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Ginés Marín y Enrique Ponce, con gesto triunfal, salen de El Bibio en hombros.

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Ginés Marín y Enrique Ponce, con gesto triunfal, salen de El Bibio en hombros. DAMIÁN ARIENZA

Enrique Ponce o la despedida perfecta

Gines Marín, que mató a sus dos toros con gran pureza, salió en hombros con el maestro valenciano mientras Roca Rey, cogido sin consecuencias, cortó una oreja en la última de abono

Lunes, 19 de agosto 2024, 02:00

Fue la despedida perfecta. De Ponce en El Bibio y de la propia feria. Un año después, la plaza fue testigo de otro adiós cargado de emotividad. Si en 2023 fue 'El Juli' quien hizo historia en este coso, el domingo le tocó el turno al maestro de Chiva, que emocionó igualmente a los gijoneses en su última tarde en esta plaza.

Brindó Ponce al público su faena a 'Rescoldito', el astado con el que se despedía del público asturiano, una obra tremendamente emotiva, acompañada con los acordes de Caridad del Guadalquivir, que generó una atmósfera especial en El Bibio. Le faltó empuje al animal pero Ponce llenó la escena con maestría, midió los tiempos, dio pausas al toro para que se oxigenara, y sin apretarlo nunca consiguió muletazos sublimes. De una composición estética extraordinaria. El final, con su célebres Poncinas, le salió que ni pintado. Y el público se volvió loco. Materialmente.

Un grito de júbilo salió a coro del tendido y después de una gran estocada cayeron las dos orejas. La vuelta al ruedo fue parsimoniosa, deleitándose en cada paso, en la devolución de cada prenda, recogiendo todo el cariño que le ha profesado este público en sus más de treinta años como profesional.

Antes despachó un toro noble, franco, no sobrado de pujanza, al que Ponce midió a la perfección. Sus muletazos tuvieron estética y al mismo tiempo sirvieron para no quebrantar al animal, porque lo condujo con temple y lo alivió al final del embroque. El final con ambas rodillas en tierra, muleteando al de Cuvillo encajado, relajado, en estado de abandono, provocaron un clamor. Pero en esta ocasión la espada no viajó tan certera.

El otro momento álgido del espectáculo lo vivimos en el quinto, toro de buena condición pero, como toda la corrida, de escaso fondo. Roca Rey, defendió su estatus con uñas y dientes en una faena de ajuste milimétrico, de entrega desmedida, en la que no le quedó otra que pisar el terreno que el toro defendía para provocarle su arrancada. Fue una exhibición de raza, de autoridad y ambición que sobrecogió al cónclave. Porque al toro no le quedó más remedio que embestir.

Tenía las dos orejas en la mano, pero en el primer encuentro con la espada agarró hueso, se quedó en la cara y sobrevino una feísima voltereta. Se sobrepuso el torero, que volvió a pinchar antes de la estocada final. Pero la repercusión de lo vivido fue tan grande que, aún así, el público le pidió una oreja.

Otra podía haber cortado del segundo cuya faena inició en los medios con pases cambiados por la espalda. Fue un trasteo edificado sobre la mano diestra pues por el lado zurdo el de Cuvillo se venía más por dentro. Pese a que el toro no terminó de romper, aquello llegó mucho al tendido por la intensidad que da el ajuste, y después de un apretadísimo final entre los pitones, de dominio ojedista, el público se puso en pie. Pero la espada lo echó todo a perder.

Precisamente la espada fue el arma que permitió a Ginés Marín salir en hombros. Porque el extremeño sorteó el lote de menos opciones y aún así, con su facilidad caminista, esa que tapa defectos a los animales y potencia sus virtudes, se las ingenió para no quedarse atrás. Ahora que con lo que de verdad sacó matrícula el torero de Olivenza fue con la espada. En tiempos en los que se mata tan mal, merecería mayor reconocimiento el modo de matar, tan de verdad, tan auténtico, tan como mandan los cánones, de este diestro, sin duda el que con más pureza instrumenta la suerte suprema.

La feria acabó en apoteosis, y a pesar de las cinco Puertas Grandes y las trece orejas cortadas en las cuatro tardes del abono, el público salió camino de la Avenida de la Costa, feliz y contento, pero con ganas de más. Será el año próximo.

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