P. A. MARÍN ESTRADA
GIJÓN.
Miércoles, 20 de noviembre 2019, 00:19
Elisa Cepedal (Barredos, 1982) presentó ayer en la sección oficial del FICX 'El trabajo o a quién le pertenece el mundo', un lúcido relato sobre el fin de la minería en Asturias de elaboración y protagonismo colectivos.
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-¿Ha querido mostrar en el fin de ... la minería la desintegración de una identidad ligada a ella?
-Más que el fin de la minería -que ya venía de hace años- me encontré con la pérdida de conciencia de clase en una comunidad que había sido históricamente muy activa, como recordaba al criarme en Barredos. Quería capturar ese hecho, pero también se muestra un cambio de ciclo hacia otra forma de capitalismo.
-¿En qué posición se sitúa ante una realidad tan cercana?
-La visión personal es inevitable en cuanto al fuerte vínculo que tengo con la cuenca, pero quería alejarme un poco. No quería dar mi opinión personal sino mostrar los efectos de algo más que las causas. Uso el mecanismo de un narrador -un extranjero que llega a ese lugar- y eso me permitió el distanciamiento que buscaba entre realidad y el relato que quería contar.
-El protagonismo es colectivo.
-Tenía claro que los protagonistas debían ser el grupo, a diferencia de lo que ocurre en mis anteriores trabajos donde el peso de la historia recae en un solo personaje. Al final acabaron difuminándose mucho los roles de los participantes y el verdadero protagonista consigue ser más el lugar que ninguna persona.
-¿Cómo fue el trabajo con los mineros?
-Rodamos con un grupo que a raíz de la huelga del 2012 dejó los sindicatos y quería montar uno propio. Acudí a muchas de sus reuniones y a medida que rodábamos con estos mineros, ellos mismos también se replanteaban qué iban a hacer, de manera que se fundió realidad y ficción según lo íbamos contando.
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-¿Le costó ganarse su confianza?
-Un año antes de filmar conocí a muchos de ellos y cuando empezamos el rodaje y durante él, yo ya era una más: me llamaban a las asambleas aunque no fuese a grabarlas. No solo se involucraron ellos, también mucha gente de Barredos y la cuenca. Fue un gusto trabajar así en casa.
-¿Ese sentimiento de pertenencia hacía inevitable la película?
-Creo que en el cine una debe hablar de lo que es y de lo que conoce. Hacer una peli sobre la cuenca me vino dado por el periodo histórico que se vivía, quería rodarla antes de que se cerrasen las minas. Sentía un deber de hacerla sobre el lugar del que vengo antes de que terminase todo.
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-En otro filme del FICX: 'Hotel Asturies' de Ramón Lluis Bande, usted y otros cineastas asturianos reflexionan sobre la relación del cine y el territorio.
-Es importante hacer películas sobre Asturias y en Asturias pero creo que no para darle sentido a lo que somos sino, como digo ahí, para restablecer nuestra creencia en este lugar. Un cine que no sea representación de la realidad sino que sea la realidad.
-¿Se siente parte de ese grupo de realizadores?
-Es un privilegio contar con amigos que hacen un cine distinto al mío pero con preocupaciones comunes y me gusta sentirme parte de ese algo más que lo propio. Me parece importante desligarse de la figura del autor y creer en el trabajo en común, porque al final una peli deja de ser tuya para ser de quienes la ven.
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