Elena López Riera, directora y guionista

«Las mujeres de antes tuvieron la inteligencia de sobrevivir con alegría»

–¿Ha habido algún momento en el que supo que esta historia tenía que ser contada?

–No, la verdad es que ha sido un proyecto que ha venido de manera bastante orgánica. No lo tenía previsto, sentí en un momento la necesidad de hablar con mujeres que habían venido antes que yo sobre algunos de los temas de los que hablaba a menudo con mis amigas, pero no con mujeres de otras edades.

–Ha hablado en alguna ocasión de que es una película muy bruta. ¿Por qué lo es?

–Es un término que me gusta mucho porque tiene varias acepciones. Una de ellas es que no está trabajado. Se habla de arte bruto, de una gema en bruto... Es un término que alude a la urgencia de hacer las cosas. Y creo que define bien la película, que no estaba preparada cuando se rodó, ni estaba pensada ni calculada.

–Al hablar con estas mujeres, al ponerlas frente a la cámara, ¿ha habido algo en sus experiencias que cambiara su perspectiva?

–Sí, creo que tenía muchos prejuicios, como creo que existen en esta sociedad, sobre las mujeres de una determinada edad. Y ha sido muy sorprendente ver la inteligencia y la habilidad con que han manejado los dolores. No porque hayan estado sometidas, como seguimos estando, a una sociedad patriarcal las que estuvieron antes no hicieron nada. Creo que en el contexto de la época tuvieron la inteligencia de sobrevivir, y de sobrevivir con alegría.

–¿Cómo ha encontrado el equilibrio entre contar lo personal y lo colectivo?

–Bueno, no sé si está muy conseguido. Tenía la necesidad de devolver toda la generosidad que ellas habían tenido al abrirse en canal y creo que era lo que me tocaba para estar al mismo nivel. Porque las historias de amor o que tienen que ver con la sexualidad, con los afectos, con el matrimonio, con la familia, por mucho que pensemos que son individuales, en realidad responden a estructuras sociales.

–¿Cómo fue presentar un proyecto tan íntimo en Cannes?

–Nunca pensé que se iba a mostrar más allá de mi círculo cercano. Y mucho menos que se iba a estrenar en Cannes y en cines. Hay cierta incomodidad que asumo porque yo entre el cine y la vida no pongo muchas barreras. Pero, por otro lado, también ha sido muy bonito saber que las historias de esas mujeres, y la mía también, podían resonar en otras personas.

–¿Qué le gustaría que quedara de la película en el espectador?

–Uy, yo no me aventuro. Es una empresa demasiado complicada esperar que la gente piense algo de tu trabajo. Y ver una película y pensar lo que te queda de ella a ti también es un acto muy íntimo, entonces no me quiero meter ahí.

–Después de un proyecto como este, ¿qué viene ahora?

–Yo no planifico muchas cosas. Si hago películas y soy artista es porque tengo la necesidad en el momento de abordar un tema que me duele o que me interpela. El cálculo y la estrategia es lo contrario a mi ideología, así que si toca volver a hacer un documental, lo haré. Por el momento, recuperarme de todo esto, que fue un viaje bastante intenso.