Alberto Piquero
Sábado, 24 de diciembre 2016, 19:05
Nacido en el concejo de Valdés en 1921 y, claro está, rebasada la frontera octogenaria, Manuel Gil Parrondo y Rico desmiente a Goethe cuando invitaba a vender el alma al diablo para gozar de la eterna juventud. Basta con entregársela apasionadamente a una profesión. Es su caso, que se hace extensible a su pasión por Asturias, aunque se marchara de muy niño del entorno en el que aprendió las primeras luces.
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Y esa geografía paterna y materna es el motivo central de la visión que expresa Gil Parrondo sobre la región, una comunidad que en 2003 recompensaba su fidelidad con la Medalla de Plata del Principado.
Al borde de unas nuevas elecciones generales, lo que predomina en su caso es la evocación. Sus recuerdos infantiles le transportan «a la playa y el hermoso mar Cantábrico», en Luarca, o en Cortina de Trevías, adonde se fue a vivir a los cuatro años. Y para que el paisaje fuera completo, se domiciliaría poco después en el interior, en Cabañaquinta (Aller). ¿Era muy distinta la estampa? El dice que no: «Había el mismo color verde».
Pronto se instalaría en Madrid, pero en Asturias dejaba una extensa familia, repartida por Valdés, Gijón y Oviedo. Un ancla para sucesivos regresos. Que es un hombre con raíces lo prueba el hecho de que tras obtener el Oscar que se le brindó por 'Patton', los cantos de sirena que le llegaban desde Hollywood no fueron escuchados: «Me producía inquietud vivir fuera de España. Yo soy muy feliz en mi país».
Asturias volvió a ser lugar de destino al comenzar a trabajar con José Luis Garci. Su primer rodaje, 'Volver a empezar': «Fue un gusto fotografiar los lagos de Covadonga o Gijón».
Parrondo, que para su profesión se inspiró en las salas del Museo del Prado, donde recibiría la Medalla de las Artes, confiesa su devoción por la magnífica oferta que proporciona el Museo de Bellas Artes de Oviedo.
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Lo que no acierta a saber es por qué siendo Asturias rincón privilegiado por notables realizadores, sin embargo no termina de constituirse el armazón de una industria del cine: «Es complicado. Como todo lo que tiene relación con iniciativas industriales. Muchas surgen de repente, sin que se sepa por qué. Asturias podría ser Hollywood, del que nadie hubiera podido decir al principio que se iba a convertir en La Meca del cine», sostiene Parrondo. «Es normal que los estudios importantes estén en Madrid, o en Barcelona. Pero ahora mismo se están haciendo unos en Alicante que ni siquiera nos hubiéramos atrevido a soñar. Aunque también es verdad que el cine de hoy no requiere de esas infraestructuras», añade. Y ahí le agarra una brizna de nostalgia.
¿Hemos de seguir emigrando a la capital del Reino, en consecuencia? Gil Parrondo atenúa los modales dramáticos: «Lo que importa es sentir el flechazo de la vocación. No poder vivir sin ella. Claro, en España se va a Madrid, como en Estados Unidos se va a Hollywood o a Nueva York ».
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Ampliando el cuadro, se dice «escéptico» acerca de la crisis de Asturias: «No la niego, pero es igual que lo que ocurre en el cine o el teatro, de los que se lleva asegurando que están en crisis desde que yo soy un niño. En cuanto se escribe una buena obra de teatro o un guión inteligente», afirma, «se acabó la crisis. Así que hay que reírse un poco de eso. Cuando hay pocos medios, la solución posible es poner más talento en el empeño», señala el director artístico.
¿Es esa la recomendación que le vendría bien a Asturias? «Desde luego, desde luego», responde.
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