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El escritor y periodista Miguel Aranguren (Madrid, 1970) presenta esta tarde a las 19 horas en el Ateneo Jovellanos y de la mano de Ignacio ... Arroyo su último libro 'Toros para antitaurinos' (Homolegens). Su autor habla para EL COMERCIO de este volumen ilustrado por él mismo y con prólogo del matador Diego Urdiales.
–¿Cómo surgió esta obra enciclopédica, casi un 'Cossío' del siglo XXI?
–Soy aficionado a los toros desde niño y me sentía en deuda con la Fiesta, me ha hecho pasar momentos preciosos, emocionantes y trato de seguir ese refrán que de buen nacido es ser agradecido. Pensé en la posibilidad de una novela y lo rechacé por el peligro de caer en tópicos para optar por el relato breve. Y al hacerlo me di cuenta de que el léxico taurino en estos tiempos necesita explicaciones, empecé a aportar notas a pie de página y vi que tal vez eso no bastaba. De ahí salieron los anexos que han completado el libro y aún podría seguir más porque es un tema inabarcable.
–¿Es también una defensa de la lidia, como podría sugerir el título?
–Creo que la Fiesta no es necesario defenderla, porque eso significaría que es una realidad puesta en duda y que cabe la posibilidad de que sea anacrónica, ilegal o contraria al bienestar del ser humano. Lo que sí me di cuenta es que, desde el respeto absoluto a quienes no les gustan los toros o se consideran antitaurinos, lo que falta es información y didáctica. Lo he hablado con toreros, como Diego Urdiales, autor del prólogo y él me contaba que había llevado a una plaza a conocidos antitaurinos y les había explicado la lidia: a muchos no les había gustado pero la han entendido y a otros, después de entenderla, les ha gustado. Se trata de eso.
–A lo largo de la historia de la tauromaquia ha habido tan apasionados defensores como detractores.
–Es cierto y desde los inicios. La realidad de un hombre a cuerpo descubierto sirviéndose de unas telas para dominar e incluso crear belleza con un animal tan peligroso, entiendo que pueda generar debate. Si a ello unimos el destino propio de ese animal, el debate está servido. Pero más que discutir, lo que es importante es contar y por eso si algún antitaurino tiene la capacidad de sentarse a ver, será más fácil poder debatir de una manera amable acerca de este asunto.
–¿Cómo convencería a quien argumenta la crueldad hacia el animal y la peligrosidad para el torero?
–Es el espectáculo seguramente más reglamentado de los que existen. Y además es una reglamentación oficial, asegurada por ley, de manera que en una corrida no se puede hacer cualquier cosa. Lo que busca el reglamento es el máximo bienestar del animal, no se le puede dañar alegremente, hay unas pautas en la lidia que tienen un por qué y son las que se explican en el libro. Rompiendo más tópicos: un torero es una persona con una sensibilidad muy especial y tiene una vinculación igual de especial con el ámbito rural, por tanto a los animales y al toro nunca lo ve como un enemigo, es un colaborador, por eso al toro, el público, el torero y el ganadero quieren que se le cuide y se le dé la mejor vida posible, incluso que quepa la posibilidad del perdón por su bravura. Para entenderlo hay que olvidarse de apriorismos y empaparse del por qué, a partir de ahí puede decidir.
–Otro tópico es que el toreo era antes más auténtico y hoy está descafeinado.
–Es un tópico también muy español, la añoranza de un mundo ideal que no volverá. La realidad es que nunca se ha toreado de manera tan perfecta como ahora, la técnica se ha desarrollado a unos niveles que en los 60 o en los 40 de Manolete ni por asomo se podían pensar. Y nunca se ha criado un toro con las cualidades tan desarrolladas para cumplir su función, ni con tanta bravura y tanta casta. Lo que puede dar pie a esa impresión negativa es que los medios en general y en concreto la televisión han cerrado las puertas a la tauromaquia.
–¿Eso pone en peligro el futuro de los toros?
–No lo creo y a los hechos me remito. Tengo la sensación de que en una gran parte de la juventud hay un fuerte deseo de ser libres, de que los poderes públicos se queden solamente en la gestión de los servicios y nos dejen en paz. Hay una reacción a ese afán de los gobiernos de meterse en el día a día y es algo que se ve, por ejemplo, en la plaza de toros de Madrid, no hay ningún espectáculo que se dé 30 días seguidos y que haya más de 20.000 personas y de ellas un porcentaje altísimo de jóvenes. Si se gestiona bien el espectáculo, no solo no se va a acabar sino que se convertirá en un lugar donde uno puede explayarse y experimentar emociones que no te da ninguna propuesta a golpe de mando a distancia.
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