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El actor norteamericano Viggo Mortensen logró ayer convocar en el Auditorio del Niemeyer a la inmensa minoría de la que hablaba Juan Ramón Jiménez (casi 1.000 personas, entradas agotadas) para escuchar sus versos en castellano y sus opiniones acerca de la creación poética, una faceta que seguramente desconocían muchos de sus admiradores y que el intérprete que ha dado vida al Aragorn de 'El Señor de los Anillos' ha cultivado, casi en secreto, en paralelo a su carrera artística. Autor de varios poemarios como 'Lo que no se puede escribir' (2018) o 'Eudaimonia' (2021), el neoyorquino no se prodiga en lecturas públicas y su recital avilesino, adquirió así categoría de primicia mundial, conseguida por los organizadores del Ciclo de la Palabra. El escritor y profesor de la Universidad de Oviedo Javier García Rodríguez fue el encargado de conducir el encuentro.
El norteamericano salió a escena mostrando que las tablas de los platós sirven igual para la poesía y, mientras desplegaba un desordenado arsenal de papeles sobre el atril, tras saludar al público disparó a modo de 'captatio benevolentiae' un desenfadado: «Esto es lo que voy leer, pero tranquilos si veo que están roncando mucho acorto la aventura». No fue preciso: consiguió despertar el interés de las butacas a base de ingenio, sencillez e inteligencia bien medidas en la lectura de sus versos y las perlas que iba intercalando. «Uno escribe para intentar entender lo que le pasa en la vida», comenzó diciendo. Y sobre el arte de escribir versos, que «un poema es el registro de un fracaso, una bomba casera que te puede alcanzar», pero también advirtiendo acerca de la excesiva confianza en la palabra pensada: «Hay que librar a la poesía de los poemas y sobre todo de los poetas», afirmó. Concluyó su recital con una emocionante elegía breve a su perrita 'Brigitte': «Que te dejen seguir soñando y te perdonen por no fijarte por donde salía tu alma».
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Más jugosa aún resultó su conversación con García Rodríguez. «Comencé de niño escribiendo cuentitos muy cortos, queria inventar historias como las de los libros y se las leía a mi madre, era una forma de comunicarme con ella, es lo que he seguido haciendo de alguna manera», confesó sobre su vocación literaria. Y sobre su propia forma de afrontar la escritura desveló que «al hacer un poema, lo mismo que una película, para saber que voy por buen camino, necesito sentirme libre, abandonarme a lo que salga para luego ir afinando, quitar o poner palabras como planos al montar un filme, hay que alternar entre el desorden y la precisión».
El moderador quiso tirar del filón cinematográfico para preguntarle si un guion era literatura: «Para mí sí, pero puede ser muy mala literatura, porque en general la mayoría de las películas son malas, hay pocas buenas, se escriben también muy malas novelas y son literatura». Reveló algunas de sus referencias poéticas: Borges, Pizarnik, Cortázar («sus cuentos tienen sentido del humor y son muy astutos, eso me gusta»), Walt Whitman y Leopoldo Lugones («el Whitman latinoamericano»). Hubo tiempo para la broma de culto: «En 'Captain Fantastic' hay un personaje que toca la guitarra, matea y tiene un cajón flamenco, ¿fue cosa tuya?», se interesó el presentador: « Lo del cajón, no», respondió. Aún reservaba otra perla sobre el don de las musas: «El poema es una mentira pero capta algo que es verdad».
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