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PABLO A. MARÍN ESTRADA
GIJÓN.
Lunes, 19 de diciembre 2022, 01:04
El festival de góspel de Gijón se despidió ayer por todo lo alto con la actuación de la cantante norteamericana Bridget Bazile, una sugestiva apuesta de los programadores del ciclo para ofrecer al público de la ciudad algo diferente a los convencionales grupos corales del ... género y a la vez muy fiel a sus esencias. Soprano de formación clásica, con una acreditada trayectoria tanto en la lírica como en la música popular, la vocalista de Luisiana se presentaba en el Jovellanos acompañada por el pianista Vincent Balse y dos magníficas coristas: Kiane Davis y Sabine Kouli.
Con un repertorio colmado de genuinas joyas del Negro Spiritual, el cuarteto entusiasmó a un público no tan numeroso como cabría esperar, al que brindó una sesión de alto voltaje en emociones y calidad interpretativa.
La de Nueva Orleans abrió con una sorprendente y celestial 'Total Praise', que dejó los oídos bien despejados para todo lo que iba a venir después. Un auténtico prodigio donde las raíces de la tradición y la delicadeza clásica volaban de la mano. Llegó el brío con una movida 'Jericho' a golpe palmas y de nuevo a las esferas más altas con una 'Nobody Knows' suave como el terciopelo. Nueva fiesta contagiada a las butacas con otro himno popular, 'Down by the Riverside'. Y, sola, sin sus dos coristas, de nuevo el milagro con una 'Deep River' elevada a lo más álgido del bel canto. Algo así precisaba un poco de recreo para salir del arrobamiento y la receta la extendieron pronto Bazile y su trío con la bonita juerga de 'I'm a Soldier' y una celebradísima 'Said wasn't gonna tell Nobody'.
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Estremecedora y maravillosa sonó 'This Little Light of Mine' en la espectacular voz de la solista y, como una celebración gozosamente compartida con el público, 'Go Tell It to the Mountains', de vibrante remate final. Y si la extraordinaria Bazile no había ya hipnotizado lo suficiente al teatro con su magia sonora, aún lograba alzar el vuelo más arriba con su interpretación de 'Amazing Grace'. Pero aún quedaba más: una 'Rejoice' fiel a su título que comenzó como un simpático divertimento mozartiano para desembocar en un embrujador himno coral con la participación del público, invitado a levantarse por la soprano. Y a disfrutar largamente del desmadre que ella y sus cómplices del escenario organizaron. Una maravillosa fiesta que rubricarían con 'Oh Happy Day' y un twistero 'When the Saints go marching in'.
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