Cayetana Guillén Cuervo: «Las artes y la cultura son el oxígeno de un país»

–¿Es usted mujer de puertas abiertas?

–Siempre. Puertas abiertas es mi actitud en la vida, mi línea editorial.

–¿Esta obra abre muchas puertas al entendimiento?

–Es un texto que te hace reflexionar, que te hace modificar o darle una vuelta a tu punto de vista, que alimenta el espíritu crítico, que invita a escuchar al otro, a ponerte en su lugar. 'Puertas abiertas' habla del prejuicio, de la empatía, de entender las razones de quien tienes enfrente, habla de escuchar, de debatir... Es una obra de hora y cuarto, bonita, inteligente, que emociona muchísimo al espectador y que trata de muchos temas, de muchos miedos, de muchas situaciones al límite.

–Pero todo parte de confrontar a dos personajes tras los atentados de París de 2015.

–El punto de partida son los atentando de la sala Bataclan, que sirven para poner frente a frente a estos personajes, una parisina y un árabe, que confrontan civilizaciones, ideologías, hábitos, formas de vida... Pero llegan a entenderse porque se escuchan. Tiene un vuelo intelectual alto, y la puesta en escena es atrevida, conceptual... Con un texto realista al final hacemos realismo mágico.

–¿Cómo le llega esta historia?

–Me llama uno de los jefazos de Focus, me dice 'te mando un texto' y respondo que no, que no quiero hacer teatro, que no quiero faltar de casa. Había producido y coproducido, había hecho 'Fuegos' en Mérida, venía de mucha gira y no quería hacer más teatro. Lo leí y le dije: «Me habéis fastidiado, lo tengo que hacer».

–¿Y cómo fue el proceso para llevarlo a escena?

–Muy bonito. Abel es un gran director. Y el gran hallazgo ha sido mi compañero, Ayoub El Halili, nos hemos convertido en hermanos, ya no podemos vivir el uno sin el otro. Somos de generaciones y mundos distintos, pero tenemos una gran complicidad y somos inseparables por todo lo que nos aportamos.

–Llevan ya muchas funciones. ¿Cuál es la respuesta del público?

–Mucha gente nos espera a la puerta del teatro para darnos las gracias y eso es algo que da sentido a tu vida.

–Hace tele, cine y teatro. ¿Un placer o una locura tener tantos frentes abiertos?

–Me encanta. Todo es organizarse bien y estar con la cabeza en lo que estás en ese momento. Es riqueza pura, es activismo cultural, es trabajar por y para la cultura, por y para el arte. Soy una privilegiada.

–¿No sabe decir que no?

–No sé decir que no, porque todo tiene un lado interesante y me va a aportar, pero hay cosas a las que digo que no.

–Empezó su carrera precisamente en Asturias.

–Sí, con 'Segunda enseñanza' en Oviedo, estábamos todos en un hostal que no me acuerdo cómo se llama. Ese fue mi primer trabajo, pero tengo a Asturias en un lugar importante, porque allí rodé 'El abuelo' y 'La herida luminosa', en la que está mi padre. Le tengo un amor sin límite y me hace ilusión actuar allí.

–Y de aquí era el gran José Lobato, que trabajó con usted en 'El Ministerio del Tiempo'.

–Fue un pedazo de ser humano maravilloso que tuvo un recorrido muy corto en esta vida. Era un buen compañero, muy cómplice, y un personaje fundamental en 'El Ministerio del Tiempo'.

–Es periodista y actriz. ¿Oficios unidos?

–Son profesiones totalmente complementarias. En ambos casos se trata de comunicar. Mi padre quería que nos licenciáramos los tres hermanos y a mí siempre me había gustado leer y escribir, la literatura es parte de mi vida y el periodismo era una continuación de esa vocación. Siempre tuve claro que me gustaban la dos cosas. Además, yo me he dedicado al periodismo cultural.

–¿Cómo lleva una entrevistadora las entrevistas?

–Bien, se trata de charlar. Lo que no soporto es que manipulen lo que digo. Si digo algo y lo sacan de contexto, se me hace una herida que no perdono.

–Como periodista, intérprete y productora, ¿cómo ve el sector tras la pandemia?

–El colectivo ha sufrido mucho, todos los oficios de las artes escénicas han sufrido. Creo que es importante no parar, cuando se para es muy difícil volver a arrancar. Hacen falta valentía y generosidad para continuar, pero es fundamental hacerlo.

–¿Qué más necesita el sector? ¿Qué busca desde la Academia?

–El estatuto del artista me parece clave para dignificar la profesión. Se salvaría parte de esa inestabilidad, esa angustia, esa vida en la cuerda floja. También debemos conquistar la paridad. La línea de trabajo que vamos a llevar es intentar descentralizar la Academia, que llegue a todas la comunidades, buscamos que todos los colectivos, todos los oficios, todos los individuos que pertenecen a ellos, se hagan académicos para que luchemos juntos por lo que nos falta por conquistar. Es importante hacer entender que la cultura y las artes escénicas son la identidad de nuestro país. ¿Qué haría España sin Cervantes? ¿Sin Juan Mayorga? ¿Sin Nuria Espert? ¿O sin Almodóvar, Buñuel o Dalí? Es urgente que la cultura sea una cuestión de estado, se considere una prioridad absoluta. Se ha demostrado en la pandemia que es el oxígeno de un país, la ventana a la vida, lo que completa al ser humano, lo que le hace soñar y pensar. Por eso, la prioridad ahora es apelar a que nos tengan un profundo respeto.

–Dejamos la escena, ¿cómo ve el audiovisual?

–Estamos a primerísimo nivel en el mundo. España es un país que roza la excelencia. Su cultura es muy top.