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Carles Sans (Badalona, 1955) rompe su silencio. Toma la palabra en '¡Por fin solo!' para desgranar anécdotas de sus cuarenta años con Tricicle. Hoy (20 horas, 20 euros) se sube a las tablas del Niemeyer en Avilés.
-¿Por fin solo o en realidad se ... siente un poco solo?
-Claro que me siento solo, sobre todo en el escenario. Lo cuento en el espectáculo, pero la ironía me la pusieron en bandeja. Me gustaría estar con ellos, pero ya que hemos decidido este parón, pensé 'vamos a ver cómo es trabajar en solitario y sin parar de hablar', todo lo contrario que he hecho en los últimos 40 años.
-¿Y cómo es ?
-Estaba claro que lo que no quería ni podía hacer era lo mismo que Tricicle, porque Tricicle es inimitable e inigualable, y por eso se me ocurrió hablar de la enorme cantidad de anécdotas divertidísimas, con Tricicle y personales. Son todas reales, aunque algunas parezcan imposibles, y yo le añado mi dosis de teatro gestual.
-¿Cómo seleccionarlas, mezclarlas en un show?
-Decidí hacerlo por mi entorno, que me planteaba que hiciera un espectáculo con las anécdotas. Al principio era muy escéptico, pero luego empecé a hilar y a trenzar una cronología de anécdotas y me ha salido un espectáculo muy divertido. Son tantas que he tenido que descartar para que no fuera más largo que 'Ben-Hur', pero estoy hora y media sin parar.
-¿Cómo lleva lo de hablar?
-Era uno de mis miedos. Muy al inicio, a mis comienzos, yo era actor de texto, volver a encontrarme con esto es un poco un reto para mí, pero me siento bien, a gusto. Aunque existe un miedo que con Tricicle no existía: el de quedarme en blanco.
-¿Un gesto vale más que mil palabras o la palabra siempre gana?
-El gesto no puede disputarle el primer lugar a la palabra. Siempre ha sido un lenguaje subsidiario que apoya y reafirma la palabra. Por eso era tan complicado crear con Tricicle, porque el gesto es mucho más limitado.
-Pero aquí juega a dos bandas.
-Sí, es inevitable, lo llevo dentro. Cuando hablo de un personaje, inmediatamente lo compongo y lo hago con gestos y cualquier situación la represento a mi modo.
-José Corbacho le ha codirigido.
-En esos procesos creativos es fundamental tener una visión externa, porque uno mismo se pierde, necesita de alguien. Nos une una amistad de muchísimos años y aunque en el estilo de humor puede haber diferencias, nos divierte lo mismo. Me he entendido bien.
-¿Alguna anécdota se ha quedado fuera por inconfesable?
-Alguna hay. Sí se puede confesar pero no se puede contar públicamente. Soy de humor blanco.
-¿Cuántas veces le han preguntando cuándo vuelve Tricicle?
-Yo creo que la gente ya va viendo que Tricicle tenía que acabar en algún momento. No hemos cerrado ninguna puerta, pero cada uno necesitaba un poco de espacio, hacer sus proyectos. En mi caso me apetecía muchísimo emprender esta aventura. Pero sí, lógicamente la sombra de Tricicle es alargada y la gente pregunta.
-¿Cómo ve el humor? ¿Muy coartado por la corrección?
-Absolutamente. Esto ha cambiado muchísimo. Antes se podían contar chistes de cojos, tuertos, ciegos y se hacía sin un sentimiento de menosprecio. Ahora no, hay una sensibilidad en todos los terrenos muy aguda, que puede ser muy incisiva si te equivocas o cometes un desliz para ciertos grupos con fuerza en redes que te pueden hundir. Con lo cual, hay que cortarse. Es una lástima. Yo puedo bromear contigo sobre un chiste que a ti te puede parecer machista, pero no necesariamente significa que sea machista.
-¿Será una racha? ¿Pasará?
-No lo sé. Ha llegado para quedarse bastante tiempo. Cada vez vamos afinando más ese escrupulo. Los que nos dedicamos a esto tenemos que ir con mucho cuidado, el humor hoy es como ir haciendo surf.
-¿Algún límite le ve al humor?
-Yo creo que los límites se los pone uno mismo, yo llego hasta donde como espectador me haría gracia algo. Con humor se puede decir todo y hacer todo, por eso hay humor negro, otra cosa es que a a alguien personalmente le guste hacer chistes sobre el cáncer. A mí no.
-¿Qué le hace a usted reír a carcajadas?
-Pocas cosas. Los profesionales del humor nos reímos muy poco, porque en el fondo cuando ves un espectáculo estás más analizando cómo ha sonado el chiste y en qué momento y de qué manera se hizo... Me gustaría tener la virginidad del público de pago que viene libre y reírme, pero se me hace muy difícil.
-¿En el día a día?
-Me río con las cosas más básicas y simples. Un resbalón me puede hacer mucha gracia.
-¿Qué no le hace ninguna gracia?
-El humor malo me pone muy nervioso.
-¿De qué debemos reírmos un poquito más todos?
-De nosotros mismos. Es básico. Un profesor que tenía cuando estudiaba Arte Dramático decía que el humor empieza por saberse reír de ti mismo. Y eso en mi espectáculo sí ocurre, y eso me permite reírme del publico. No todo el mundo está preparado, hay quien tolera reírse de sí mismo pero no que los demás lo hagan de él. Hay que saber encajar las bromas.
-¿Se ha acostumbrado a ver al público enmascarado?
-El ser humano se acostumbra a todo. Pero sí que es muy raro, especialmente en espectáculos de humor, donde les oímos reír pero no les vemos reír. Se hace muy extraño.
-Ahora qué por fin está solo, ¿qué quiere hacer los próximos 40 años?
-No sé. De momento, disfrutar. Esto lo he hecho porque quiero estar en activo, quiero divertirme. Y si un día de repente me aburro, pues lo dejo, que tampoco pienso estar arrastrándome por ahí con 80 años. Día a día. Estoy en un punto en el que me puedo permitir verlas venir poco a poco.
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