cobrar más fuerza? El último caso ha sido el del excelente director de escena y coreógrafo belga Jan Fabre, a quien un tribunal de Amberes ha encontrado culpable de acoso laboral y sexual tras la denuncia de doce ex empleadas de su Compañía a las que «vejó, tocó y presionó aprovechando su posición». Sus espectáculos han sido rápidamente cancelados en España.
- [Piensa bien la respuesta] Me gustaría que los seres humanos tuviéramos una ética de buen trato y no de maltrato. Creo que el maltrato tiene sus consecuencias, aunque no siempre, y estas cancelaciones son un ejemplo de ello. Y no eludo que también hay mujeres que maltratan. El maltrato, el abuso, se da en todas las profesiones, no solo en el mundo del cine, del teatro... Es cierto que se te atraviesa alguien cuando sabes que ha tenido un mal comportamiento o que todo apunta a ello.
- ¿Las denuncias no deberían hacerse próximas a los hechos?
- No siempre es fácil denunciar, no siempre una víctima está capacitada después de un 'shock' de maltrato para denunciar al segundo, ni al día siguiente, ni al mes... El maltrato te produce mucho daño, afecta a tu cabeza de una manera terrible, y hasta que tomas conciencia y puedes llegar a verbalizarlo, y no digamos ya a denunciarlo, es muy complicado. Sé que a veces se dicen cosas como que la denuncia la ha puesto una persona ya mayor por un abuso que tuvo lugar en su infancia. ¿Y qué? Claro que debe denunciar. Solo la víctima sabe por todo lo que ha pasado, cómo aquello ha podido condicionar su vida; todo el miedo, el dolor, a veces la vergüenza... No todas las víctimas pueden enfrentarse a un hecho así ni hacerlo del mismo modo.
- ¿Dejamos, por ejemplo, de ver películas de Polanski o de Woody Allen? ¿No las ve usted?
- Es verdad que ahí hay un debate ético, pero yo intento ver los trabajos de la gente que tiene un comportamiento de buen trato. Yo he sufrido maltrato, he sido abusada, dentro y fuera de la profesión. Como sé lo que es eso, lo que se sufre, puedo evidentemente apreciar la capacidad artística de alguien, pero, como afortunadamente hay muchos artistas en el mundo, también puedo elegir a aquellos que se comportan de la mejor manera y no hacen daño.
- ¿Abusos psicológicos?
- De todo tipo, y no solo una vez, varias veces... Y cuando eres maltratada sientes mucha rabia, dolor, impotencia. Y no te olvidas de ello... El maltrato es como una cicatriz que se queda ahí para siempre, recordándote ese golpe que te ha dado la vida. Una cicatriz por la que es conveniente aprender a transitar, porque debes procurar que no se convierta en una especie de horror o de infierno.
- ¿Y hay para colmo algún sentimiento de culpa añadido?
- Piensas en la posibilidad de que tú hayas podido contribuir a ese maltrato, ¡qué disparate! Nos pasa a todas las personas que hemos sido abusadas, que encima nos planteamos si hemos tenido la culpa; además de víctima, te encuentras planteándote, sintiéndote fatal, qué has podido hacer tú para provocar el maltrato.
- ¿Qué más se planteó usted?
- No quiero dar detalles... Fueron abusos de todo tipo, pero hay que ir hacia la curación, eso es lo importante para no quedarte atrapada. Por eso me interesa tanto, también como profesional del teatro, la búsqueda y la promoción de una estética no violenta, de una forma de vida no violenta. Y por eso mis montajes tienen que ver con la existencia de una luz, con una salida a algo que no funciona socialmente. Eso sí, siempre con humor e intentando dar un punto de vista imaginativo, pero siempre buscando eso: una salida a la luz.
- ¿Buscó ayuda psicológica?
- Sí, claro. Me han servido diferentes terapias; igual que me cuido una muela, me cuido mi parte emocional. No tengo ningún reparo en mirar todo lo que tenga que mirar en mi cabeza.
- ¿Qué se ha propuesto?
- Aprender a ser mejor persona y a saber amar mejor.
- ¿Y cómo está ahora su cabeza?
- Hecha toda una mujer [risas].
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