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EDUARDO PANEQUE
GIJÓN.
Jueves, 30 de junio 2022, 02:44
Diego Díaz (Oviedo, 1981) es autor de 'Pasionaria. La vida inesperada de Dolores Ibárruri', obra que pretende ser divulgativa sobre la histórica dirigente del PCE coincidiendo con el centenario de la fundación del partido y que ahora será adaptada a la gran pantalla.
-¿Cómo ... se ha hecho hueco una obra como esta con tantas publicadas sobre Pasionaria?
-Se quiere actualizar a una persona, un clásico del movimiento obrero, tanto para quien no la conociera como para dar una nueva visión al que lo hiciera. Desde la gente mayor que la escuchó en un mitin a chavales de instituto.
-Cuesta creer que alguien no sepa quién es, pero ¿cuánto se sabe de ella?
-Siempre pasa con las leyendas: suenan mucho, pero viven en un imaginario popular en el que se sabe poco de ellas. El libro es un acercamiento historiográfico, serio y riguroso. No es un libro desmitificador que se plantee hacer un ajuste de cuentas y, como dice Enric Juliana en el prólogo, «no se rinde a la leyenda». Es situar a un personaje del siglo XX con sus luces y sombras.
-¿Sería patriota, tal y como se entiende hoy el concepto?
-Totalmente. Los comunistas, en el año 35, hacen autocrítica de haber sido muy izquierdistas, sectarios y simplificadores. Entienden que la democracia liberal con todas sus limitaciones es preferible al fascismo. Se dan cuenta que, para defender los derechos sociales, es necesaria una alianza de la clase trabajadora con otros sectores que no son proletarios. El nexo de unión es una nueva idea de patria identificada con las mayorías. El concepto de patrio es demasiado poderoso para regalárselo a los fascistas y las oligarquías. Las clases medias y populares tienen que presentarse como las verdaderas defensoras de los intereses generales, de la nación.
-¿Esta disección sería aplicable al PCE de hoy en día?
-Creo que sí. Es una cosa que en cierta medida se ha incorporado a la izquierda española, ese viraje frentepopulista ha tenido mucha trascendencia. Aunque luego la izquierda pueda discrepar sobre la plurinacionalidad o el federalismo, en general, su empeño siempre ha sido de romper el monopolio de la idea de España de la derecha. Otra cosa es que lo haya conseguido.
-¿Cómo era la relación de Pasionaria con Santiago Carrillo?
-Es difícil de desentrañar, porque ella siempre era de lavar los trapos sucios dentro. En un primer momento, creo que trata de mantenerlo alejado de la secretaría general porque lo ve un joven muy ambicioso y que, en cuanto tenga poder, la va a desplazar. Luego se da cuenta de que es imposible, que Carrillo y los jóvenes del partido vienen con mucho empuje, y admite ese papel más honorífico que ejecutivo. Era una mujer muy disciplinada en materia de partido, se creía la doctrina bolchevique. Muchas decisiones de Carrillo seguro que no le gustaban, pero las acataba.
-¿Cómo era vista esta bicefalia en otras potencias?
-Los soviéticos intentaron meter cizaña entre ambos. La condena de la invasión de Praga a ella le costó muchas presiones por parte de los soviéticos que querían que ella se desmarcase de esa condena que el PCE hace sobre Checoslovaquia. Ella fue muy disciplinada y acató que su partido considerase que había sido un error que los tanques entrasen en Praga.
-¿Fue precursora del feminismo en España o no quería esa etiqueta?
-Las mujeres del movimiento obrero tendieron a rechazar el término feminista porque tenía una connotación burguesa. Generalmente, fueron las mujeres republicanas de clase media las que hicieron más bandera. Otra cosa es que tanto Pasionaria como Federica Montseny y Margarita Nelken fueran abanderadas de un feminismo obrero, de que para lograr igualdad entre hombres y mujeres eran necesarias transformaciones sociales y económicas, que hubiese un sistema público de cuidados y que las mujeres accediesen al trabajo con igualdad de salarios.
-¿Cuánto hueco tiene Asturias?
-En el 36 se convierte en diputada por Asturias y protagoniza el momento más emocionante de su vida que fue la liberación de los presos políticos de la cárcel de Oviedo. Nada más saberse que la izquierda ha ganado las elecciones el 16 de febrero, se producen motines en las cárceles de El Coto (Gijón) y Ciudad Naranco (Oviedo) y los presos dicen que quieren salir ya. Hay dudas sobre qué hacer, ella se presenta allí, dice que es la máxima autoridad, coge las llaves y saca a los presos. En 1977 fue presentada por Asturias. Solo dos diputados repitieron respecto al 36, un elemento de reparación histórica. Una de las imágenes icónicas de la Transición fue ese apretón de manos entre Pasionaria y Adolfo Suárez que representaba la reconciliación nacional que defendían los comunistas.
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